48. El ciclo de la vida
Recordemos a Levy-Strauss (en Tristes Trópicos): “No es de manera metafórica como se tiene derecho a comparar una ciudad con una sinfonía”. Y veamos cómo insistía en la comparación: “Son objetos de la misma naturaleza. Más preciosa quizá todavía, la ciudad se sitúa en la confluencia entre la naturaleza y el artificio”. Estamos con él. Sin duda, la ciudad es una sinfonía. Y la ciudad como su nombre tendrá que ser (así nos lo hemos prometido) la 9ª de Beethoven. ¿Quién da más?
La ciudad es una obra para orquesta y coros dividida en varios movimientos. Cada uno tiene una estructura y un tiempo diferente. Cada uno su propio ritmo. Con el tiempo, la orquesta es más numerosa y complicada. Antes bastaba un pequeño grupo de cámara con unas pocas docenas de instrumentos (Troya, Siracusa), pero en la actualidad, después de Mahler (ese gran urbanista), las cosas se han complicado mucho. En la sinfonía de las ciudades hay allegros, lentos, minués y rondós, scherzos y sonatas. Pero siempre concluyen con un gran movimiento para orquesta, coro y solistas. ¿En la plaza, quizá? Mas no hablemos de memoria. Veamos el ejemplo de Amsterdam: ahí sí podemos escuchar una gran sinfonía de nuestro tiempo. Cada día, en la ciudad, suena una música. Y cada semana, cada mes, cada estación y cada año. La vida urbana se distribuye por edades y actividades como la orquesta por instrumentos. (Seguiremos la descripción de la ciudad de la primera parte del libro de M. de Hoog y R. Vermuelen, New rhythms of the city. Moulding the metropolis in Amsterdam, Thoth Publ. Bussum, 2009).
Cada día
Cada día, cada persona tiene su rutina, sus actividades regulares que desarrolla en unos determinados sitios conectados por una serie de rutas regulares. Dependiendo de qué hora sea, la gente está en uno u otro lugar, o en este o aquel camino.
Los niños amsterdaneses de menos de 3 años pasan buena parte de su tiempo en las guarderías. La ciudad procura que haya suficientes y estén bien repartidas. Como también distribuye las zonas de juego apropiadas a esa edad. A esos niños más pequeños les acompañan frecuentemente sus abuelos (y algunos profesionales). Es curioso: en los distritos de inmigrantes se hace menos uso de las guarderías y también hay menos guarderías (¿qué irá antes?). No obstante, Amsterdam está plagado de este tipo de equipamientos y de “pre-escuelas”. Y una cosa más: para llevar a los niños se han generalizado los carritos de bicicleta, aunque plantean algún problema en los carriles bici.
Los niños de 4-11 años llevan otro ritmo. Para ellos están los kindergarten y las escuelas de primaria. Por las tardes siguen con sus actividades, parte de ellas en sus campos de juego. En Amsterdam hay escuelas muy diferentes (judía, islámica, Montesori, cristiana, Dalton, etc.). Y se ha observado que últimamente los niños juegan menos en los espacios exteriores (y también hay menos espacios dispuestos para esos juegos: ¿qué irá antes?). Aunque la ciudad está marcada por el magnífico despliegue de zonas de juego de Van Eyck, que se inició en los 70 (se hicieron unas 50 zonas al año, hasta llegar a 1000). Y otra cuestión es la del uso de estos centros docentes para actividades de barrio, fuera del horario escolar (Broad school), aunque organizarlo no es tan fácil como podría parecer. Y por otra parte, los muchachos mayores de este grupo de edades necesitan ya algunos campos de deportes, pues empiezan a aburrirse en las áreas de juego de niños (ya se ha empezado a construir este tipo de campos en los barrios).
Los teenagers de 12 a 18 años pasan mucho tiempo en las escuelas de secundaria. Para estos chavales ir a esos centros significa un salto cualitativo en el uso de la ciudad. Ya salen del barrio, descubren otras áreas urbanas y su mapa mental de la ciudad se amplía. También aparecen entre los adolescentes las motos (luego, pasada la fiebre, volverán a coger la bici). Y como participar de la vida ciudadana cuesta dinero, empiezan a pensar en tener otra actividad, un empleo a tiempo parcial: en Amsterdam hay muchos jovencillos que trabajan en vacaciones o en el fin de semana (en una heladería, cuidando niños, en un supermercado…).
Entre los 19 y los 25 muchos son estudiantes, aunque hay un porcentaje elevado de jóvenes que decide entrar directamente en el mercado de trabajo (un 49%). También llegan estudiantes de fuera. Y entre todos forman otra población, dentro de la ciudad. Los hay que llegan de otra región y se instalan en la ciudad, pero los hay también que van y vienen diariamente (los commuters). Para todos ellos, el ritmo de vida es diferente al que conocían hasta llegar a esta edad. La relación con las tiendas, los cafés, los restaurantes es distinta. Hacen mucha vida en las residencias de estudiantes, propias o ajenas. Y marcan el espacio decisivamente. Muchos viven en pisos más o menos centrales. Y son frecuentes los casos de estudiantes que cuando empiezan a trabajar, una vez acabados sus estudios, mantienen el piso que tenían cuando estaban en la universidad durante un tiempo. Los barrios que rodean el centro son los más populares en este sentido. Y lo cierto es que Ámsterdam funciona para los estudiantes como un imán. Pero cuidado: empieza a darse escasez de viviendas para esta demanda juvenil, que de agravarse podría romper la armonía urbana e incluso derivar en (o complicarse con) problemas de empleo.
Entre los 26 y los 64 años está la población adulta. Un amplio grupo que también tiene sus ritmos propios. Pues hay que distinguir. Por un lado están los “nuevos urbanitas”: un nuevo tipo de gente entre los que se cuentan esos antiguos estudiantes que continúan viviendo en la ciudad, por ejemplo. Tienen preferencia por los barrios compactos, bien equipados, donde se concentran y combinan las actividades que precisan (de compras, reunión, ocio, llevar los chicos a la escuela, etc.): llevan, en definitiva, un tipo de vida muy urbano. Junto a ellos puede verse también un amplio grupo de inmigrantes (casi un 49% de la población no pertenece al grupo étnico holandés), que aunque llevan un tipo de vida semejante al de los nuevos urbanitas, tienden a instalarse en determinados barrios. La mayoría de los hogares amsterdaneses no responden al modelo tradicional. Un 54% son unipersonales, un 20% están constituidos por sólo dos personas (sin niños), y sólo el 15% tiene niños: el hogar tipo de antaño hoy sólo significa el 15% del total.
De manera que nos encontramos, entre la población adulta, con tres grupos de residentes: los autóctonos, los nuevos urbanitas y los inmigrantes. Entre ellos hay diferencias en cuanto a educación, renta y posición en el mercado laboral. Y esas divisiones se ven en la ciudad (el centro, por ejemplo, está dominado por los blancos y los nuevos urbanitas jóvenes). Los inmigrantes de la primera generación llevan un tipo de vida tradicional, pero los de las segunda y tercera tienen otros modos de vida mucho más novedosos. Los puestos de trabajo también han evolucionado. Donde ha habido más crecimiento ha sido en las industrias de la creación, de la ciencia y la tecnología, y en el sector servicios. La mayor parte de la gente acude a su trabajo en bici, y otra parte (aunque menor) en los transportes públicos. Pocos andan y menos aún se mueven en coche. Hemos de hablar también, por último, de los amsterdaneses inactivos. También aquí se pueden distinguir tres grupos: los parados, los institucionalizados (mantenidos en una institución) y los “sin techo”. Cada uno (digámoslo de nuevo) con su propio ritmo.
¿Dónde viven y qué hacen los seniors, las personas mayores de 65 años? Es uno de los grupos que en los últimos años se ha fortalecido. Por de pronto hay que hacer una distinción fundamental, entre los que conservan su autonomía (mental y física) y los que son dependientes. En un futuro próximo el primer grupo puede contribuir aún más a la vida urbana de la ciudad. Muchos de ellos forman parte del grupo turístico: algunos vienen de fuera, pero otros muchos se van de Amsterdam, porque prefieren la calma y la belleza de las áreas rurales. El objetivo para los inactivos o dependientes (incluso para aquéllos que cada día se les hace más difícil viajar, andar en bici o conducir un coche) se dirige a ampliar al máximo su independencia, el mayor tiempo posible. Aquí hay que considerar el papel de las residencias urbanas. Y no debemos dejar de mencionar el grupo de ancianos inmigrantes no-occidentales, que tienen sus especificidades. Entre las casas tuteladas, por ejemplo, se presta últimamente especial atención a las de los no-nativos, cada vez más demandadas. Su tipo de vida es algo especial, pero las diferencias con los holandeses irán disminuyendo en los próximos años.
Cada semana
Si atendemos a los ritmos de vida de la ciudad propios de cada semana, empiezan a ser más importantes las preferencias personales. Podemos optar por el deporte en el fin de semana o por hacer tareas de casa, comprar o ir a determinados espectáculos. Para cumplir con los ritmos semanales son muy importantes los parques, los complejos deportivos, las áreas comerciales y las áreas naturales. Por de pronto, suele llevar este ritmo todo lo relacionado con el cuerpo y el espíritu: los deportes y la religión, que “son las actividades semanales por excelencia”. Empecemos por la última, y recordemos que cada religión marca sus días clave: viernes, sábado o domingo, según corresponda. En Amsterdam siguen siendo mayoritarios los católicos y los musulmanes (un 11% cada uno), pero aunque el 41% de los amsterdaneses dicen tener una religión, sólo un pequeño grupo es practicante. Hay muchos más usuarios de las instalaciones deportivas.
También marcan el ritmo semanal las actividades de contacto con la naturaleza. Esos parques pensados para “recargar las pilas” (curiosa expresión). Los amsterdaneses aprecian los lugares tranquilos, y cada barrio cuenta con su parque, lo mismo que el conjunto urbano cuenta con Vondel Park y otros parques de nivel ciudad. Si bien, una de las características más peculiares de esta ciudad reside en su relación con el territorio próximo, con el paisaje. Se beneficia de la decisión urbanística tomada en los años 1930 de dejar cuñas verdes penetrando en el suelo urbano, y ordenar el crecimiento por “dedos urbanos”. La gente acude a estas cuñas verdes con la bici, a través del cinturón verde. Pero la naturaleza incluye, además del verde, el agua. Y aquí hay que reseñar lo mucho que se usan también las embarcaciones. Y luego, algo más allá, está el mar, las dunas y la playa.
El comercio semanal es otro asunto crítico. El mercado, la carnicería, el supermercado. En los últimos años el supermercado parecía ser el competidor de las tiendas pequeñas, pero ha habido un renacimiento del pequeño comercio especializado, a nivel de calle. Lo cual tiene mucho que ver con el redescubrimiento de la vida urbana. Y también con el impulso de las asociaciones de comerciantes, que han pensado, por ejemplo, que la panadería y la carnicería se complementan, organizando líneas de flujo comercial muy atractivas, sobre las calles más urbanas (precisamente las radiales del siglo XIX).
Cada mes
Con un ritmo mensual se desarrollan otros movimientos. Ahora se trata de atraer población hacia Amsterdam, de hacer llegar aquí, cada cierto tiempo, gente de fuera. Pues acudir a esta ciudad puede ser una experiencia de tipo cultural (teatro, música, restaurantes), o una ocasión para comprar. En este sentido Amsterdam también actúa como un imán de amplia escala. Lo cual debe relacionarse con el sistema ferroviario, las estaciones, las autopistas y el park and ride (los aparcamientos de bicicletas junto a las estaciones). Coger el tren y aprovechar el día en la ciudad se ha convertido, para muchos, en una actividad periódica.
Por ejemplo, para comprar. Como decimos, mucha gente viene por la mañana y coge el tren de vuelta por la noche. Ha habido además otro fenómeno: las tiendas ligadas a este circuito también, últimamente, abren el domingo. Pero también se viene a Amsterdam con una excusa cultural. Desde 1975 el circuito cultural se ha multiplicado en esta ciudad nada menos que por 14. Un crecimiento exponencial de las instalaciones culturales. Su actividad supera con mucho a la que correspondería por su tamaño poblacional. Posee 130 enclaves de actividades artísticas, 51 museos, 64 teatros, 55 puntos de música popular, 11 para concert halls.
Algunos también acuden para comer o cenar, y deberíamos en este punto considerar los restaurantes y cafés de cada distrito, su calidad, especialidades y distribución. Y muchos vienen igualmente cada cierto tiempo para parties y celebraciones. Por supuesto, el cine sigue siendo lo más popular. Pero también hay que hablar de un tipo de parties que se han desarrollado en los últimos años: nos referimos a los fris, un tipo de fiestas dirigidas a muchachos de 12 a 15 años, en las que no se puede beber alcohol, pero que facilitan espacios de reunión. Sin alcohol, pero sin padres (esto último es también fundamental). Y donde sólo pueden estar ellos: si pasas de 15 años ya no puedes ir, sales del circuito y entras en el de los mayores.
Cada año
Los ritmos del turismo son, en su mayoría, anuales. Aquí los residentes holandeses pierden su posición dominante, pues las actividades se dirigen a los que vienen de fuera. Que acuden por cuestiones de negocio, por eventos especiales o por turismo ordinario. Los eventos es otra de las actividades que también se ha multiplicado enormemente. Los que más éxito tienen, y que colorean la ciudad en un momento determinado, son el cumpleaños de la reina (la ciudad se vuelve naranja), el día del orgullo gay (la ciudad rosa), el de año nuevo (la ciudad roja), o los eventos del Ajax (la ciudad, en blanco y negro). También está la maratón, y sobre todo el musical Uitmarkt.
El turismo de ocio supone más del 10% de los empleos de Amsterdam. Debemos recordar que esta ciudad es un enclave fundamental del tráfico aéreo. Y que resulta fundamental la conexión entre su aeropuerto Schiphol y el tren de alta velocidad. Han tenido mucha influencia las tarifas económicas de los vuelos; pero también, en sentido contrario, hay viajes que se organizan como visitas intensivas, para gente que tiene dinero para gastar pero dispone de poco tiempo. Esta gran afluencia turística ha presionado sobre la infraestructura hotelera. Y Amsterdam, de momento, está respondiendo a esta demanda de turistas, aunque con cierto retraso.
Ya se dijo que además hay un turismo de negocios, que tiene una importancia económica fundamental. El impacto de las conferencias y ferias está desatado. Se dice que Amsterdam es un lugar que atrae por su tolerancia, por la calidad de vida que ofrece fuera del congreso y por las actividades que hay alrededor de los centros. Por la imagen internacional de la ciudad, vinculada a la tolerancia y la libertad. Por ese eslogan que se quiere extender de que hay que viajar a los canales de Amsterdam al menos una vez en la vida.
El ciclo de la vida
En definitiva, así funciona una ciudad. Amsterdam, sí: no es una ciudad cualquiera. Pero no debería diferenciarse demasiado, en lo fundamental, de cualquier otra. Cuidando el ciclo vital de la población urbana completo y equilibrado, representado a su vez en cada parte de la ciudad. De los bebés a los ancianos, la ciudad ha de contar con escenarios apropiados a su transcurso vital. Con teatros y espacios de juego, pistas deportivas y piscinas, cines, escuelas, lugares de trabajo y espacios de turismo. Con viviendas y con apartamentos de distinto tipo. Casas tuteladas y viviendas de ancianos, viviendas de estudiantes, lugares de encuentro, espacios de aventura, de contacto con la naturaleza, de paseo y de celebración, de juegos y de observación. Todas las etapas, de la primera infancia a la última vejez, estarán acomodadas, activas y a su propio ritmo en un mismo y común espacio: esa será la sinfonía de nuestra ciudad.
No hay Comentarios/Pingbacks para este post...
Para las asignaturas de “Planeamiento de Nuevas Áreas” y “Gestión y ejecución del planeamiento” de la Escuela de Arquitectura de Valladolid
_______________________
código original facilitado por
B2/Evolution
|| . . the burgeoning city . . || . .
la ciudad en ciernes . . || . .
la ville en herbe . . ||