Notas sueltas para una geometría poética de la plaza
La plaza, por de pronto, es la arena de la plaza. Más que historia, es arena. Así escribió una vez Neruda: “No tiene historia, sino tierra”, y la plaza lo cumple. Una explanada dispuesta para la actividad urbana, para la reunión, el trato, el intercambio: el mercado, la información, las instituciones, las actividades públicas, el espectáculo. Aunque estuviera, paradójicamente, mal emplazada, es siempre centro. Activa, viva siempre. Por eso, al acabar la jornada, “permanece de frente ante la noche, fatigada de luz y de trabajo” (Benítez). La plaza, en la noche, parece cansada: tal es la carga de trabajo a que se la somete cada día.
El espacio de la plaza: la luz
Pero también está cansada de tanta luz. Porque la plaza es el espacio de la luz. Calles sombrías, plazas luminosas: ese es el trato. Ámbito excepcional (su excesiva multiplicación las banaliza), su experiencia es más intensa cuando se nos aparece como explosión de luz. Como claros del bosque que ponen en marcha un visceral fototropismo por el que nos sentimos convocados a reunión. “La luz es primordial para entenderse” (Horacio Salas), y la plaza es el lugar de la asamblea ciudadana. Más aún: la plaza es la ciudad, la luz de la plaza inventa la ciudad: nada iguala el “llegar a una ciudad y ver cómo la luz inventa esa ciudad de la que nunca has logrado salir” (nuevamente Felipe Benítez).
Ahí está “la plaza con sus palomas / y algún viejo de banco” (Guillén, quién si no). Tiempo sosegado entonces. “Mirad, mirad el aire. ¿No veis nada? / A través de esa luz, / Vertiginosa con tan gran sosiego, / ¿No sentís un temblor incongruente?” (más Guillén). Porque la plaza se alimenta de la luz: “Guarda forma y sangre”; y como las viñas, “se alimenta de la luz” (expresiones de Neruda en “Nacimiento”, un poema incluido en Donde nace la lluvia). Horacio Salas, por su parte, nos recuerda (en sus "Cuestiones personales") que “la luz es primordial para entenderse”. Quizá luz matizada, urbana. Según nos dejó escrito Coral Bracho, en “El ser que va a morir”, “hay ciudades, también, / que dulcifican la luz del sol”. Un sol que puede ser un lastre. Pues ya sabemos (nos lo dijo Alejandra Pizarnik en “El ausente”) que “sin ti / el sol cae como un muerto abandonado”.
Mas oigamos otras opiniones sobre la luz urbana. Guillermo Carnero, en su “Amanecer en Burgos”, nos escribe: “En el silencio de los claustros reposa / la luz encadenada por la epifanía del tiempo”. Y Osvaldo Rossler, en "Buenos Aires", concluye: “Amo, ciudad, la luz que te ofrecen los días, la cabellera extensa que derraman tus noches otorgando una dulce gravedad a las formas.”
El tiempo de la plaza: la tarde
Pero ni el sol del mediodía ni tampoco la noche son la luz ni el tiempo más propios de la plaza. La tarde es su momento, su signo. Mírala, en “la penumbra indulgente de los atardeceres vagos” (Benítez), envuelta en “el silencio verde” de sus árboles (Norah Lange). Plazas que son como el “Rincón oculto” de Vicente Barbieri: “vagas noticias de una plaza oculta, / que es como un valle donde cada tarde / detiene el sol un hombre pensativo.” Su tiempo, decimos, es el atardecer. Sigue Barbieri: “Hay que buscarla siempre / cuando el silencio empieza, entre esas horas / de eternidad que tiene Buenos Aires.”
Jorge Luis Borges insiste, más que ningún otro, en esa hora de la plaza. En su poema sobre la plaza de San Martín (incluido en “Fervor de Buenos Aires"), leemos: “En busca de la tarde / fui apurando en vano las calles (...) la tarde toda se había remansado en la plaza, / serena y sazonada (...) Todo sentir se aquieta / bajo la rumorosa absolución de sus árboles / -jacarandá o acacia-“. Y concluye aludiendo a aquella función de convocatoria que comentamos antes: “La honda plaza igualadora de almas / ábrese como pecho generoso / que derrama confianza.”
La gente de la plaza: la compañía
Nuevamente Guillermo Carnero nos entrega (en su “Plaza de Italia”) una buena intuición. La plaza es un lugar donde extender el “reducido bagaje” de cada uno. “Extender sobre las piedras pulidas por el vaho de la luna el reducido bagaje de su amor no correspondido, de su soledad vieja como el mundo, el reducido puñado de figurillas y papeles arrugados con los que comerciar quizás un poco de calor compartido". En ella se podrá “rodear despacio y abrazar con sus ojos esa frágil reciedumbre de las cosas que, por una vez, van a ser su patrimonio”. Funde así las ideas de plaza y de comercio, de mercado, de encuentro. Y alude a una posibilidad de conjurar las soledades. A la posibilidad de hacerlo incluso en la noche, cuando ya la luna “arrulla los arcos hasta el sueño.”
Gastón Baquero no sólo celebra el encuentro, sino su mera posibilidad. Valora la plaza como espacio de esa posibilidad. Leemos en su “Nocturno luminoso”: ”Como una mariposa aparecida de súbito en medio de los niños en el aula, / inesperadamente así, / cuando es más noche la noche de los ciegos extraviados en el laberinto, / puede aparecer de pronto una figura humana que sea como un cirio dulcemente encendido, / como el sol personal, o como el recuerdo de que hay también estrellas y hermosura, / y algo bello cantando todavía entre las viejas venas de la tierra”. Una imagen notable y cálida, la del “sol personal”.
El alma de la plaza: el campo
Quizá no debiéramos olvidar la composición física, material, del espacio de la plaza. Jorge Guillén la recuerda y la cuenta. Lugar de encuentro y confluencia de las calles: “De pronto, cuatro son uno. / Victoria: bella unidad.” Pero Norah Lange (en sus “Versos a una plaza”, incluidos en “Los días y las noches”), quedándose con la materia, la tierra aquella del principio, llega más lejos: “Plaza: sobre tu umbral de sombras / su voz sube como una letanía / al silencio verde de tus árboles (...). Plaza: tienes la tristeza humilde / de una tarde grande y quieta con alas de ceniza, / y los paisajes son demasiado altos para tu corazón de campo”.
Ahí está. Un espacio nuevamente rural, profundamente rural, para ser visto (como quería Pizarnik, en sus “Caminos del espejo”) con mirada inocente: “Y sobre todo mirar con inocencia. Como si no pasara nada, lo cual es cierto”.
No hay Comentarios/Pingbacks para este post...
bitácora principal de urblog sobre urbanismo y derechos humanos...
_______________________
código original facilitado por
B2/Evolution
|| . . the burgeoning city . . || . .
la ciudad en ciernes . . || . .
la ville en herbe . . ||