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06.04.11


Tripolitania
Permalink por Poto @ 23:46:58 en Años 50 -> Bitácora: Plaza

Junto a Berenice

La Bazana. Vuelo del Plan Nacional de Ortofotografía Aérea. Gobierno de España. Instituto Geográfico Nacional.

El pueblo del mar, Fenicia, se constituyó con base en diversas ciudades-estado autónomas, gobernadas por un soberano, entre las que cabe destacar los enclaves costeros de Biblos, Beritos, Sidón y Tiro. Superada la hegemonía cretense se expanden por el resto del Mediterráneo, gobernando el Norte de África, entre varias islas y litorales. Es allí donde Cartago, su más importante colonia de ultramar, funda los asentamientos púnicos de Oea, Labqi y Sabratha, conjunto que por su congruencia termina conociéndose como Tripolis.

[Mas:]

En el territorio interior los enlaces comerciales con los bereberes no tardaron en producirse. A medida que el poder cartaginés declinó, la influencia de los líderes bereberes se consolidó hasta la anexión a la República como provincia romana de Tripolitania. Luego llegarían los vándalos y bizantinos, hasta dar paso al largo dominio de los árabes y turcos otomanos, que expira con la guerra de 1911 con la toma por Italia.

En 1928 es nombrado gobernador Pietro Badoglio, que por la fuerza de las armas somete a una población cuyas tierras se confiscan en pro del ideal fascista de la colonización, usurpado del viejo anhelo de una nación que en el arranque de siglo se declaraba proletaria.

Badoglio aprovechó los avances disciplinares de Alessandro Limongelli, en orden a lograr una expresión moderna de la arquitectura colonial en la Tripolitania, a mayor gloria del régimen. Arquitectos como Marcello Piacentini o el joven Luigi Piccinato (eminente discípulo de Gustavo Giovannoni) irrumpen en la escena, aplicando las claves del racionalismo y otro modo de entender arquitectura y ciudad.

Así, justo antes de que se adoptase el primer gran Plan del Fascismo (Piano Regolatore di Roma, 1931), Luigi Piccinato plantea la crisis de los modelos urbanos compactos y radio-concéntricos, que lanzaban la ciudad a desarrollarse en todas las direcciones, consagrando el modelo de la renta como el único válido para interpretar los procesos de transformación. Para Piccinato el despliegue de lo urbano debía, al contrario, ser consecuencia de las tensiones generadas sobre el ser material, un plisado tectónico en persistente oscilación, atento a la naturaleza.

Era obvia la reacción contra la intervención sobre el territorio del Agro pontino (Oriolo Frezzotti), que disponía una malla sin fin, convergente sobre el centro representativo de la nueva ciudad.

Aquí reconoce Carlos Sambricio una de las referencias de la políticas de colonización que concluida la Guerra Civil se implementaron en España por el Instituto Nacional de Colonización, tras la Ley sobre Colonización y Repoblación interior de 1907, la transformación en regadíos de Primo de Rivera, y la Ley de Reforma Agraria de 1935. Poblados de hechura “germánica” sobre la imagen del Agro pontino, en tanto se procedía a normalizar los elementos propios de la arquitectura popular: llevar al campo un retal de ciudad, abrir la tierra para cultivarla y abrir la tierra para habitarla. Para radicar (y que prendieran) las familias, desprovistas de medios de trabajo o de capital. Que no desertaran.

En desarrollo de la Ley de Colonización de 1949, el 5 de abril de 1952 las Cortes Españolas aprueban el Plan de Obras, Colonización, Industrialización, y Electrificación de la provincia de Badajoz. El río Guadiana se ordena con arreglo a sus Vegas Bajas y Altas, de las que brotan los nuevos núcleos o los satélites del sistema, como La Bazana, en Jerez de los Caballeros, cuyo trazado se encomienda a Alejandro de la Sota tras la experiencia de Esquivel (Sevilla).

En Esquivel (1952) se ordenan 161 viviendas unifamiliares sobre planta en abanico en la que componen forma urbana, arquitectura y acervo mediterráneo a través de enunciados modernos. Describe el arquitecto en su Memoria de Proyecto:

«Si queremos unir al buen funcionamiento y belleza del pueblo otra cualidad más, -tal vez interesante en obras de carácter estatal-, que es la de la relativa propaganda a la que parece están obligados, se entiende que estos pueblos, deben esforzarse por mostrar, a quien cerca de ellos pasa, todo lo que de mejor tienen.

Siguiendo estos pensamientos pueden llegarse a una nueva concepción de pueblos en la que se trate, precisamente, de resaltar todo aquello que hemos indicado, como mejor en el pueblo, la plaza, que desarrollada nos permitirá formar una buena fachada exterior, bien definida. La plaza al desarrollarse, al desenroscarse, echa fuera de su seno a edificios exentos que dentro de ella están y así se nos despegan la Iglesia y el Ayuntamiento que se sitúan, solos, en el lugar más lucido de este pueblo, delante de esta fachada que la plaza, en su estirarse, formó.

En una publicación de este mes de octubre se habla del “invento” de un arquitecto vienés en que propugna rígidamente el empleo de las calles de circulación rodada y de peatones como “única” solución para poder vivir en las ciudades, que coincide con el criterio adoptado en Esquivel.

Se disponen las viviendas, excepto las que forman la fachada a la carretera, en calles íntimas de pequeña anchura, como las buenas de Andalucía, con jardineras en sus lados y que terminan, todas, en recogidas plazoletas con fuente central; las medidas dimensiones de estas calles y de estas plazas han de contribuir de manera patente a conseguir esa escala humana que hace acogedores los pueblos. Por ser todo esto de uso exclusivo de peatones, su pavimentación puede ser casi casera. Unos bancos, unos árboles y cuatro cosas más, bien situadas, contribuirán, en fin, al bienestar callejero que para Esquivel buscamos; hay que vivir a gusto en el pueblo.

Otras calles, las de penetración, arboladas, verdes, con paseos centrales, bancos y tapias recortadas al uso andaluz nos dan acceso a las “íntimas” antes citadas. Se usó con tino del folklore, que no sería acertado el suprimir. Ahora bien, el Arquitecto se reserva el proyectar más adelante, la pequeña plaza de la artesanía o de los oficios, en donde sí podría hacer uso total, abrumándola de este tan maltratado folklore o tipismo, como íntimo homenaje a lo que de muy bueno en sí encierra.»

La Bazana, cuyo encargo recibe Alejandro de la Sota con los de Entrerríos y Valuengo, es considerada una hermana cenicienta de Esquivel, vagamente más que un ensayo o propósito de orgánica interpretación del espacio. Los que así opinan encuentran en La Bazana una traducción de escala de la tan extraordinaria como inexplicablemente demolida Casa Arvesú, culminada en 1955. Otros se plantan con Radburn: la manzana es el poblado. Explica el arquitecto:

«Se pensó en el alejamiento de este pequeño pueblo. Por su situación de vivir aislado; no se verá desde ninguna carretera, ni camino importante. Se proyectó por esto, para sí, hacia dentro. Se intenta en La Bazana hacer un pueblo “todo de plazas”. Puede ser ésta una solución para pequeños poblados. En ese equilibrio que debe existir al hacer un proyecto entre las necesidades internas del usuario y el criterio que guía su aspecto externo; se pensó que se vive mejor en plazas que en calles y se proyectan todas plazas.

Existen barrios, por ejemplo El Viso en Madrid, regulares en su trazado y monótonos en el tipo de viviendas, que han logrado sin embargo, ser más atractivos y de mejor vivir que tantos otros, diferenciados, “pintorescos”, que no apetecen no solo para vivir sino tampoco para ver. Lo mismo puede suceder en los pueblos que proyectemos; creo deben llevar consigo el sello de que surgen de una vez.»

Sin ánimo de disimular nuestra soberbia capacidad para prescindir, creo que La Bazana es importante. Dice mucho de Alejandro de la Sota y de su obra maravillosa, y de los buenos arquitectos de la época y de quienes les consiguieron suceder. La vemos como los pájaros, con la cuidadosa ampliación de Gómez Álvarez, y luego al ras. Entendemos entonces de la inmensidad del espacio recogido por una arquitectura que niega todo afán de emitir señales, para darlo todo al ser, a la vida. Y del urbanismo que sabe de lo que es capaz de brotar: la ciudad que se mueve, el agua y su tierra. Andar, como Piccinato, atentos a la naturaleza.

Son, en principio, historias de colonias de quienes nos querían quietos y fecundos porque sin población no hay gobierno. Nada original un siglo después. Pero (a pesar de todo) en esas plazas me figuro un enjambre de vecinos... sacando la lengua.

(Nota: Procedencia imágenes de La Bazana, foto y plano: Fundación Arquitectura Contemporánea. Itinerarios de Arquitectura: Poblados de Colonización).

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