Agregación o sventramento de los centros comerciales y otros "no-lugares"
Siguen construyéndose centros comerciales en España. Muchos. En 2007 abrieron 25 nuevos centros, y para 2008 están previstos otros tantos. En la actualidad se cuenta con 487 centros, y al parecer hay otros 150 en proyecto. Representan (seguimos hablando de España) casi el 13% de la actividad comercial, y ocupan el 7,7% de la superficie del comercio minorista (en Estados Unidos la mitad de las ventas al por menor del país tienen lugar en estos centros). Todo el mundo coincide en que el comercio hace ciudad. Que la viene haciendo desde su origen; y que su evolución ha de llevar también a la evolución de la ciudad. Y sin embargo, nada de esto parece interesar a los planes urbanísticos. De las parcelas destinadas a centros comerciales nada se dice, salvo las consabidas vaguedades o normas reiteradas. Serán piezas fundamentales del espacio urbano, pero los planes prácticamente las ignoran. Nada que condicione su arquitectura y su brillo, y nada, más allá de la red de autovías, que determine su relación con la ciudad circundante. Van totalmente por libre. ¿Es razonable?
Creo que no. A ver si soy capaz de explicar mi posición con algo de orden.
1. Temas recurrentes del urbanismo comercial
Revisemos primero el urbanismo comercial, a ver qué dice. Contamos con algunas buenas publicaciones sobre el tema, y es especialmente interesante el último número de la revista Ciudades (nº 10, de 2007, editada por el Instituto de Urbanística de la Universidad de Valladolid), dedicado a los “Generadores de nueva urbanidad: los espacio comerciales”. Es interesante, sobre todo, no porque dé respuestas a nuestra pregunta (que no las da: se orienta hacia otros asuntos), sino porque permite pulsar el estado de la cuestión. Pues bien, sin entrar en matices o desarrollos que para lo que aquí comentamos no son necesarios, los temas de que se ocupa el urbanismo comercial se refieren a los siguientes aspectos. Por un lado, algunos puramente literarios, pero que suelen ocupar mucho espacio: el reconocimiento del papel del comercio (las ciudades dependen del comercio, están en su esencia, etc.), ejercicios de buena voluntad (hay que impulsarlo, proteger el comercio minorista, etc.) y determinación de tipologías de establecimientos comerciales (que luego suelen servir para estructurar algunas ordenanzas; el criterio fundamental sigue siendo el de superficie).
Por otro lado, se tratan también aspectos más concretos. Por un lado, las políticas de rehabilitación urbana de los centros comerciales existentes (referidos fundamentalmente a dotación de aparcamientos –un tema obsesivo-, mobiliario, imagen unitaria, etc.), conforme al curioso término de “centros abiertos” que se acuñó hace años para designar esos espacio tradicionales netamente comerciales. También se debaten criterios de localización de las grandes superficies, buscando el equilibrio territorial; y se diseñan planes de equipamiento comercial de distinto nivel. Importa especialmente cuidar la proporción entre las grandes superficies y los pequeños comercios. También se trata de controlar la distancia a los núcleos urbanos. Y a veces se relaciona la instalación de nuevos centros con el tamaño de los municipios, y se buscan relaciones con el empleo existente, se analiza la participación en el capital de grandes grupos empresariales, y se insiste en la relación con el viario estructural urbano de las nuevas superficies.
Otros de los temas del urbanismo comercial tienen que ver con el establecimiento de ámbitos de control de la propia actividad comercial, para focalizar (y crear efectos complementarios), desarrollar áreas de nueva centralidad, etc. Todo lo cual está evidentemente relacionado con los mercados (que igualmente se analizan). También se habla de proponer no sólo centros, sino, como alternativa en algunos casos más interesante, ejes comerciales. Y se recuperan las viejas ordenanzas relativas a la actividad (garantías de no molestias, higiene, seguridad, licencias de apertura, obligación de cámaras frigoríficas u otras instalaciones, en su caso, etc.). Muy pocas veces (poquísimas veces) se habla de la venta ambulante, como si no fuese un tema urbanístico; y se dedica, sin embargo, muchísimo espacio (un espacio inusitado) a garantizar los controles de la decisión sobre la instalación de nuevos centros: quién decide qué, cuándo, cómo, etc. Es decir: el reparto del poder.
Al revisar los textos de otros países europeos aparecen algunos asuntos más, pero no muchos. Se habla, por ejemplo, de la necesaria relación con el transporte público, de las exigencias de espacio para carga y descarga, o de la conveniencia de favorecer la mezcla de usos. U otras cuestiones de organización general a añadir a las que ya comentamos más arriba: en algunos artículos se habla de evitar los “centros periféricos”, out of town centres, y en otros se preocupan en distinguir los centros según los diferentes tipos de comercio (uno de los más problemáticos: el alimentario).
Por supuesto, todo esto no es más que una síntesis sumaria de los asuntos que se tratan, y que en ningún caso pretendemos infravalorar. Todo lo contrario. Pero el problema es que no encontramos nada de arquitectura, del control de la arquitectura desde la perspectiva urbanística. Prácticamente nada. Casi únicamente lo que pudiera derivarse desde las viejas ordenanzas urbanísticas (sobre el tamaño y las dimensiones de las zonas de ventas, el número de aseos, la compatibilidad con otros usos: es decir, nada nuevo). De hecho no hay más que ver cómo se proyectan y organizan, se deciden y se construyen los nuevos centros para darse cuenta inmediatamente de que los requerimientos urbanísticos a la forma edificada de este tipo de instalaciones son prácticamente nulos. Y no deja de resultar curioso: en la más mísera vivienda del extrarradio se controla desde el vuelo de la cornisa hasta el tipo de canalón, pero de un gran centro comercial no se dice nada. Queda todo basado en una confianza ciega (completamente ciega) en los arquitectos o ingenieros redactores del proyecto. Y repetimos la sorpresa: ¿no son estos centros los que hacen ciudad?
2. Algunos centros recientes
No es irrelevante en este punto, pensamos, recordar en qué consiste un centro comercial. Según una definición de la Asociación española de centros comerciales (AECC) es un conjunto de “establecimientos comerciales independientes que tienen criterio de unidad, y disponen de una imagen y gestión unitaria”. Importa subrayar la idea de unidad. Ofrecen al exterior y se organizan interiormente conforme a una imagen unitaria. La superficie total varía mucho (desde los 5000 hasta 100.000 m2 o más). Contamos con una amplia información de todo tipo, incluso bibliografía especializada y estadística, en la página web de la AECC citada. Y allí se nos presenta una breve historia de estos centros, desde los años 70 hasta hoy, donde se destaca cómo en los últimos años han crecido de tamaño y buscan la diversidad. Más aún: se dice que en estos últimos años “la arquitectura marca una tendencia importante, ya que los diseños innovadores son implantados para subrayar la identidad de los centros” (como Bonaire en Valencia, Parque Principado en Oviedo, Ponte Vella en Orense, La Villa 2 en Tenerife, etc.). Pero incluso se llega más lejos en valorar el papel de la arquitectura: en algunos de los centros recientes (como Gran Vía 2 de Barcelona, Plaza Mar 2 de Alicante y Plaza Norte 2 de Madrid: todo doses) “la arquitectura hace de locomotora tanto o más que la propia oferta comercial”. La arquitectura no es sólo importante, sino esencial. Y el urbanismo a verlas venir.
Porque, efectivamente, esta definición arquitectónica de los centros comerciales está en muy pocas menos y se basa en unos criterios muy poco explícitos. Prácticamente ocultos. De hecho hay una serie de firmas especializadas (en España: L35, Avantia. Arpa, LKS, MMO, PB2 Projecte, etc.), que copan la mayor parte del mercado. Y en las explicaciones de sus proyectos, en la justificación de los criterios empleados no pueden ser más parcos. Veamos alguno de los centros que han recibido premios (nacionales o internacionales) de los organismos especializados en los últimos años (de 2004 en adelante). Por ejemplo, Espacio León. Situado en Eras de Renueva, cuenta con 37000 m2 de superficie bruta alquilable. Su propuesta arquitectónica, planteada por la inmobiliaria de origen holandés AM Multi Development Corporation España, ha sido bautizada (ya estamos) como el 'Guggenheim de León'. Leemos: "los espacios son rectos y amplios, con mucha luz natural, lo cual hace que sean agradables de transitar por el consumidor".
La simbología, basada en el universo (en el cosmos), sirve “como una herramienta de identificación muy útil: en la entrada sur está la Plaza del Sol; en la norte, la de la Estrella, y el paseo se ha llamado calle de la Luna". Podríamos decir que todo tiene (tanto en este caso como en la mayoría de los demás ejemplos) un aire muy circense, mágico, extraño. Otro mundo. “Los sistemas de iluminación son de absoluta vanguardia ya que la empresa que los ha concebido es la misma que en su día iluminó la Puerta de Brandeburgo o las Pirámides de Egipto. Las lámparas han sido especialmente creadas para este complejo comercial mientras que los elementos vegetales, todos naturales, son regados gracias a la creación de un cauce subterráneo”. Y la aplicación (también va a ser otra constante) de constantes referencias sencillas a lo autóctono. O por mejor decir, a lo que las empresas de marketing entienden como autóctono: se han utilizado “materiales de construcción autóctonos como la impresionante piedra maragata y la de Boñar que, combinadas con el Rimex (un revestimiento metálico muy especial), ofrecen al que visita el centro por primera vez una perspectiva llena de belleza”.
Estamos mezclando comentarios técnicos con textos publicitarios, pero realmente no son fáciles de separar. Del también premiado Centro Comercial y de Ocio Luz del Tajo, de Toledo (de 42.000 m2) se dice que está integrado en la ciudad de Toledo “por su arquitectura, con el empleo de colores cálidos y materiales nobles”. El Nuevo Mercado de San Martín de San Sebastián (proyectado por Luis Uzcanga) se concibió con el fin de revitalizar urbanísticamente el ámbito del casco en que se encontraba el viejo edificio, y se hizo “recuperando uno de los elementos característicos del viejo edificio: la calle central”. Se ha formado “una comodísima calle peatonal cubierta de diez metros de anchura, casi tres veces más que los soportales de la cercana plaza del Buen Pastor”. Las amplias cristaleras de sus fachadas recuperan también el carácter originario del edificio “y subrayan la relación entre el interior y el exterior del mismo”. Y la obra se acompañó, por supuesto, de la creación de un parking subterráneo de 600 plazas, distribuidas en cuatro plantas. Según el alcalde de la ciudad, Odón Elorza, se ha dotado “al edificio de una identidad singular y atractiva”. Identidad: la nueva palabra fetiche que persiguen todos los nuevos centros, huyendo como del diablo de todo lo que pueda parecer desadjetivado, uniforme, sin carácter.
Veamos como se define el Centro Comercial y de ocio Valdecuna de Mieres: “El edificio se compone de dos volúmenes principales: el primero, rectangular, se adapta a la geometría del terreno. El segundo, con forma tórica, refleja el carácter lúdico del centro comercial y de ocio. El mall se convierte en uno de los espacios más significativos del edificio; presenta a lo largo de sus tres recorridos tres configuraciones espaciales diferentes: la primera curva, la segunda de trayectoria lineal y la tercera situada dentro de la parte elíptica. En las dos primeras zonas se configura un espacio para el movimiento, un mall para ser recorrido acompañado por lucernarios; estos elementos además de luz natural, aportan secuencia y ritmo al movimiento. La tercera se define como un espacio para estar, que invita al reposo bajo el gran lucernario triangular”. Y leamos ahora una noticia (de 2005) que tiene que ver con el Centro Comercial Boulevard de Vitoria-Gasteiz: “En colaboración con el Ayuntamiento de la capital alavesa y Eroski, ha puesto en marcha una campaña de reciclaje de residuos orgánicos que lleva por título `Yo composto-Komposta egiten dut´ y que tiene como punto de partida la inauguración de su planta de compostaje, convirtiéndose así en el primer centro comercial europeo en poner en marcha el compostaje de residuos”. Identidad, especialidad, vanguardia. Es el centro más grande del País Vasco (80.000 m2), y se ha convertido en un punto neurálgico de la ciudad. Por lo general las imágenes arquitectónicas de los nuevos centros comerciales españoles son tan poco sutiles que parecen diseñados por arquitectos franceses.
3. Espacios de vacaciones, del mercado al acceso
Hay que decir, por de pronto, que parece una completa dejación de las responsabilidades urbanísticas el dejar la definición completa de tanta superficie, tanto volumen, tanta intensidad de uso, tanto significado urbano (¡tanta identidad!) al albur de unos técnicos y unas empresas cuyo compromiso con la ciudad suele ser nulo. Hay excepciones, como el caso que hemos citado de Uzcanga, pero también es cierto que se trata de un proyecto muy singular. Cuando se construye en la periferia de las ciudades, ancha es Castilla. ¿Qué proponer, que sea coherente con una idea civilizada de ciudad?
Invito a tomar en consideración tres textos, especialmente interesantes (y bastante conocidos, por otra parte). El primero, sobre la idea de no-lugar de Marc Augé (Non-Lieux, introduction à une anthropologie de la surmodernité, París, Le Seuil, 1992). Es un asunto ya muy debatido, pero que muy frecuentemente al incorporarlo a los debates pierde su dimensión crítica, quedando como un asunto mucho más anodino y conformista; o incluso volviendo del revés las intenciones (expresas) del autor. El segundo, un número de la Revista de Occidente de 1994, titulado “El consumo”, en el que se incluyen varios artículos que tratan de este tema (especialmente los de Rudi Laermans y Vicente Verdú, con sus referencias a Margaret Crawford). Por último, el libro de Jeremy Rifkin, La era del acceso (Barcelona, Paidós, 2000), también muy citado y muy tergiversado. Incorporaré a continuación citas y fragmentos de las tres publicaciones, aunque, para no perder la fluidez, sin citar una a una las referencias.
Vamos a ver. Los centros comerciales actuales tienen seis características que nos interesa destacar, porque nos va a ser útil. 1ª) Son ámbitos cerrados al exterior. Crean un mundo propio, con autonomía completa del espacio circundante. Incluso el aspecto que suelen ofrecer a la ciudad es el de organismos autónomos, “naves espaciales”. Un caso significativo: el Beaubourg, el Centro Pompidou, de París: “La arquitectura cultural del Beaubourg y sus efectos de nave espacial proveniente de otra galaxia y otro tiempo (es la que) sus arquitectos, Rogers y Piano, afirman haber pretendido”. 2ª) El espacio interior se organiza como un mundo feliz, como un ámbito de vacaciones. Iluminación perenne, paisaje paradisíaco (a veces con fuentes, plantas tropicales, incluso cascadas), música con melodías de moda, ¡moda!: todo se renueva sin cesar, en un presente eterno. Aromatizado, abrillantado, limpio. “Lugar de estancia absoluta”, organizado para un “ambulamiento familiar” propio también de las vacaciones, el paseo, etc. Quedémonos con esto: ámbito mágico, de vacaciones. También se dice: un ámbito de sueños. O de juegos.
3ª) Control estricto. Es un espacio de hipervigilancia y control. No tanto para evitar robos (se cuentan múltiples historias de cómo en esos casos hay que llamar a la policía, porque los vigilantes no pueden hacer nada), como para impedir el paso a determinada gente (pobres, indigentes, etc.) y el desarrollo de ciertas actividades (pedir limosna, hacer manifestaciones, etc.). “Aquí no entra nadie a menos que nosotros permitamos el paso”, advierte el director de un centro comercial de Pennsylvania). Y en el acceso de otro, en Virginia, se lee: “Las zonas de Tyson Corner abiertas al público no son vías públicas, sino para uso exclusivo de nuestros arrendatarios y sus clientes en sus transacciones comerciales. El permiso para acceder a estas zonas puede ser retirado en cualquier momento”. Y otra cita más: “No me importa que la gente esté intentando salvar a las ballenas”, declaró el director de un centro de Florida, “pero no quiero que interrumpan a mis compradores para pedirles una firma”. No pobres, no conflictos. No espacio urbano. Es un lugar de clase. No todos pueden estar allí. Incluso quienes, estando en el límite (por abajo) pueden acceder, lo viven como pertenencia exclusiva. Todo apunta a la distinción.
4ª) Son no-lugares. Prescinden de la historia espacial (no se articula con la historia del espacio en que se asienta), y de toda la historia, en realidad. Organiza su propio mundo en función de una identidad de marketing. Es decir, aparece “lo leonés” en su reducción a lo que la cultura de masas entiende que es tal cosa, pero nunca se verá vinculado a una casa de labranza que previamente existiera en ese mismo lugar, por ejemplo. Precisamente Marc Augé, el inventor del término “no-lugar”, solía proponer a los centros comerciales como uno de los ejemplos más evidentes en los que se decía que no había identidad, ni vínculos directos entre el que lo ocupa y el lugar mismo. En el lugar ideal se expresan la identidad, la relación y la historia. En el no-lugar (como lo son estos centros) nada de ello se expresa. Llamemos lugar objetivo al espacio donde se inscriben marcas objetivas de identidad, de relación y de historia (monumento a los caídos, iglesia, plaza pública, escuela,...) y lugar simbólico a los modos de relación con los otros que prevalecen en él (residencia, intercambio, lenguaje); no-lugar objetivo a los espacios de circulación, comunicación y consumo, y no-lugar subjetivo a los modos de relación con el exterior que prevalecen en él: paso, señalización, código. “La oposición más explícita se dará entonces entre el ágora, como espacio público y espacio de lo público (espacio materializado del debate público), y la autopista o el supermercado, como no-lugar materializado de la errancia singular y consumista”.
5ª) Espacio cultural. Allí se simboliza el cambio (“La India en el Corte Inglés”), y se comercializan experiencias culturales (de ahí su paralelismo con otros centros semejantes: aeropuertos, palacios de deportes o de la música, etc.). Los centros “arena”, por ejemplo, que aúnan áreas comerciales con eventos deportivos o culturales, son paradigmáticos. 6ª) Acceso rodado preeminente y casi exclusivo. Por mucho que los centros comerciales vivan del coche no puede admitirse su enclavamiento urbano no sólo de espaldas al peatón, sino directamente contra él. Por citar un ejemplo entre 487, véase esta imagen del (también premiado) Centro Comercial Berceo, de Logroño, y busquen cómo podría acceder un peatón: es casi más difícil que encontrar a Wally.
4. Una propuesta para empezar a discutir
Con todo esto, ¿qué podemos plantear? Un planteamiento, para empezar a discutir (hay que darle vueltas, desde luego), consistente en: 1º) Abrir los centros comerciales (y los aeropuertos, y los centros de ocio, y los “arenas”, y todos los no-lugares), o juntar dos o más de estos elementos para crear un espacio de acceso abierto a todos (es decir: con las cualidades de la calle pública) que participe de sus ventajas, de su mundo. Un espacio cubierto, aclimatado, paradisíaco, con calefacción y refrigeración, iluminación y música de vacaciones, etc. E insisto: abierto. Es decir, que como en la calle puedan pedirse firmas para la moratoria nuclear o pedir limosna. Para lo cual puede establecerse una “calle interior” a los centros comerciales (abriéndoles en canal, practicando el sventramento), abierta a todos, o juntar dos piezas dejando un espacio intermedio con esas características.
Ya dijimos que no es extraña esta posición. Hablamos de los “arenas” y podemos citar el Centro Comercial Buenavista de Oviedo (desarrollado por la misma inmobiliaria que el de León, 'Multi Development Spain'), instalado en los sótanos del futuro palacio de congresos proyectado por Santiago Calatrava. Cuenta con 67.000 m2. Un conjunto edificado “espectacular”, que se sitúa “en el corazón administrativo de Asturias". La planta baja se reserva para los servicios básicos del centro y diferentes locales comerciales, entre los que destaca un supermercado de “El Corte Inglés” de 2.300 m2. Ninguna parte del centro comercial tendrá iluminación natural, al estar situado bajo el palacio de congresos. Y de éste basta decir que ciertamente asusta.
2º) Vinculado a la red principal de caminos de la ciudad. A la red peatonal básica. Insertado en ella. En alguno de los caminos, en un momento dado, el espacio se cubre y acondiciona. Y 3º) Estableciendo en esas piezas el acceso principal a los centros. Preparando las cosas para que no haya entradas alternativas que puedan usarse esquivando este ámbito civil. Nada de eso. Como en la explanada del Centro Pompidou, la gente accede por el espacio común, abierto, de la plaza. ¿Se pueden plantear estas cosas en el plano de ordenación? Desde luego, sin problemas. Basta con la voluntad política de hacerlo. Nada lo impide. Y de hecho, sería una forma de establecer esa carga urbanística, esa contribución a hacer ciudad realmente interesante. Para todos, y no sólo para sus clientes. Una forma de devolver esa parte de las plusvalías urbanísticas que debe recuperar la sociedad. Así el plano de ordenación sería, sin duda, mucho más interesante. Basta, ya digo, con que se quiera hacer.
¿Interesa? Léase una vez más a Marc Augé, y se encontrarán mil razones para hacerlo. Léase de nuevo a Rifkin y veremos mil argumentos. Especialmente el capítulo final: “Hacia una ecología de la cultura y el capitalismo”. “Restaurar el equilibrio entre cultura y comercio es uno de los retos centrales de esta próxima era”, dice. También habla de “politizar el sector terciario”. De “una nueva teoría de los derechos” (la forma de propiedad más importante es “el derecho individual a no ser excluido del uso o disfrute de los recursos productivos acumulados por toda la sociedad”). Y también interesa el epígrafe dedicado a los “proteicos y proletarios”. Y muchos más. Basta con querer hacerlo.
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