Otro debate sobre el urbanismo de Valladolid mal planteado
El Grupo Popular del Ayuntamiento de Valladolid ha propuesto ayer, a salto de mata, la necesidad de elegir un solar, entre cinco opciones, para ubicar un hipotético palacio de congresos. Cielos, qué agobio. Así, de repente, a todo correr, hay que elegir un sitio para colocar un centro donde puedan celebrarse congresos de 2000 personas (todo Mayorga dentro de un palacio). La sugerencia es demasiado apremiante, pero también se nos antoja entretenida. Juguemos pues.
Por de pronto, echemos un vistazo a la oferta que se nos hace (“los cinco novios”, como dice la periodista de El Norte de Castilla, Clara Saavedra): la parcela de la Academia de Caballería, otra formada en la Feria de Valladolid, la del antiguo colegio de El Salvador, otra junto al Puente de la Hispanidad –la que fue de la grúa-, y otra más en las inmediaciones del nuevo hospital Río Hortega. De uno de los enclaves se valora, por ejemplo, su “entorno monumental” y el hecho de “que a medio o largo plazo, si el Ministerio de Defensa libera el Palacio Real, ésa pudiese ser la tan ansiada ubicación para el parador”. De otro se garantiza “que si se eligiera esta opción se peatonalizaría la calle Ramón Pradera” que le da acceso (así se deciden las peatonalizaciones y se ordena el tráfico, sí señor). De otro se señalan “problemas de accesibilidad”. Otro, atención, se defiende “porque no hay razones para descartarlo. Seguiremos trabajando en él hasta que alguien nos diga que es imposible”. Y así con todos. ¿Es esto serio? Ya decíamos que parecía un pasatiempo, desde luego. Pero podrían haberse esmerado un poco más.
Pongámonos a ello. Para aumentar el interés del juego habría que pensar en algunos otros aspectos. Adoptar, por de pronto, una visión más comprensiva del conjunto de los temas urbanos (de la ciudad y de su entorno). Tener en cuenta también otros temas y plantear propuestas integradas. No se puede decir que una zona tiene buen o mal acceso sin considerar también, por ejemplo, la posibilidad de mejorar ese mismo acceso. No se puede valorar el interés de unas parcelas sin saber de qué plazo estamos hablando; porque es posible que en algunos años contemos con otras más, de mayor atractivo y que ahora ni siquiera tenemos en cuenta. No se puede plantear un equipamiento de este tipo sin atender al conjunto de los equipamientos e instalaciones urbanas, presentes y futuras (sólo se habla de un supuesto parador, sin más). O sea: no nos vendría mal una visión algo más compleja del urbanismo, menos tosca.
Tampoco estaría mal analizar los suelos disponibles no sólo de la ciudad, sino también del alfoz. ¿No habíamos quedado que hay que hacer urbanismo y ordenación del territorio en coherencia con los municipios de alrededor? Porque quizá la mejor opción para ese hipotético palacio de congresos no esté dentro del término municipal de Valladolid. ¿Por qué ni siquiera analizamos esa posibilidad? Y desde luego habría que buscar solares que fueran buenos para garantizar el éxito del citado palacio pero que a la vez fueran también buenos para revitalizar determinadas zonas urbanas. El urbanismo no busca únicamente el éxito económico de las actividades urbanas, sino también el equilibrio entre los atractivos de unas y otras áreas. Cuando se barajaron diversos espacios para ubicar la “Ciudad de la Justicia” (qué forma de decidir tan desastrosa se llevó a cabo entonces) se habló de determinadas parcelas que ahora, sorprendentemente, han desaparecido del mapa (¿dónde están los suelos de “Los Viveros”, por ejemplo?). Y tampoco habría que descartar, como se hace, la posibilidad de utilizar las técnicas que ofrece la legislación urbanística para obtener suelo de equipamientos (¿qué tal si designamos la parcela del Colegio del Salvador como sistema general, por ejemplo?).
El juego, como vemos, podría ser mucho más divertido. Porque tal y como se nos plantea parece, ya lo hemos dicho, un tanto ramplón. Aunque cabe también la posibilidad de que el famoso palacio de congresos de que hablamos no fuera un regalo. De que su financiación procediera de los fondos públicos. Y en ese caso el interés del pasatiempo aumentaría todavía más. Pues quizá conviniese preguntar si era realmente necesario; si tenía sentido dedicar más de cien millones de euros (por decir una cifra) de la Junta, del Gobierno Central y del propio Ayuntamiento (o sea, de todos nosotros), a ese nuevo edificio. O si era preferible pensar en otras inversiones socialmente más productivas.
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