Tras el ejemplo de una pequeña e imaginaria aldea gala
Lugar: La aldea irreductible está situada junto al mar, al norte de la Galia; pero al no haberse localizado restos fidedignos es imposible saber el lugar exacto.
Descripción: No es demasiado diferente de otros poblados galos de la época (en torno al año 50 adC). De forma sensiblemente circular, está cercada por una empalizada. Siempre humeante, rodeada de bosques (con jabalíes estresados), y con cuatro campamentos romanos que la acechan: Petibónum, Láudanum, Babaórum y Aquarium. Por allí cerca discurre alguna calzada (con la indicación de "peligro por losas deslizantes"). Las casas son de piedra, cubiertas de paja y con grandes dinteles de madera. Está atravesada por un pequeño arroyo que se salva con algunos puentes de madera. Hay árboles dispersos en el espacio urbano y los frentes de algunas casas se han pavimentado con cantos rodados. En una explanada se celebran comidas comunitarias, donde una gran mesa redonda acoge a toda la población… menos al bardo, que en tales ocasiones permanece atado en su vivienda, situada en lo alto de un árbol próximo. Hay comercios (por ejemplo: “Pescados crustáceos Casa Ordenalfabétix”), locales de artesanos y otros oficios (herrería, tallado y distribución de menhires, etc.), palomares, pozo y tabernas (“Al vino galo”). Destacan dos viviendas: la del jefe, marcada con una cabeza de toro o de buey sobre la puerta; y la del druida, junto a un manantial. Da la impresión de que en el cielo está siempre la luna llena.
Informadores: René Goscinny (guiones) y Albert Uderzo (dibujos) en la serie de cómics de Astérix el Galo (se edita desde 1959).
Tema: La rebelión; la acción vecinal rebelde.
Argumento: En esta aldea gala sin nombre que recordamos la vida cotidiana se desarrolla al aire libre. Se cocina al aire libre, se lava al aire libre y el herrero trabaja también fuera de la herrería. Las clases se dan al aire libre (Asuracentúrix, el bardo, instruye a los niños junto a un árbol). Incluso habitualmente se come también al aire libre, sobre unas mesas y bancos demasiado parecidos a los merenderos del Icona. Se ven actividades hortícolas (dentro de la empalizada), y el movimiento de bueyes, caballos, carros de heno. Obélix, tallista y repartidor de menhires, trabaja en una cantera de las proximidades. Hay dos actividades singulares. Una, la toma de una “poción mágica” que fabrica (con muérdago cortado con una hoz de oro) el druida Panorámix en una marmita y reparte a casi todos los vecinos cuando la ocasión lo requiere. Es un brevaje que les da una fuerza sobrehumana. La segunda se refiere a la costumbre de organizar, “bajo el estrellado manto de Tutatis”, celebraciones en torno a una gran mesa, con las justificaciones más peregrinas. Cualquier excusa es buena para reunirse todos a cenar. Pero quizá lo más destacable de este poblado sea la cohesión social de que hacen gala al enfrentarse al imperio más poderoso de la tierra. Todos colaboran contra los romanos. Desde el astuto Astérix al “fuertecito” Obélix. Desde el jefe Abraracúrcix hasta el anciano Edadepiédrix. Todo bicho viviente, incluso el perrillo de Obélix, Ideáfix, se enfrenta a los romanos con decisión y sin miedo (aunque con pócima), pues sólo temen que el cielo caiga sobre sus cabezas. Pero, como bien dicen, “eso no va a pasar mañana”.
Derivaciones: Y ya que estamos en Francia, recurramos ahora a otro francés que habla de rebelión: Albert Camus, que escribió El hombre rebelde (Madrid, Alianza, 1982) en 1951. Destacaremos del libro cinco criterios que sugiere para la rebelión: la ley de la mesura (“la mesura no es lo contrario de la rebelión. La rebelión es la mesura y ella la ordena, la defiende y la recrea”; “la mesura es pura tensión”); el pensamiento de mediodía (“la rebelión se apoya en lo real”; la revolución “trata de realizarse de arriba abajo”, y la rebelión “de abajo arriba”, “se pone a favor del verdadero realismo”, y se apoya “en las realidades más concretas”); los prejuicios de la época (la rebelión “trata como se merecen los prejuicios de la época, y ante todo al más profundo y desafortunado de ellos, que quiere que el hombre liberado de la desmesura quede reducido a una pobre sensatez”); las personas y la especie (“los hombres de Europa, abandonados a las sombras, olvidan el presente por el porvenir, la miseria de los arrabales por una ciudad radiante, la justicia cotidiana por una vana tierra prometida. Desesperan de la libertad de las personas y sueñan con una extraña libertad de la especie”); y la tensión (hay que dejar “la época y sus furores adolescentes”; "para ser hombre hay que negarse a ser dios"; se requiere tensión: “el arco se tuerce, la madera cruje. Del máximo de la tensión más alta va a surgir el impulso de una flecha recta, de la saeta más dura y más libre”). Si se practica la rebelión, convendría tener presentes tales criterios y principios.
Ejemplos: Nos referimos sólo a casos de incidencia urbanística, relacionados con el planeamiento. Recordaremos cuatro ejemplos, uno por cada una de las cuatro últimas décadas. Pasen y vean: es la entrada de los nuevos galos irreductibles, los nuevos gladiadores que lucharán contra el imperio, donde quiera que esté y se manifieste. Sin red. De los años 70, veamos el barrio libre de Copenhague conocido como Christiania. Se ha dicho que "las revoluciones no son posibles en Dinamarca, porque en el último momento, cuando todo está preparado, empieza siempre a llover". Puede ser. El periodista danés Ole Wurtz se refería con esa frase a la experiencia de Christiania, un barrio autodenominado “Ciudad Libre”. No será revolucionario, pero sí, desde luego, bastante rebelde. Ocupa unas 34 hectáreas de unas antiguas instalaciones militares, y en él residen actualmente algo más de 800 personas.
El origen (1971) fue muy conflictivo, pero la situación llegó a estabilizarse de alguna manera. Actualmente se trata de un enclave tranquilo y peculiar que se ha constituido como lugar de visita turística y habitual para muchos grupos de estudiantes. Muy pintoresco, su actividad de basa en el apoyo mutuo y la artesanía. Hay mercadillos, cafés y locales de comidas (unas hamburguesas espectaculares), centros culturales alternativos, etc. Los residentes tienen a gala decir que allí no hay reglas, pero lo cierto es que se respetan determinadas normas propias: prohibidas las drogas duras, prohibido hacer fotos (por todas partes se hace constar), hacer acampada, tener coche y alguna prohibición más. También es obligatorio reciclar (la obsesión por la basura es palpable). En los últimos tiempos han aparecido de nuevo las tensiones con la administración. En octubre de 2008 se vieron otra vez enfrentamientos con la policía, levantamiento de barricadas en la calle, lanzamiento de piedras y cóckteles molotov, detenciones, gases lacrimógenos. El problema: la demolición de una antigua residencia ocupada por los “christianitas”.
De los años 80, recordemos (sólo citándolo) el plan del Casc Antic de Barcelona redactado por Fayos, de Cáceres y Domínguez para las asociaciones de vecinos, frente al plan oficial. De los 90 nos quedamos con una actuación defensiva frente al tráfico rodado en una calle casi rural de Zúrich (ver la foto del encabezamiento). Y de los 2000, algunos de los trabajos de acción directa que coordina Santiago Cirugeda. Todos estos ejemplos nos ponen en la pista, de una u otra forma, de aquella rebelión de los galos insurrectos. En todos estos casos los vecinos actúan localmente, en su barrio, suficientemente organizados contra un orden muchas veces demasiado general. Seguramente podría identificarse en cada uno de ellos sin mucha dificultad quién es el "astérix" (¿Cirugeda?), quién "obélix" y quién "edadepiédrix". ¿Cuál es la pócima milagrosa? En Christiania creemos que sabemos cuál podría ser, pero en los otros casos la fuerza podría ser simplemente el impulso de justicia, que proporciona una fuerza titánica. Volvamos a Camus: "la rebelión nace del espectáculo de la sinrazón ante una condición injusta e incomprensible". Pero no todas las actuaciones de los galos contra el imperio habrán de ser interesantes sólo porque se dirijan contra Roma. Para valorar cada una de ellas adecuadamente habría que contrastar los criterios de Camus antes citados: un trabajo que le dejamos al lector.
Opinión: Favorable, por supuesto. Con todas las cautelas (recordemos las leyes de la mesura), pero con toda la decisión (no olvidemos el imperio de los prejuicios y la obligación de la tensión). Una opinión favorable, por supuesto.
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Para las asignaturas de “Planeamiento de Nuevas Áreas” y “Gestión y ejecución del planeamiento” de la Escuela de Arquitectura de Valladolid
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