Sobre el derecho a la participación
- Hola, he traído algunas cosas que he pensado que les interesaría ver. Me llamo Erin Brockovich y estaré aquí todo el día.
A ver esas señoras tan simpáticas, se dijo Erin. - Hola, cómo están. Me llamo Erin, y he traído alguna información, por si quieren echarle un vistazo. Y si tienen alguna pregunta, o lo que sea, por favor díganmelo.
- Disculpen, señoras, soy Ed Masry, soy el abogado encargado del caso y he pensado que les gustaría ver esto.
Nuevamente Erin: - Echen un vistazo y si tienen alguna pregunta estaré aquí todo el día. Le contestan: - De acuerdo, gracias. Y ella responde: - Muchas gracias.
Se acerca a otro vecino, y al entregarle el folleto le dice: - ¿Viene aquí tu número de teléfono? Y Erin replica: - Pienso que ahí hay información más importante que eso. En serio.
Todo transcurre en una reunión (festiva) convocada en el campo, a solicitud de un grupo de vecinos, para informar e interesar al resto de los afectados. La película Erin Brockovich (dirigida por Steven Soderbergh en 2000) narra el caso real de una mujer que trabaja en el despacho de un abogado californiano, y que por su curiosidad y empeño deriva un asunto que parecía rutinario hacia una demanda de primer orden. Se encarga de recoger información para demostrar que una gran compañía de gas y electricidad (Pacific Gas and Electric Company, PG&E) había contaminado con restos de “cromo 6” (tóxico, cancerígeno) el agua que consumían los vecinos de la zona (en la ciudad de Hinkley, al sur de California), con graves trastornos para su salud. Frente al poder e influencia de la gran compañía, y su capacidad de manejar estas situaciones y confundir a los vecinos, la tenacidad y el compromiso con el caso de este pequeño despacho llevó a la condena de aquélla, en 1996, a pagar 333 millones de dólares, la mayor indemnización que ha habido en este tipo de casos en los Estados Unidos.
Alegación: Si es harto conocida la capacidad del sistema para adaptar los fines de la sociedad a los suyos propios, ¿cómo defendernos? Sólo con organización, constancia (o coraje, o una mezcla de ambos) y capacidad técnica. Se propone el establecimiento, por parte de los colegios profesionales (de arquitectos, de ingenieros, de abogados, etc.), de una suerte de “técnicos de oficio” que, a cargo de tales instituciones, se pongan al servicio de las personas y los grupos que no tienen medios para defenderse adecuadamente en el campo de la ordenación del territorio y sus efectos.
Fuente: La conversación forma parte de la película citada Erin Brockovich (USA, 2000; protagonizada por Julia Roberts y Albert Finney). Un caso mucho más próximo, aunque con resultado aún incierto: el de las antenas de telefonía móvil y sus efectos contra la salud. Ver http://www.vecinosvalladolid.org/spip.php?mot3
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