Un cuadro de coordenadas para determinar la propia posición
“No sólo desaparecen las especies, sino también las palabras, las frases, los gestos de la solidaridad humana” (Félix Guattari, en Las tres ecologías). Se van muriendo las palabras. O se van haciendo mayores, y se las ve muy cambiadas. Pretendo escribir sobre la polémica entre “ecologistas” y “conservacionistas”, pero no soy capaz de hacerlo sin dar un rodeo.
Me resulta muy instructiva la enorme distancia que hoy separa a Agustín García Calvo de Fernando Savater. Y sin embargo estuvieron muy unidos (antaño maestro y alumno, luego enormemente alejados uno del otro). El primero en un mundo propio, muy lejos de las aguas que corren. Enormemente atractivo, enormemente indiferente. Capaz de acciones vitales de extraordinaria belleza. No es cuestión ahora de relatarlas, pero lo cierto es que ha conseguido vivir en un ecosistema literario propio y un mundo muy singular. El segundo, Savater, muy influyente, siempre vital, pero terriblemente alejado de la pobreza, que ya no parece capaz de entenderla. (A García Calvo le dedicamos la foto del encabezamiento, un tren al fin del mundo: él es uno de los mayores defensores del tren). Se pretende influir; es decir, poder cambiar las cosas. Pero ¿al precio de peajes y renuncias, algunas incluso esenciales; o mantener la claridad en los principios, con satisfacción individual, pero eficacia mínima? Difícil dilema. (Y podrían recordarse otras trayectorias vitales muy conocidas, como las de Dani Cohn-Bendit o Pilar del Castillo, por ejemplo).
Puede hablarse de esa línea roja que no puede (o no debe) superarse si no es con riesgo de la propia decencia. No está enunciada, pero desde luego existe. Y no sólo una, sino varias. Podría fijarse la propia posición, y la de otros, en un marco de coordenadas vitales: en las abcisas, el realismo. Por encima de un valor (una línea roja), la actuación está absolutamente fuera de lugar y no tiene sentido. Por debajo de otro, el conformismo es tan total que los cambios son irrelevantes, sin profundidad. Entre ambas líneas, busquemos nuestra posición. En ordenadas, la complejidad y la especialidad, la especialización. Excesiva especialización da al traste con el mundo de relaciones, se convierte en algo ensimismado y finalmente agotado. Excesiva integración, comprensión, también impide el avance, el cambio, por falta de recursos adecuados, de técnica. Entre las dos líneas, cada uno encontrará su posición. Y lo mismo pueden señalarse otras delgadas líneas rojas que anuncian el espacio donde acaba la vida.
En medio de ese espacio vital (individual y social), ese ámbito intermedio donde se da la vida (ya sabemos: demasiado calor, quema la vida; demasiado frío la congela; demasiada humedad pudre; pero el exceso de sequía también ahoga. La vida se da en un espacio intermedio), allí cada persona encuentra su posición. También aquí es buena la diversidad. Si todos nos situáramos en el mismo punto, no habría contraste, sólo una perspectiva. Está bien que haya savateres y también garcíacalvos. Y otras posiciones. Aunque en cada tiempo parece convenir más a la sociedad que el peso de unos u otros sectores haga desplazar el cuadro entero hacia unas coordenadas más justas.
En cualquier caso la condición vital, así lo veo, está en la duda. Si no dudas, estás perdido, sin aliento, sin vida. Si ya sabes todo y todo está resuelto definitivamente, mal asunto. (Recuerdo con enorme afecto una conferencia que dio en Valladolid, organizada por la Escuela de Arquitectura, Francisco Tomás y Valiente, pocos meses antes de ser asesinado. Y me acuerdo bien de su mensaje, que repitió unas cuantas veces: “Si dudas, estás perdido”. Se refería a las conquistas de la democracia, el derecho al voto, la abolición de la pena de muerte, etc. Decía: no lo pongas en duda, no lo des más vueltas. Son cuestiones asumidas, incorporadas a nuestro pensamiento, no levantes la duda. Porque si dudas, vas a empezar a cuestionarte todo. Y finalmente estarás perdido en la maraña de replantearlo todo desde el principio. No estoy de acuerdo con esa posición. Casi diría que me encuentro en el punto de vista opuesto. Para todo lo demás, pero también para esos temas, si no dudas, es cuando estás realmente perdido).
Hay una escalofriante película de Terrence Malick con este mismo título, La delgada línea roja. Es ante todo un canto a la naturaleza, un informe sobre una naturaleza de paz y vigor, pero también de lucha contra sí misma. Uno de sus personajes, Witt, se pregunta, en medio de la guerra: "¿Nuestra destrucción beneficia a la Tierra, ayuda a que crezca la hierba o a que brille el sol?" Me temo que la destrucción entre ecologistas y conservacionistas tampoco ayudará a crecer la hierba. Algunos estamos mucho más cerca de los primeros, pero hay sitio para todos bajo el sol.
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