Texto para incluir en la sección titulada "Una habitación propia".
La ciudad medieval supuso la ruptura de los "lazos calientes" de antiguas servidumbres personales y de otros vínculos de tipo mágico (irracionales). Impulsó su sustitución por unas relaciones de distinto orden: racionales, libres, civiles, individuales, con frecuencia de tipo contractual. Y contribuyó a desarrollar la dimensión política de la persona, a inventar el ciudadano y la ciudadanía. Salir del campo para acceder a una vivienda urbana significaba asumir una autonomía desconocida hasta entonces.
Mientras la casa urbana se especializaba como espacio de la privacidad y el confort, la casa rural se mantenía como espacio de trabajo. Todavía en los confines del siglo XX la mayor parte de la población europea seguía siendo rural. “El campo no ignora ni la intimidad ni el secreto. Pero éstos no son consustanciales con respecto a un espacio demasiado abierto. El muro es el del silencio y la brecha la de la confidencia. Rudimentaria y superpoblada la casa-edificio es un instrumento de trabajo más que de uso `interior´; la mirada del viajero etnólogo o del educador urbano no ve en ella otra cosa que la promiscuidad animal, sobre todo cuando animales y personas duermen bajo el mismo techo. Todo el mundo se halla bajo las miradas de los demás. La transgresión resulta difícil”. Guerrand, al describir este ambiente del territorio francés, habla de “siniestras cabañas”.
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