Detalles del post: Para qué sirve la Utopía

25.05.09


Para qué sirve la Utopía
Permalink por Saravia @ 01:14:29 en Lugares imaginarios -> Bitácora: Mundos

Me acerco dos pasos y se aleja dos pasos

Church Square, en la pintoresca villa medieval de Rye, Sussex (imagen de beenthere-donethat.org.uk)

Localización: Utopía es una isla situada a unas quince millas de las costas de Sudamérica, en la zona de la Atlántida. Descripción: En la parte más ancha mide 300 km. Tiene “el aspecto de una luna creciente”. El interior es un inmenso puerto natural, un mar interior que facilita el transporte dentro del país. Hay 54 grandes ciudades, todas construidas sobre un mismo plano y separadas entre sí 36 km, más o menos. La capital es Amauroto (“entre brumas”; es decir: Villanubla), situada en el centro de la isla, junto al río Anidro, y rodeada de muralla, foso y torres defensivas. El plano es regular. No crece, “no tienen el deseo de ensanchar sus confines”. Las casas son unifamiliares, con terrazas y acabadas con muros de piedra o ladrillo, a prueba de fuego. La mayor parte de las ventanas tiene cristales, y el resto están protegidas con lienzos finos impregnados en ámbar muy transparente. Hay huertos y jardines en la mayoría de las parcelas. Las calles son anchas y rectas, de 20 pies. Y en el campo también se ven casas equipadas para cultivar la tierra, que se ocupan cada cierto tiempo por sorteo. Informador: Tomás Moro, en De optimo republicae statu deque nova insula Utopia (Londres, 1516; trad. esp. reciente: E. García Estébanez, en Madrid, Akal, 1997). Tema: No la utopía, sino algo más prosaico: el poblado medieval o renacentista, más o menos, como modelo de comunidad feliz.

[Mas:]

Argumento: En Utopía está abolida la propiedad privada y el dinero. Hay esclavos, en su mayoría son criminales condenados que se adquieren en otros países a precios bajísimos (incluso gratis). Pero otros esclavos son extranjeros que prefieren la esclavitud de Utopía antes que la libertad y la pobreza en sus países. Estos últimos son libres de abandonar el país cuando lo deseen. El fundador de Amauroto fue el propio Utopo, que se preocupó de los trazados viarios, el puente de acceso, las defensas y los huertos, “dejando, en cambio, a la posteridad el ornato y demás cuidados, al darse cuenta de que para esto no bastaba la vida de un hombre”.

Derivaciones: De Utopía a utopía. Para la crítica de esta última (una entre innumerables, la mayoría durísimas), basta con Kundera: "El totalitarismo no es un infierno; o bien, es un infierno, pero es el infierno en el paraíso. La intención del totalitarismo no es la de hacer sufrir a la gente sino, al contrario, la de imponerle su felicidad... Responde a un arquetipo que llevamos todos en nosotros mismos: el sueño de una comunidad en donde todo el mundo tendría la misma fe, la misma voluntad, en donde no habría diferencia entre lo privado y lo público, ni habría secreto. Desgraciadamente, el hombre es mucho muy rico y complejo como para poder formar parte de una comunidad a tal punto ideal".

Para su impulso, cinco nombres: Condorcet, Habermas, Ferlosio, Camus y Galeano. El primero, Condorcet, nos invita a escuchar las voces del pasado y las de las lejanías, en la búsqueda de una “identidad peregrina” que toma en cuenta los puntos de vista de lo antípoda y lo anterior. Su Atlántida, por tanto, combina sin cesar la invención y el inventario. Oigamos ahora la defensa de la utopía que nos deja Habermas: “Cuando los oasis utópicos se secan, se difunde un desierto de trivialidad y desconcierto”. Leamos a Sánchez Ferlosio, para quien la utopía debe hacer sitio, ante todo, a las causas derrotadas: el rechazo del principio de realidad y la universalidad (es decir: el rechazo del principio de identidad) serán criterios pertinentes para dirimir el bien; y se caracterizará como antihistoria. Pues la utopía es una obstinación. Pero con esa expresión no se sugiere (más bien todo lo contrario) la sinrazón y a la desmesura. Oigamos a Camus en su reivindicación del buen medir: “La desmesura es una comodidad siempre, y una carrera, a veces. La mesura, por el contrario, es una pura tensión”. Arco y flecha, otra vez la tensión. Y acudamos finalmente a Eduardo Galeano (citado por Fernández Buey en Utopías): “¿Para qué sirve la Utopía? Ella está en el horizonte. Me acerco dos pasos y ella se aleja dos pasos. Camino diez pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. Por mucho que yo camine nunca la alcanzaré. ¿Para qué sirve la Utopía? Para eso sirve: para caminar”.

Ejemplos: La Utopía sirve para caminar. ¿Para qué sirve Amauroto? Para sugerirnos esa utopía blanda, de andar por casa, que tiende a valorar idílicamente los poblados medievales como síntesis de paz y comunidad, de vida urbana feliz. Por supuesto, a escala humana (sea lo que sea que tal escala signifique). Es decir: una derivación perversa y ñoña de la ciudad feliz. Por un lado están las recreaciones turísticas de las villas que conservan suficientes restos medievales como para poder montar un escenario creíble (ver una página de Medieval English Towns). Pero por otro, dos grandes corrientes urbanísticas, una por continente. En América, el New Urbanism, empeñado en recrear poblaciones de cuento (un ejemplo: Houses in Seaside, Florida; o Renaissance Town Center, de Duany). En Europa: The Prince’s Foundation for the Built Environment, anclada en un pasado irreal (un ejemplo: Poundbury).

Opinión: Utopía sí; Amauroto no.

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