Un modo más austero, más amistoso, de ciudad jardín
La ciudad estará entre los árboles, sin duda. Integrada en la arboleda. Pero ¿qué árboles pondremos? ¿Por qué no pinos, un sencillo pinar? Todo lo que tiene de distante la ciudad jardín se desvanece en el pinar. Sicilia, Ibiza, Cerdeña, Cataluña, Atenas o Túnez, todo el Mediterráneo está poblado de pinos. Y desde luego, los hay en Roma, la ciudad que los acoge exuberantes en sus calles y patios. Más modestamente, en pequeños grupos también caracterizan la Huerta del Rey de Valladolid. E igualmente, ahora como bosque, se ven en otra vecindad vallisoletana, la expresivamente denominada Pinar de Antequera. O en infinidad de barrios de ciudades de medio mundo (de las zonas templadas y frías del planeta, salvo en Oceanía y América del Sur).
Es tan sugerente que parece natural que Botticelli situara la historia de Nastagio degli Onesti en un pinar. Tan fragante que su resina puede aromar la ciudad. Y de sus negras agujas “caen gotas de música” (José Hierro). Buen amigo del aire, se dice (es una larga historia) que gime cuando sopla el bóreas. Muy útil, su importancia en la construcción ha sido y es determinante: es la madera preferida para hacer vigas, pies rectos, puertas, ventanas y toda clase de muebles. En realidad el pino lo es todo: "El pino es el mar y el cielo / y la montaña: el planeta" (Antonio Machado). Hay 90 especies diferentes, pero aquí, en Valladolid, estamos acostumbrados al piñonero, el pinus pinea con sus parasoles. Y en cualquier caso, en sus 90 especies sigue siendo un árbol austero: por eso siempre acogedor. Pues ya sabemos, desde Aristóteles, que “la austeridad es lo que funda la amistad”.
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Para las asignaturas de “Planeamiento de Nuevas Áreas” y “Gestión y ejecución del planeamiento” de la Escuela de Arquitectura de Valladolid
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código original facilitado por
B2/Evolution
|| . . the burgeoning city . . || . .
la ciudad en ciernes . . || . .
la ville en herbe . . ||