El modelo de ocupación de los bordes de Libreville, Gabón.
Como una constelación, Libreville se extiende hacia la selva de acuerdo con el modelo de las salpicaduras de Pollock, la voleada de la cosecha en la era, el esparcimiento de las cenizas de los difuntos. Ciudad a un lado, selva al otro, interpenetrándose progresivamente. ¿Quién se derrama y quién es la base? Si el viento sopla desde el mar es ciudad lo que se extiende sobre el bosque. Si procede del interior, lo que avanza es la selva. En cualquier caso parece un juego entre amigos. Y no es extraño: en nuestra lengua esparcimiento es también distracción, recreo, ocio.
Gabón es raro. Situado en el golfo de Guinea, es un país muy rico, con grandes recursos petrolíferos y explotaciones forestales inmensas; minas de manganeso y un potencial turístico importante. De hecho ya se han empezado a construir grandes complejos, como el megaproyecto de un consorcio sudafricano denominado “Front de mer”. Pero también es singular por la distribución de la población, ya que la gran mayoría es urbana (más del 73%). Un país rico, decíamos, pero con grandes contrastes y enormes bolsas de pobreza. La capital, Libreville, cuenta con más de 600.000 habitantes, y hacia ella han llegado distintas oleadas de inmigrantes, tanto del campo gabonés como de otros países muy diversos (nigerianos, benineses, libaneses, marroquíes, chinos y muchos europeos). El crecimiento ha sido espectacular, si tenemos en cuenta que en 1960 no se superaban los 30.000 habitantes. Se han hecho algunos planes urbanísticos (el primero en 1939, el último, en los años 90), pero con una mínima efectividad para encauzar ese desarrollo.
La fundación de Libreville fue igualmente especial, pues la ciudad se constituyó formalmente como tal en 1843, como punto de concentración de esclavos liberados de los Estados Unidos: de ahí el nombre de “ciudad de los liberados”. Formó parte de las colonias francesas de África desde 1885, y fue en 1960 elegida como capital del nuevo estado independiente de Gabón. La herencia que dejó la colonia fue dispar: había varios barrios derivados de poblados indígenas, como Nkembo (del siglo XIV, habitado por los sékyani); otros de expansión de la ciudad (Avéa, Venez-Voir, etc.); áreas de chabolas (bidonvilles) y un barrio colonial llamado “la Ciudad Blanca” (un resumen de la morfología urbana, en este trabajo de Gilles Martin, páginas 62 y siguientes). Las pocas infraestructuras de que se disponía se concentraban, como puede suponerse, en este último lugar. Los tipos de vivienda no eran uniformes: casas coloniales, muchísimas infraviviendas (con frecuencia, de ocupación a tiempo parcial), y otros tipos de valor intermedio en la primera periferia urbana. Las densidades de las zonas de unifamiliares más consolidadas son del orden de 30 viviendas por hectárea, pero se reducen progresivamente hasta las 4 ó 5 viviendas por hectárea en las áreas más exteriores. Al parecer la población de los barrios más pobres está agrupada según las etnias de procedencia. Y hay que destacar cómo en muchos casos la pobreza es más acentuada en las áreas urbanizadas, al haberse perdido el apoyo familiar que tradicionalmente funcionaba en el medio rural como garantía de ayuda mutua.
Los equipamientos de los barrios son muy escasos. En alguna ocasión se ha llamado la atención, por ejemplo, sobre el contraste existente entre algunos buenos hospitales privados de la zona central (el “rostro radiante” de Libreville) y las enormes carencias del resto de la ciudad. La forma de ocupación de la enorme corona de infraviviendas (“anárquica, espontánea y descontrolada”, repiten una y otra vez los distintos estudios sobre la ciudad) presenta gravísimos problemas de accesibilidad e infraestructuras. Hay un aeropuerto y una línea de ferrocarril (“transgabonés”), pero la red rodada formal tampoco es mucho más importante, y además su estado de conservación es muy precario. El 94% de las vías no están pavimentadas y son de laterita. Y muchas de las viviendas ni siquiera están conectadas a un camino. Pues bien: la gran mayoría de las inversiones de infraestructura que se han venido realizando en las últimas décadas no sólo han sido clamorosamente insuficientes, sino que parecen, además, haberse gestionado de forma equivocada. Por ejemplo, sólo el 36% de los hogares de los suburbios del norte y el este tienen acceso directo al sistema de abastecimiento de agua, lo que origina la reventa y el uso de pozos y aguas superficiales sin control. Y sólo el 60% de los residuos producidos en la ciudad son recogidos (con marcadas diferencias entre barrios). Pues bien: en la década de los 80 se privatizaron los servicios de agua, electricidad y recogida de residuos, lo que acentuó la inequidad de su distribución territorial. Según Anicet Mboumba (“Gestion urbaine et équité socio-spatiale: les inégalités dans les services de base à Libreville”, en Espace géographique, 2007-2), los operadores privados, ansiosos por alcanzar economías de escala, impulsados por la “lógica de la rentabilidad”, y favorecidos por la falta casi total de control de sus actividades por parte de la administración, multiplicaron las desigualdades de trato entre zonas.
Pero además existe una peculiaridad topográfica que acentúa los problemas de servicio. Libreville está emplazada sobre una serie de colinas separadas por barrancos y valles pantanosos, con fuertes pendientes. En origen la población se asientó en las colinas (tal como lo describió Laserre en 1958), que así estaba defendida de las frecuentes inundaciones. Pero el crecimiento urbano y la presión demográfica empujaron a ocupar la totalidad del terreno, con las consiguientes inundaciones de fosas sépticas y propagación de enfermedades. Se realizaron algunos proyectos, como el denominado “5BV” (que afectaba a cinco cuencas hidrográficas), pero su ejecución quedó incompleta. Lo mismo que otros planes redactados para incrementar la accesibilidad e incluso para mejorar el habitat y las viviendas existentes. Porque en estos programas se aprecia otro problema más: subestimar la magnitud de las necesidades urbanas. El citado programa de mejora de los barrios de chabolas, que se inició en 1980, afectaba únicamente a 8000 habitantes de los distritos de Akebé y Likouala, mientras que se ha calculado que el volumen de población que reside en viviendas precarias asciende a 375.000 personas. De manera que el modelo de ocupación que ilustramos en la fotografía del encabezamiento, inicialmente atractivo, se torna al conocerlo algo más de cerca, finalmente inquietante.
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Para las asignaturas de “Planeamiento de Nuevas Áreas” y “Gestión y ejecución del planeamiento” de la Escuela de Arquitectura de Valladolid
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