Por favor, si son ustedes tan amables
No es una manía, se lo aseguramos. Pues convendrán con nosotros que hay muy pocos evacuatorios públicos en nuestras ciudades. Pero muy pocos muy pocos. Sin embargo se trata de un elemento básico, esencial, del confort. ¿Serían tan amables?
Desde luego, buena parte de la culpa está en la normativa. Pues nada impide, sino todo lo contrario, plantear criterios de población, distancias, usos, para establecer unas exigencias de dotación de evacuatorios en el espacio urbano. ¿Que requieren un mantenimiento cuidadoso? Por supuesto. ¿Que el diseño es muy complicado, para aunar demandas de funcionalidad, higiene y seguridad? Desde luego. Pero ni esas ni ninguna otra dificultad justifican el casi absoluto abandono que hoy se padece en esta cuestión en las ciudades españolas.
Los habitualmente denominados “aseos públicos” (o public toilets) deben ser de acceso directo desde la calle. Ha de haber un número suficiente y no deberían quedar demasiado lejos de ningún punto del espacio urbano. En algunos lugares se han desarrollado mapas en la red para poder localizar el que en cada momento quede más cercano, y también se pueden consultar desde el móvil. Pero ese tipo de soluciones, como sabemos, no alcanzan a toda la población. Son instalaciones costosas (el precio de algunas cabinas sofisticadas está en el orden de los 75.000 dólares USA cada una; pero el mantenimiento es la parte más gravosa: ver aquí un contrato tipo); por lo que se han buscado fórmulas de financiación: habitualmente la publicidad, a veces el aprovechamiento de los residuos y otras veces simplemente cobrar por el uso. Algo rechazable, en nuestra opinión. Pues precisamente quien más precisa de esos evacuatorios es quien no puede pagar ni un café.
Es frecuente, además, que no funcionen adecuadamente. En Estados Unidos se dice que en Europa marchan bien, pero que allí no acaban de encontrar su lugar. En 2004 se pusieron en funcionamiento unos cuantos evacuatorios en Seattle, por ejemplo, y la experiencia se ha calificado de mala. Sin embargo en Nueva York se ha dispuesto la instalación de unas decenas de cabinas nuevas. En cualquier caso, de una forma u otra deberá resolverse su funcionamiento pues se trata, ya decimos, de una instalación necesaria. No tanto para los turistas (es curioso: la discusión sobre su instalación suele plantearse en función de estos usuarios), sino de la población en general.
Hay varios tipos. La solución clásica es la del edificio de servicios, o el aprovechamiento de parte de otro edificio existente y con otro uso. Pero últimamente parece extenderse más la idea de las cabinas exentas (aseos prefabricados y automáticos), que se suman así como un elemento más al mobiliario urbano. Aunque también se dispone, en algunos casos, una simple pared acondicionada (sólo para hombres, naturalmente). Y otras veces se recurre a una solución intermedia (mitad mueble mitad inmueble): las cabinas que se soterran en determinados periodos (sistemas urilift y urigienic). Estas últimas no tienen la movilidad de otras cabinas que se desmontan fácilmente por completo, pero comparten con ellas muchas de sus características. Y un caso especial es el de los servicios en los transportes públicos: los servicios de trenes, aviones, autobuses y barcos también poseen características comunes con los de la calle. También hay que hablar, por supuesto, de las instalaciones que precisan estos equipamientos. Por supuesto: abastecimiento de agua, saneamiento y electricidad. Aunque en todas esas cuestiones se admiten variaciones; y hay servicios que además se dotan de otras instalaciones complementarias.
La especificación por tipos de usuarios también representa cierta complejidad. Lo tradicional es la separación por sexos. Pero cada vez se recurre más a instalaciones genéricas, sin especificación de género. También han de procurarse servicios específicos para su uso con silla de ruedas, facilitando la movilidad y maniobra. Pero no siempre se usan solos. Últimamente se proponen también “aseos familiares” (family restroom). E incluso hay cabinas dispuestas para el uso exclusivo, por ejemplo, de los conductores de autobús. Lo que no suele plantearse, y sería importante, es que se diseñen para su uso fácil por personas mayores. No por jóvenes con móvil y 50 céntimos de euro, sino por ancianos con dificultades para empujar esas puertas semiblindadas, para manejar esos mecanismos diabólicos del lavabo y el papel, etc.
Porque el diseño, como vemos, no es un asunto menor. Habitualmente no se ha sabido acertar. Algunos edificios de servicios tienen su interés, pero el caso de las cabinas es más problemático. Los ejemplos fallidos de hace algunos años son expresivos de la dificultad. En los últimos tiempos se han planteado algunas cabinas metálicas, transparentes o de cristal de espejo. Aunque también se siguen fabricando de hormigón. La verdad es que esa imagen de las cabinas acristaladas no acabamos de verla como la más hospitalaria. En cualquier caso se trata de una instalación muy propicia para los gadgets. Las últimas incorporaciones son: puerta de entrada de acero fino accionada por un interruptor con indicación de "ocupado" en el exterior, cerradura electromagnética, descarga de agua del inodoro activada por un sensor tras cada uso, módulo para enjabonarse, lavarse y secarse las manos activado por un sensor, calefacción y ventilación, sistema de alarma y emergencia, sistema de limitación de tiempo para el usuario, etc. Es además un campo muy propicio para los bromistas. En algunos casos, añadiendo imágenes, sin más. En otros, haciendo grafitis. Y muchas veces jugando con los pictogramas.
Lo cierto es que, como decíamos al principio, debería replantearse radicalmente esta cuestión, y tomársela en serio. Hay múltiples ejemplos para estudiar su funcionamiento, sus problemas, sus aciertos. Por ejemplo: Amsterdam, Barcelona, Londres, Lieja, Hannover, París, Sidney, Seattle, Nueva York, Karachi, Calgary, Lausana, Portland, Irún. Es una pequeña cosa; pero como tantas otras cuestiones menores, da una pauta de la civilización.
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Para las asignaturas de “Planeamiento de Nuevas Áreas” y “Gestión y ejecución del planeamiento” de la Escuela de Arquitectura de Valladolid
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