Fuentes de beber por toda la ciudad
No hablamos de fuentes ornamentales, sino de beber. Es verdad que el rumor del agua en la calle es, casi siempre, música celestial. Pero no querríamos que el tamaño de esa seducción nos hiciera olvidar algo elemental: la necesidad de caños para beber en la calle. ¿A qué puede responder que hayan ido desapareciendo las fuentes de beber del espacio urbano? ¿Ya no tenemos sed? ¿Basta con los bares? ¿Hay que entrar y consumir en un café para poder beber agua? Por lo que sabemos, únicamente Roma ha sabido mantener el tipo.
Roma
Roma tiene a gala contar con sistema de fuentes públicas de beber, extendidas por toda la ciudad, de agua fresquísima. (Hay quien dice que es la única ciudad que ha llegado a construir una amplia red de fuentes exclusivamente para beber). Se fue instalando desde finales del siglo XIX, tanto en los barrios antiguos como en los nuevos, un tipo de fuente que se hizo muy popular: los llamados nasoni, narizotas, por la forma característica de su caño. Primero fueron una veintena (algunos siguen en uso en el Trastevere), y luego muchos más (sobre todo en las décadas de 1930 y 1940), especialmente en las proximidades de los mercados, en las plazas y en los parques. La distribución final es amplia. Se dice que en la actualidad llega a haber más de dos mil de estas “narices”, aparte de otras muchas fontanelle (fuentes de beber) de distinto tipo. Algunos nasoni son de mármol, pero la mayoría se forman con un cilindro de hierro fundido, de 1,20 m. de altura. Su funcionamiento es curioso: tienen un orificio en el tubo de salida del agua que mira hacia arriba, de tal forma que si se tapona con el dedo la boca final, el agujero intermedio hace de surtidor, facilitando la bebida (la “técnica” puede verse en alguna de las imágenes de esta página, que contiene una bastante amplia información sobre la historia de las fuentes de beber de Roma).
Últimamente se cuestiona el despilfarro de agua que puede suponer el flujo continuo de los nasoni, proponiéndose ajustes de diseño para evitarlo. Pero la cuestión fundamental, en nuestro criterio, no está tanto en el diseño (que puede efectivamente corregirse sin mayor problema), sino en la distribución urbana. Hay muchas fuentes de beber de nuevo diseño (por ejemplo, las publicadas en José M. Serra, Elementos urbanos. Mobiliario y microarquitectura, Barcelona, G. Gili, 1996; pp. 176-189, son muy atractivas), pensadas especialmente para los parques, que podrían (que deberían) instalarse por toda la ciudad. En todas las ciudades. Simplemente por amabilidad.
Valladolid
En Valladolid se ha publicado recientemente un libro muy interesante sobre las fuentes públicas de la ciudad. El autor es Jesús Anta Roca, quien lleva bastante tiempo preocupado por la conservación de estos elementos urbanos. Se titula Fuentes de vecindad en Valladolid (Aguas de Valladolid, 2008); y relata de forma muy amena y bien documentada la historia de las fuentes vallisoletanas, enmarcada en la perspectiva general del abastecimiento de agua de la ciudad. Centra su interés especialmente en la función social que cumplían: “Eran lugares de cita, zonas donde entretener el tiempo, de encuentro furtivo para el cortejo entre jóvenes (...); lugares para el encuentro, la charla y el cotilleo; contribuían a la vida en común de los vallisoletanos, por ejemplo. En definitiva, eran lugares de socialización”. Y subraya una cuestión de género: “Pero, sobre todo, la fuente ha sido `un espacio de mujeres´, pues el peso del abasto de agua para las necesidades de la familia era un trabajo duro que recaía sobre ellas, ya fueran en su calidad de amas de casa o en su condición de criadas”. Suena antiguo. Porque, en efecto, la historia que nos relata Jesús Anta es de un tiempo pasado.
Un tiempo en que el abastecimiento de agua (en red, hasta los domicilios) no estaba generalizado; y en consecuencia el sentido urbano de las fuentes no era el de hoy. Su función era mucho más compleja. Pero aún con todo, esa amplitud de cometidos de la fuente urbana, que era indispensable para garantizar el acceso al agua de la población, permitía también que cualquier ciudadano tuviese fácilmente a su alcance algún grifo o surtidor donde saciar libremente la sed. Una ventaja que hoy, paradójicamente, al haberse generalizado en nuestras ciudades la red de agua, se ha perdido. Y urge recuperarla. Hay que hacer de Valladolid (y de las demás ciudades), al menos en esto, otra vez Roma.
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Para las asignaturas de “Planeamiento de Nuevas Áreas” y “Gestión y ejecución del planeamiento” de la Escuela de Arquitectura de Valladolid
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