Detalles del post: Una noche entre los pinos

07.06.08


Una noche entre los pinos
Permalink por Saravia @ 15:43:40 en Territorio, paisaje -> Bitácora: Plaza

Stevenson, a pie y con una burra, en Lozére, Francia (otoño de 1878).

Vista del Mont Lozère (imagen procedente de futura-sciences.com)

Durante doce días de un recién estrenado otoño de 1878, Robert Louis Stevenson recorrió, a pie, y acompañado de una modesta y burra burra, llamada Modesta (tanto de su sobriedad como de su burrez se da cuenta a lo largo de todo el relato), campos y montes del Haute-Loire, la Lozère Ardèche, el Gard y los Cevennes, entre Auvergne y Languedoc. Un periplo de 220 km. que relató en un pequeño libro (casi un diario), del que hay traducción en castellano en Barcelona, Edhasa, 1971 (Viaje con una burra). Recogemos algunos (preciosos) comentarios del capítulo titulado "Una noche entre los pinos".

[Mas:]

1. El lugar. "Fui a parar a una barranca cubierta de hierba en la que un arroyuelo hacía un pequeño surtidor sobre unas piedras y que a mí me iba a servir de inagotable barrica. `En aquel maravilloso y recoleto retiro... no acudían ninfas ni faunos´. Los árboles no eran viejos, pero se erguían robustos y espesamente alrededor del claro; desde allí no se veía ningún paisaje, excepto unas cumbres al nordeste o, recto hacia arriba, el cielo. La pequeña campa daba la misma sensación de seguridad e intimidad que una alcoba".

2. La noche. "Bajo techo, la noche es un lapso de tiempo monótono y pesado, pero en campo abierto pasa mucho más entretenida y ligera, con sus estrellas, relentes y perfumes; cambios múltiples en la faz de la naturaleza marcan el paso de las horas. Lo que parece una especie de muerte temporal a los que duermen oprimidos entre paredes y celajes, es sólo dormitación ligera y viva para el que duerme al raso. A lo largo de la noche pude escuchar la respiración profunda y libre de la Naturaleza, pues, incluso cuando descansa, se mueve y sonríe."

3. La hora de la resurrección. "Hay también una animada hora desconocida de los que moran en casas, una hora en la que un despierto influjo cae como un manto sobre el entero hemisferio dormido y pone todo el mundo exterior a sus pies. El gallo canta entonces por primera vez, no, todavía, para anunciar el alba, sino como alegre vigilante que quiere acelerar el curso de la noche. Los rebaños despiertan en los prados; las ovejas rompen su ayuno en las laderas cubiertas de rocío y buscan una nueva cama entre los helechos, y los hombres a la intemperie, que se han acostado a la misma hora que las gallinas, abren sus confundidos ojos y contemplan la belleza de la noche."

"¿Qué inaudibles requerimientos, que gentil caricia de la Naturaleza despiertan a todos esos durmientes a la misma hora y los llama a la vida? ¿Envían las estrellas alguna lluvia de influjos o somos nosotros los que participamos de un estremecimiento de la madre tierra que yace debajo de nuestros cuerpos en reposo? Incluso los pastores y los aldeanos más viejos, que son los que más profundamente leen en estos arcanos, ignoran todo sobre los medios o los fines de esta resurrección nocturna. Simplemente afirman que el fenómeno se produce hacia las dos de la mañana, y no saben ni quieren saber más. Lo único cierto es que el incidente es delicioso. Nuestro sueño es interrumpido y, como dijera el glotón Montaigne, `lo más y mejor que podemos hacer es saborear el suceso."

4. Las joyas y el color del firmamento. "Tenía a mi mano una cantimplora, medio llena de agua. La vacié de un trago, y sintiéndome despertar tras ese refrigerio interior, me incorporé sentado para liar un cigarrillo. Las estrellas brillaban claras, de distintos colores, como un muestrario de joyas, pero no heladas. Un sutil vapor plateado empañaba la Vía Láctea. A mi alrededor, las copas negras de los pinos se alzaban enhiestas e inmóviles. (...) Me eché perezosamente mientras fumaba y estudiaba el color del firmamento, como llamamos al vacío del espacio, desde el gris rojizo de detrás de los pinos hasta el lustroso negro y azul de entre las estrellas."

5. Un mundo habitable. "Un viento suave, un fresco itinerante más que una corriente de aire, visitaba el claro de vez en cuando; incluso en aquella gran alcoba, el aire se renovaría durante toda la noche. Pensé horrorizado en la posada de Chasseradès y en los cinco gorros de dormir apretujados; horrorizado también, en las proezas nocturnas de empleadillos y estudiantes, en teatros baratos, las llaves maestras y las habitaciones cerradas. No muchas veces he gozado de una tan serena posesión de mí mismo ni me he sentido tan independiente de otras ayudas materiales. El mundo exterior, del que nos protegemos dentro de nuestras casas, parecía al fin y al cabo un lugar bastante habitable."

En fin. Cosas que sólo se pueden pensar, y escribir (¿y leer?), una noche en un pinar.

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