De nada sirven las pruebas cuando se quiere creer
No. “De nada sirven las pruebas cuando se quiere creer”. Poco pueden el parecido, la razón o los datos firmes contra el querer. Cuántos desgraciados signos habrán sido disputados, apropiados o rechazados por ávidos amantes, temerosos de que con ellos se deconstruyese definitivamente su pasado y soliviantase su futuro. Porque (lo sabemos bien) nunca es fácil edificar un pasado sólido y fiable de una vez por todas. La base de toda historia se asienta sobre arenas movedizas, el pasado es quebradizo y la paz que a veces nos entrega, despiadadamente vulnerable. Su única garantía, si es que pudiera haber alguna, es la querencia. El empeño en creer. Y algo semejante, salvando todas las distancias que se quiera (¿años luz?: pues años luz), también podemos verlo en las historias de las ciudades.
Un camino de andar, ancho y arbolado, entre los puentes de Simancas y Cabezón, como parte de la reconsideración de la movilidad en el entorno de Valladolid
Como sabemos, la movilidad en el entorno de Valladolid debe reconsiderarse de arriba abajo. Para lo cual convendría tener una visión de conjunto y empezar el cambio con algunas propuestas, no muchas, claras y sencillas, razonables y factibles, que se pudieran asumir con gusto por la mayoría de la población. Entre ellas, pensamos que la recuperación del paseo originario del territorio vallisoletano, constituido entre los puentes de Simancas y Cabezón, ambos peatonalizados (uno ya lo está, otro lo estará pronto), sería uno de los puntos de partida más interesantes. Aunque no el único.
Un concierto de desconciertos
En su día esta plaza mayor estuvo arbolada. Antes fue mercado y hoy es lugar de fiestas. Su perímetro ha sido compuesto y descompuesto en varias ocasiones, de muchas de las cuales quedan huellas. Es hoy el centro de la ciudad. Pero vayamos a su origen, unos cientos de metros más al norte, y regresemos desde allí andando hasta la plaza. Este paisaje, siempre extraño, ha acabado por hacerse espejo de quien lo mire. Porque no se impone (resulta fácil desentenderse de él), pero puede acompañar (hay muchos signos de amabilidad). De habérselo propuesto, es difícil que hubiese podido alcanzar más cortesía.
La ciudad extendida en el llano
Valladolid está ahí abajo. Supongamos que venimos de Mucientes. De Villalba, Fuensaldaña o Villanubla. De Rioseco o León. La ciudad es confiada y se ofrece a la vista extendida en el valle. También puede observarse casi entera desde los altos de Renedo. O desde la Fuente el Sol y las Contiendas. O en lo alto del cerro de San Cristóbal. Hay muchos lugares en torno al núcleo urbano desde los que contemplar ese despliegue generoso de urbanidad. ¿Cuántas ciudades pueden decir lo mismo?
Una presentación de Valladolid
Las ciudades y los campos no son como las personas, y en algunos aspectos se parecen mucho más a su contrario. Por ejemplo, en las biografías. Aunque la historia de la vida te construye el rostro, su atractivo no está inscrito en lo que se fue sino en el gesto presente, y queda fuera de la vida pasada. Sin embargo buena parte del agrado de las ciudades, y también probablemente de los campos, radica en lo que fueron y en lo que pueden llegar a ser. Curioso juego del sentimiento.
Para las asignaturas de “Planeamiento de Nuevas Áreas” y “Gestión y ejecución del planeamiento” de la Escuela de Arquitectura de Valladolid
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código original facilitado por
B2/Evolution
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la ciudad en ciernes . . || . .
la ville en herbe . . ||