Detalles del post: Ciudades sobre la hierba

10.10.09


Ciudades sobre la hierba
Permalink por Saravia @ 16:20:44 en Lugares imaginarios -> Bitácora: Mundos

Destellos de Arcadia

Casas en Fredensborg, Dinamarca. Proyecto de Utzon, 1963. (Imagen procedente de arkitekturbilleder.dk/billedbasen).

Localización: la Arcadia era un país (hoy una prefectura) situado en la península del Peloponeso, Grecia. Descripción: Un territorio ameno, la más alta meseta del Peloponeso, “a manera de fortaleza natural” (Espasa). Tiene montes y llanuras prósperas, como las de Orcómeno (ciudad citada en la Ilíada), Mantíneia y Teyéa. Bañado por tres ríos: el Alfeo, el Eurotas y el Neda, se cultiva el olivo y la vid. Tiene muchas ciudades, aunque la mayoría muy pequeñas, de dos o tres mil habitantes. La actual capital es Trípoli (no llega a 30.000 habitantes). Pero la capital histórica fue Megalópolis (llamada Sinanou durante varios siglos). Fundada en el 370 adC por Filopemén, ya en el 175 adC estaba en completa decadencia, muy despoblada. No conseguía llenar la superficie interior de su muralla. Un poeta la describió como "la gran ciudad que es como un gran desierto”. Hoy no supera los 9.000 habitantes, y seguiría sin llenar la vieja cerca. Pero además de su historia y su actualidad nos interesa su leyenda y mito. Porque Arcadia se ha visto también como un mundo bucólico, risueño y musical, poblado de otras ciudades míticas como Psófide, Palantio o Acacesio. Hoy existen en la Arcadia un par de túneles para el tráfico rodado. Pero la leyenda habla de otro túnel mucho más antiguo y muchísimo más largo: un extraño pasaje subterráneo que enlazaba Arcadia y Nápoles, y sólo podía ser usado por los amantes desgraciados. Tanto la entrada como la salida estaban animadas con sátiros y ninfas, y había allí gran cantidad de fuentes que congregaban variados rebaños de ovejas. En esas mismas puertas se veían ruiseñores, solícitas abejas y solitarias tórtolas; ruidosos grillos, volanderas golondrinas y coloridas mariposas. A veces llegaban suaves y amables tormentas. Y siempre se hacían notar (esto nos interesa especialmente) los olorosos frutos y las hierbas de suave aroma que brotaban espontáneamente. Informadores: Hay una notable colección de escritores que han trabajado sobre la Arcadia. Un libro esencial, el de Jacopo Sannazaro (Arcadia, Nápoles, 1501; ed. esp. en Madrid, Cátedra, 1993). En pintura: Nicolás Poussin. Tema: El cansancio de la civilización.

[Mas:]

Argumento. La Arcadia, según gustan decir sus propios habitantes, es el pueblo más antiguo de Grecia. Y de acuerdo con la mitología, la nación más antigua de la Tierra. En el origen la gente vivía en las montañas y los bosques, con el dios Pan, las ninfas y las Dríades, antes incluso de que la luna se asentase en el cielo (por eso a sus habitantes se les llama “proselenos”, anteriores a Selena). Nos cuentan que esta tierra fue poblada inicialmente por los pelasgos, un pueblo de pastores. Que pronto cultivaron el trigo, elaboraron pan e hilaron la lana. Y tocaron la flauta. Su rey Licaón fundó Acacesio e hizo un país floreciente. Pero se pasó de listo. Intentó engañar a Zeus, dándole de comer un guiso con carne de niño; y Zeus, lógicamente, se enfadó, lanzó un rayo sobre su casa y lo transformó en lobo. Uno de sus nietos se llamó Árcade, y también tuvo una historia poco común. Pues igualmente desobedeció a los dioses y acabó transformado, al igual que su madre, en una constelación de estrellas. Hay que decir, en honor a la verdad, que la madre de Árcade era una osa. Entre las peculiaridades de la región hay que citar a Búfago, un monstruo devorador de bueyes; y a la ninfa Crisopelía, que vivía en un roble. Existe una curiosa relación entre la Arcadia griega y la fundación de Roma. Pues uno de los habitantes de la ciudad arcadia de Palantio era un tal Evandro, quien viajó hacia Italia y se asentó junto al Tíber, sobre el Palatino, fundando Palanteo. Precisamente en ese lugar fue donde luego Rómulo fundaría a su vez la ciudad de Roma. Pero no nos distraigamos, y centrémonos en las cualidades de la Arcadia mitológica.

Era un territorio de delicia, pero no una utopía. Pues lo que se valoraba en él no era el artefacto (una ciudad, un paisaje construido), la creación humana, sino el resultado espontáneo de un modo de vida natural, no corrompido todavía por la civilización. Fue caracterizándose con el tiempo. Expondremos de forma resumida cómo evolucionaron sus atributos (para lo cual seguiremos a Frenzel, pero este autor no es responsable del resumen tan drástico que presentamos).

1º. Eterna primavera. Hesíodo nos describió la pródiga Edad de Oro de los tiempos primitivos en Los trabajos y los días (700 adC). Era antes de que Prometeo robase el fuego y apareciese Pandora. Antes, por tanto, de la obligación de trabajar. Florecía en la Tierra la eterna primavera, cuando hombres y mujeres eran eternamente jóvenes, y comían en la mesa de los dioses. 2º. Amor cumplido. Teócrito, en el siglo III adC, incorporó a la vida feliz de la Arcadia la idea del amor cumplido. Nadie sufría allí penas de amor. 3º. Comunismo (más o menos). Virgilio, en sus Bucólicas (40 adC) veía a sus pastores en un escenario de música y poesía donde no existía la propiedad. 4º. Negación del presente, cuyos motivos fueron desarrollados por Horacio (Carmen saeculare) y Ovidio (Metamorfosis). 5º. Libertad amorosa. Petrarca, Bocaccio, Chaucer, trataron este tema. Ya no bastaba el amor cumplido, sino que se prefería el juego amoroso. El más innovador fue Sannazaro, quien revivificó el paisaje y los motivos de Virgilio, y creó un mundo que aseguró a la poesía pastoril el éxito de los tres siglos siguientes. Impregnado de un cierto carácter cortesano, se consolidó en ese territorio la libertad amorosa, sin trabas convencionales ni morales (algo ya habían dicho de este tema Ovidio y Teócrito). Aunque no iba a ser fácil unir la ingenuidad y el amor inocente con el juego frívolo y cortés. Tasso dirá entonces que sólo debe hacerse lo que agrada, y Guarini (el aguafiestas) se ceñirá a la moral tradicional, argumentando que no está permitido lo que gusta, sino lo que conviene. Hardy aprieta aún más, y llega a casar a sus pastores. 6º. Cualquier lugar. En los siglos XVI y XVII la Arcadia se localiza en cualquier sitio. J. de Montemayor coloca a su Diana en España; y H. d´Urfé prefiere el Loira. H. de Bueil se va cerca del Sena, Zesen a orillas del Amstel y Fenelon a Andalucía. Shakespeare emplazará la escena en el bosque de Arden. 7º. Gente de noble rango. Se consolidan los personajes aristocráticos como protagonistas. El pastor Anfiso de Lope de Vega será el Duque de Alba. 8º. Fin del juego. Cervantes, en el “Discurso sobre la Edad de Oro” del Quijote, “fructificó el discurso de la Arcadia en el terreno realista” (Frenzel). El paisaje supuestamente ideal y bucólico será ahora La Mancha, y la autenticidad llegará tan lejos que se va a hacer posible el desenlace fatal: uno de los admiradores que acompañan a la protagonista se suicida por penas de amor. Se acabó la fiesta. Hasta aquí llegó la Arcadia. La realidad la mató.

Derivaciones. Según nos dijo Schiller, “todos los pueblos que tienen una historia tienen un paraíso, un estado de inocencia, una Edad de Oro (…). Las esperanzas de futuro reciben mayor solidez si pueden considerarse como deseo de retorno de algo que ya se había realizado una vez y se perdió” (Schiller). Pero esta historia sólo funciona, según hemos visto, fuera de la realidad. Cuanto más se acerca al mundo real, más fuertes son las contradicciones (pastores-duques o suicidios). No obstante, la alabanza de la vida sencilla tiene un enorme potencial en la imaginación. En pocas épocas no está presente el “menosprecio de corte y alabanza de aldea” de Antonio de Guevara. Incluso la idea de la ciudad jardín bebió también en sus orígenes de esa misma fuente. Y hoy, una vez más nos encontramos, sin poderlo eludir, con el cansancio de la civilización. Vaya por Dios. Había un libro de Rafael Argullol y Eugenio Trías titulado El cansancio de occidente (Barcelona, Destino, 1992); pero su lectura era bastante cansada, la verdad. Lo cierto es que con mayor o menor intensidad, no es raro encontrarse con gente que huye de la civilización hacia espacios más naturales y menos corrompidos. Tan pronto damos con publicidad de “las islas más sexys para huir de la civilización” (por supuesto, allí está el Egeo), como con “el vínculo con el planeta Tierra de las ciudades del futuro”. Qué cansancio, efectivamente.

Ejemplos. Solemos presentar, en cada lugar imaginario, algunas realizaciones que podrían vincularse al mismo sueño. Porque pretendemos sugerir que la construcción de la ciudad no debería agotarse en la discusión sobre la edificabilidad o los usos del suelo. Lo hacemos como un juego, sin duda. Pensamos que el tema fundamental de la ciudad son los derechos humanos: lo hemos dicho en muchas ocasiones. Pero no queremos ser monotemáticos, y nos damos también a otras derivas. Pues bien: ¿qué ejemplos hay, más o menos recientes, de construcción de aquella Arcadia? O mejor, ¿qué ejemplo podrían, de alguna forma, sugerirla? ¿Qué ejemplos podríamos encontrar para la construcción urbana de un paisaje bucólico y pastoril? Utzon, siempre Utzon.

Utzon en Fredensborg. Un proyecto residencial situado cerca de Copenhague y realizado en 1962-63. Fue el encargo de una sociedad que, a la vista del resultado conseguido en su anterior proyecto de Kingo Houses (1956-60), confió en el arquitecto la construcción de un grupo de casas unifamiliares para ciudadanos daneses que habían vivido en el extranjero, para encontrar a su regreso a Dinamarca un hogar y una comunidad donde se sintieran a gusto. El primer logro de Utzon fue convencer a las autoridades locales de la conveniencia de sustituir el desarrollo previsto para la zona elegida, un espacio situado en el borde de un paisaje protegido, donde se preveía un desarrollo de casas unifamiliares aisladas, dispuestas en cuatro filas paralelas. Utzon propuso un esquema muy diferente: un conjunto de 47 casas “en L”, volcadas al interior de un patio cerrado, y unidas entre sí formando una cadena que se adentra en el parque (de tal forma que todas las viviendas tuvieran vista sobre el mismo). Los accesos se resolverían en fondo de saco desde el borde. El conjunto se completa con un edificio comunitario, situado en posición central, y otro grupo de 30 casas en hilera, próximo al acceso. Este plan alternativo fue aceptado, pensando que el tipo de vivienda propuesto era más ventajoso para el lugar: todas las viviendas se beneficiaban de la singularidad del emplazamiento, y a su vez éste se encontraba con un borde perfectamente ordenado, difícil de lograr con parcelas de vivienda aislada. Hay que decir que el planteamiento de Utzon era, antes de nada, de índole social. El tipo propuesto (el mismo que utilizó en Kingo Houses) había surgido de su interés por la casa familiar con patio, con la que ya había ensayado tempranamente en un concurso convocado en 1953 para diseñar un nuevo tipo de vivienda en Skåne (Suecia).

Para este concurso se basó en su experiencia personal como adolescente en las afueras de Ålborg. La casa de su familia tenía un vivero delante, y todos los jardines vecinos contenían cobertizos y chamizos diversos para guardar infinidad de cosas (animales, frutas, herramientas, o cualquier otra cosa que las familias necesitasen para su tiempo de ocio). Basó por lo tanto su proyecto en lo que pensaba que era un factor esencial para satisfacer las necesidades e intereses de las distintas familias suecas. Imaginaba al abuelo viviendo con sus parientes, en un caso; a familias que vivían en un permanente ir y venir; a una joven pareja que empieza a habitar una casa, simplemente con un dormitorio y una cocina; a otra familia con aficiones agrícolas, otra más que prefería contar con una piscina, etc. Se trataba de enlazar distintos grupos de casas, todas ellas con programas muy diferentes, pero que sin embargo quedaban unificadas por un tratamiento común desde fuera. En su planteamiento estaba presente también una vieja regulación urbanística turca, para una zona montañosa, que conocía bien y le fascinaba. Sus reglas eran muy simples: ninguna nueva construcción podía estorbar las vistas de las casas existentes; y todas las casas debían contar con un ámbito totalmente privado, un patio cerrado que nadie pudiera ver.

Fredensborg aglutina estos planteamientos. Se forma en él un conjunto articulado de casas con patio cerrado que permite esa variedad de programas (Utzon diseña expresamente diferentes tipos de casas y distintos desarrollos para los patios), y un conjunto unitario logrado gracias a la repetición de una serie de elementos comunes (tapias, chimeneas, tejados, revestimientos), y la utilización de unos mismos, y contados, materiales: ladrillo, teja y madera. Este perfeccionamiento de un tipo, anclado en una experiencia muy personal y duradera, es la base aquí del proyecto.

Opinión. La Arcadia como pasado feliz de ríos y pastores es insoportable: el estruendo de tanta flauta, tanta sostenibilidad y tanto pájaro, cuando sólo se monta para infantiles juegos amorosos de ricos y aristócratas no nos interesa. Mas si nos limitamos a algún gesto, a extender, por ejemplo, una pradera verde, con sus flores minúsculas, la cosa podría funcionar; y asomar en ella aquellos tiempos que nos gusta considerar felices. Y quizá no sea tanto por la imagen como por el perfume. Porque la civilización ha derivado, en buena parte, hacia la ausencia de olor. “Desodorizar para civilizar”, escribió Le Breton. Una nueva y exigente sensibilidad olfativa acompaña a la ciudad moderna. Y por lo tanto, recuperar algunos olores sería volver, de alguna forma, al estado primitivo y natural. “Toda la ciudad está llena de vapores de incienso y de peanos mezclados con lamentos”, dice Edipo al entrar a Tebas asolada por la peste. Y desde antiguo se propone actuar contra la corrupción apelando a los aromas adecuados. Muchas plantas medicinales son aromáticas, y su olor es intuitiva o directamente percibido como eficaz acompañamiento de la medicación. Los olores “me cambian y actúan en mi espíritu”, escribió Montaigne.

Descansar levemente sobre la hierba perfumada: tal podría ser, según creemos, lo que nos queda de Arcadia. Nos basta de ella la hierba y el perfume. Lo mismo que también nos contentamos con el nacimiento en aquellos tiempos mitológicos de una sola palabra, como bien nos contó Ángel González. ¿Para qué más, si estamos en la Arcadia?

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