No es fácil acertar
No es fácil acertar con los asientos en la calle, la plaza o el parque. Disponerlos en número adecuado, emplazarlos en posición correcta y conseguir que resulten agradables al uso tiene su dificultad, como testimonian los numerosos bancos que nunca se usan por nadie, en tantos sitios.
Pensamos que hay que atender a cuatro grupos de cuestiones: las actividades del espacio público en que se pretenda instalar los bancos; las características del medio ambiente; las de los usuarios a quienes se destinan; y por último, los principios generales del diseño en espacios exteriores.
1. Economía. Se han de seleccionar (o diseñar ex profeso) con formas simples, cuidando de que no resulten costosos y sean fáciles de mantener y limpiar. Atender a la integración en el escenario urbano (aunque muchas veces funcionan mejor en ese sentido los bancos de diseño genérico que los específicos). Y siempre a prueba de vándalos (y de suevos). No debería olvidarse que el banco debe tener su espacio propio, que no puede compartir con el de paseo cuando éste es de cierta intensidad. Y cuidar las normas ergonómicas elementales. Ni olvidar tampoco que, con pocas excepciones, lo mejor es que vayan anclados al suelo.
2. Usuarios. No es lógico que se piense en el mismo tipo de bancos cuando vayan a ser utilizados, presumiblemente, por ancianos o por chavales, por ejemplo. Ni tampoco cuando se destinen a gente que busca un lugar tranquilo para leer o a quienes pretenden disfrutar de la actividad de la calle. Si se va a sentar gente mayor suelen ser apropiados los bancos de madera y con respaldo (y brazos), por ejemplo. Pero a los chicos les vienen bien los bancos de piedra o de hormigón, de una pieza, donde se suben, saltan o hacen sus cosas.
3. Ambiente. Es necesario, desde luego, fijarse en la orientación (el sol en el invierno, las sombras en el verano), los vientos (de invierno) y las brisas (de verano), los ruidos (en las distintas horas del día) y los rumores; y, ya puestos, los perfumes. Estaría bien que, en general, los bancos reciban el sol de invierno; especialmente los que se usan de día en esa época. Y que, al menos aquellos que se pretende sean utilizados en verano, estén bajo la sombra de algún edificio, o de árboles próximos. Siempre protegidos de los vientos fríos y abiertos a la brisa amable del verano. Resguardados de los ruidos más violentos, pero orientados hacia los sonidos del agua o de la naturaleza de los parques, por ejemplo.
4. Actividades. Este punto es esencial, y muchas veces el que da lugar a más errores. Cuando haya una actividad principal, hay que orientar los bancos hacia ella, mirándola de frente. Cuando haya varias, elegir hacia dónde enfrentar el banco, en función de los usuarios potenciales. Suele ser adecuado, casi siempre, que los bancos miren hacia la actividad peatonal. Pero también hacia el paisaje o hacia el mar abierto. Incluso hay bancos, en la salida de algunas poblaciones, que miran directamente a la carretera que trae o se lleva coches. O para ver pasar los trenes. O llegar los barcos. Cuando están en una plaza abierta los bancos miran a su centro.
Y a partir de aquí, mil soluciones diferentes. El banco romántico sigue siendo magnífico. Y el de las Cajas de Ahorros es entrañable. En Suecia sigue vigente un tipo de banco del siglo XVI; y por todo el mundo se siguen instalando bancos de madera del mismo tipo. Tschumi/Erhel han diseñado un banco con luz que tiene su gracia. Y Àngels Colom otro multiusos para dejar también las bicis. Son bonitos. Pero no creemos que sustituyan todavía a ese conjunto de bancos de diseño de los años 75-90, como el banco catalano de Clotet y Tusquets, en banco Sócrates de Garcés y Soria, los Abril y Mayo de Cruz y Ortiz; o los Montseny de Lorenzo Milá (banco, sillas, sillones, banquetas).
Muchos bancos se integran en la arquitectura de los edificios (esos bancos en las fachadas de las casas que, según dice Pilar, los leoneses llaman “sentones”), para poder estar en la calle sin estarlo completamente, para gozar de la contemplación de la vida callejera, para ver y participar en la escena urbana pero con la protección de la casa propia. Otros bancos son simples muretes bajos (de 40-45 cm.), que separan dos ámbitos y se aprovechan como largos bancos corridos. Lo mismo que esas gradas o escalones que se aprovechan para tomar algo de altura y dominar el espacio urbano desde esa posición. Cuando pensamos en los bancos que usan los padres mientras los niños juegan, la actividad principal es (qué curioso) la de los niños. Y cuando nos referimos a los bancos de los parques que se pretenden tranquilos, debería garantizarse ese sosiego: cerrándole por atrás (tener las espaldas cubiertas siempre tanquiliza) y por los lados con vegetación, setos, muretes: haciendo rincones. No está escrito cuál de las anteriores propiedades debería primar. En los bancos redondos que rodean algunos árboles gruesos domina el interés por adecuarse a las características del espacio, o de sus elementos, antes que las vistas adonde dirigir la mirada.
Un banco es uno de los elementos más humildes del espacio urbano, de la ciudad. Por eso cuando se le ve aislado, en un lugar seleccionado con esmero para que desde él la vista sea pacífica (diríamos: amorosa), junto a algún árbol y un puñado de flores, muy cuidado, y con una inscripción en el respaldo, en memoria de una muchacha que murió hace más de treinta años (así lo vi, hace ya tiempo), se afecta el alma (y un calor húmedo sube de la tierra) mucho más que en cualquier otro lugar o con ningún otro monumento.
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Para las asignaturas de “Planeamiento de Nuevas Áreas” y “Gestión y ejecución del planeamiento” de la Escuela de Arquitectura de Valladolid
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