Detalles del post: Un ajetreo desesperante

13.06.08


Un ajetreo desesperante
Permalink por Saravia @ 08:50:32 en Enseñanza del urbanismo -> Bitácora: Plaza

A propósito de una antigua conferencia de Gadamer sobre educación

Asamblea de estudiantes en la Sorbona de París, 2006 (imagen procedente de ft-ci.org)

"Ahora puedo verlo muy claramente en las universidades. Allí tenemos clases gigantescas a las cuales asisten centenares de estudiantes. Ni el profesor puede reconocer al alumno dotado ni se pueden reconocer entre sí los que congenian. Es un ajetreo desesperante". Efectivamente, Hans-Georg Gadamer estaba ya bastante mayor cuando dictó la conferencia de la que se ha extraído la cita (publicada con el título de La educación es educarse, en Barcelona, Paidós, 2000). De hecho, tenía 99 años. Quizá con menos años lo que entonces veía como ajetreo podría parecerle intensidad, vidilla. ¿Sí?

[Mas:]

No. Con frecuencia se sobreestima la enseñanza universitaria, y se achaca la mala formación de los nuevos profesionales a la masificación (entre otros males), suponiendo que si se consiguiesen pequeños grupos en torno al profesor los resultados serían mucho mejores. Tenemos nuestras dudas. Porque lo esencial (poner al alumno en contacto con determinados temas) se puede conseguir, incluso en condiciones muy adversas de masificación. En esas condiciones se pierden contenidos y matices, desde luego, pero en algunos casos esa pérdida es una ventaja. Porque no hay que exagerar: el interés de las enseñanzas que puede aportar el profesorado universitario es, por lo general, limitado. No hay más que vernos. Pero Gadamer, al reclamar grupos más pequeños, apunta en otra dirección.

Cuando dice: “Todo lo que demanda la vida en su conjunto, acontece también en las clases. El pobre maestro ejerce una función muy modesta si pretende influir en este proceso”, está subrayando, creemos, la importancia de rebajar las expectativas. Cuando las pretensiones son excesivas se trastorna todo el proceso educativo y con frecuencia esos exagerados objetivos impiden alcanzar siquiera resultados mínimamente aceptables. Los objetivos modestos liberan de tensión excesiva (¡la vida en su conjunto!) y además permiten, en el tiempo y espacio sobrante, que lo habrá, recrearse en todo lo demás. Cuando no se pretende, como objetivo central, debatir sobre los grandes problemas del urbanismo actual (y del mundo), sino sólo trazar correctamente los viales (atendiendo a las pendientes, la sección, los componentes), la cuestión urbana accederá tranquilamente al aula.

Pero (y seguimos con nuestro conferenciante de hoy) “leer no es hablar; se trata de dos cosas distintas. Cuando uno habla, le habla a alguien; cuando uno lee, está este papel entre ambos”. Trasladar a la red, al correo electrónico, a blogs como éste, a todo tipo de webs o incluso a las video-conferencias el grueso de la relación entre profesor y alumno, o entre los distintos alumnos, es mal asunto. La conversación directa es tan necesaria como insustituible. Aunque sea en grandes grupos, en esas “clases gigantescas” que inquietaban a Gadamer. Ahí está, creemos, la cuestión. Conseguir, incluso en los grandes grupos, conversación. ¿Por qué no ha de ser posible? Quizá bastase con una mayor continuidad en la relación, la presencia en más de un curso de un mismo profesor y un mismo grupo, para poder así, con algo más de tiempo, el profesor “reconocer al alumno dotado” y “reconocerse entre sí los alumnos que congenian”. Cuestión, como tantas cosas, de un poco más de tiempo.

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