Detalles del post: La secreta negrura de la leche

06.02.08


La secreta negrura de la leche
Permalink por Saravia @ 00:20:22 en Territorio, paisaje -> Bitácora: Plaza

Notas sobre la construcción social del paisaje

“Trabajando la tierra”. Galicia, años 50. Fotografía de Virxilio Vieitez (procedente de forcarei.net).

“Lo no visible está completamente entrelazado con lo visible, pero no como un simple hueco en la malla de lo visible, sino como la base que lo sustenta”, según escribe Joan Nogué, director del Observatorio del Paisaje de Cataluña, en la introducción de La construcción social del paisaje (Madrid, Biblioteca Nueva, 2007). Y subraya: “Se establece entre ambos la misma relación que entre la luz y la oscuridad, entre el blanco y el negro (como decía Paul Valéry, accedemos a la secreta negrura de la leche a través de su blancura)”.

[Mas:]

Contemplar un paisaje en sí mismo es no ver nada. Un fondo negro también lo constituye. En la historia y en el presente, al lado y a lo lejos. Veamos (con bastantes frases textuales) tres casos expuestos en el libro que comentamos.

Brasil: Los paisajes de la modernidad de Río y Sao Paulo y el fondo negro de favelas y cortiços.

Hacemos una selección de textos del capítulo firmado por Raquel Hemerly, “Los paisajes de la ciudad oculta”. Los asentamientos informales en Brasil sufrieron, y aún sufren, en cierto modo, un largo proceso de ocultación por parte del Estado y de gran parte de la sociedad, que los considera indeseables y, por tanto, no visibles (un ejemplo: esta divulgadísima imagen de Paraisópolis, en Sao Paulo). Se sitúan en las peores zonas, con frecuencia inundables, con enormes pendientes. Acogen a la gente que la ciudad formal no es capaz de albergar, y lo hacen en espacios muchas veces sin solución de continuidad con ella. Al lado.

Con frecuencia es la propia construcción de la ciudad formal la que genera la ciudad informal. Se da este caso, por ejemplo, en la construcción de algunas grandes obras urbanísticas que, debido a su larga duración y al origen lejano del trabajador, éste opta por quedarse a vivir cerca del lugar de trabajo, incluso después de terminar la obra, originando, en muchos casos, la aparición de favelas en espacios adyacentes. Pero también hay manifestaciones de la ciudad oculta que están dentro de la propia ciudad formal. Lo que se presenta como "paisajes de interferencia" son, en realidad, espacios que “sobran” dentro de la ciudad formal.

Espacios que, de un modo u otro, han sido abandonados o subutilizados por la sociedad. Por ejemplo, los cortiços o conventillos (edificios abandonados o decadentes, ocupados por varias familias), los barracos (las viviendas improvisadas bajo los viaductos y puentes) o los espacios libres públicos de apropiación por parte de la gente que vive sin lugar fijo. En general, en cada habitación de un cortiço (cuya superficie oscila entre los 4 y los 10 m2) viven hasta 7 personas o más, que realizan distintas funciones en este exiguo espacio. "Existe un sentimiento de repugnancia" por parte de la ciudad formal hacia los cortiços y las favelas, acentuada por el hecho de su vecindad o de convivir en el mismo espacio.

Concluye Hemerly: “El derecho a la educación y a la vivienda, a la salud, a la tierra, al trabajo, al transporte y a la vivienda, son retos antiguos que, sin embargo, siguen sin ser atendidos. ¿Hasta cuándo? Hace falta ver e interpretar estos paisajes de otras maneras, a través de otras formas de mirar, de actuar, de transformar, de cambiar la realidad propia y la mirada sobre el otro”.

Galicia: Los paisajes de la América cosmopolita y el fondo negro de los campesinos de Virxilio Vieitez.

Hacemos una selección de textos del capítulo firmado por Carmen Pena, “Paisajes del recuerdo y el olvido: Galicia”. Hablamos ahora de los paisajes de la emigración, una particular forma de construcción social del paisaje. Siempre suponen un contraste entre dos mundos (por ejemplo, en el encuentro del rico indiano con el amigo campesino); la comparación constante de ambos, que evocan con nostalgia uno desde el otro. La tensión que siempre está latente en estas situaciones, permite participar de ambos paisajes, de disfrutarlos y sufrirlos a la vez. Frecuentemente, si el emigrante está en uno de ellos añora, casi instantáneamente, el otro, cruzándose así dos imágenes deseadas y rechazadas a la vez. Un cruce de paisajes que es más fuerte aún en los hijos de los emigrantes.

Frente al “volverá” está el “Non volvas”, frase imperativa que expresa una sensación que se ocultó casi siempre, porque suponía una maldición hacia la tierra y la familia. Esta actitud, sin embargo, existe porque el retorno es frecuentemente difícil: no se encuentra lo que se esperaba, o se vuelve a encontrar de nuevo la miseria y la mezquindad que se preveía. Se da ahí un rechazo de la tierra que es negado por el colectivo social común de la emigración. Y en ese contexto se vive también el amargo sentimiento de que esa tierra a la que vuelves te expulsó.

¿Qué se salvará del naufragio de identidades de una y otra generación, oscilantes entre los pasados de aquí y de allá, entre ambos escenarios? Sólo objetos (una mecedora cubana, por ejemplo), sonidos (canciones, ritmos y músicas), olores (el aroma de los habanos, el olor a cuero de las maletas de Argentina).

Sorprenden algunas fotos que se hicieron para la emigración. Grupos de niñas, parejas, chicas, situados para el recuerdo de los emigrantes en el paisaje de los sembrados más humildes y cotidianos: esos lugares de trabajo alrededor de la casa que, por ser de labor, tienen las características de paisajes menores con figuras, e incluso de antipaisajes, tan próximos como están a la ruda realidad del campo como lugar de esfuerzo y no como paisaje de contemplación y recreo. En otras fotografías “las mozas posan el día de fiesta delante del cementerio, con un fondo de nichos o sentadas sobre las tumbas: la conciencia de la muerte como siniestra y oscura desaparece, porque los muertos de cada familia rural, de cada aldea, son humus de nuestro paisaje”.

California: Los paisajes de viñedos y campos de flores y el fondo negro del cementerio de Holtville.

Hacemos una selección de textos del capítulo firmado por Don Mitchell, “Muerte entre la abundancia: los paisajes como sistemas de reproducción social”. Según este autor, el mejor lugar para contemplar el paisaje económico, social, político y cultural al que se enfrentan los inmigrantes cuando tratan de entrar en Estados Unidos en busca de trabajo, es el cementerio municipal de Holtville, California (ver esta foto del New York Times). Está en el Valle Imperial, un ámbito desértico hasta hace no mucho, situado al este de San Diego y que se ha convertido, regado con el agua de las lejanas Rocosas, en “la ensaladera de América”. Pero en el cementerio municipal no hay hileras de lechugas, sino de cientos de pequeñas lápidas del tamaño de un ladrillo, con los cuerpos de los inmigrantes nunca identificados que perecieron en el desierto o en las montañas, intentando cruzar a California.

“El paisaje de la abundancia extrema que es la agricultura norteamericana, junto a los paisajes de casas suburbanas que se extienden a las afueras de todas las ciudades, rodeadas de césped y arbustos cuidadosamente recortados, los paisajes de restaurantes tanto de lujo como de comida rápida, y los paisaje de suntuosos hoteles y spas en Orlando o Carmel, Manhattan o San Francisco, y quizá más que ninguno, Las Vegas, todos ellos están inextricablemente ligados al paisaje de lucha y muerte que ofrece la silueta muda e impresionante de esas hileras de fosas comunes de Holtville”.

La conexión entre abundancia y riqueza, por un lado, y entre pobreza y muerte, por otro, no sólo es teoría. La agricultura de California produce casi el doble de lo que produce en bienes sin procesar su competidor más cercano, el estado de Texas. Y en alimentos procesados cinco veces más que su competidor más cercano, el estado de Illinois. Las condiciones de trabajo de la mayor parte de los que consiguen cruzar la frontera son de casi esclavitud, en muchos casos por no llegar nunca a poder pagar la deuda adquirida precisamente para conseguir cruzar al otro lado de la frontera (situaciones bien conocidas en España).

Este cementerio “ilustra que ningún paisaje es local”. Ningún paisaje puede comprenderse mientras no lo percibamos como una organización del espacio, mientras no nos preguntemos a quién pertenecen o quién usa esos espacios, cómo se crearon y cómo cambian. “Sepultados en Holtville, sepultados tan anónimamente como lo están los trabajadores que murieron cuando intentaban cruzar la frontera, están los ideales, ideales de justicia y emancipación”.

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