Tres comentarios al “programa fundamental de estudios” de George Steiner
“Una fachada puede cantar”, escribió Paul Valery y George Steiner nos lo recuerda ahora (en “Cuestiones educativas”, Los libros que nunca he escrito, Madrid, Siruela, 2008). Una frase que se incluye en la defensa de un programa básico de estudios, donde la arquitectura y el urbanismo constituyen uno de los cuatro ejes fundamentales, junto a las matemáticas, la música y la biología molecular y la genética. Un nuevo quadrivium que nos sugiere tres comentarios.
1º. Comienza el texto declarándose Steiner incapaz de comparar adecuadamente los sistemas educativos de Estados Unidos, Gran Bretaña y algunos países de Europa continental, pese a su magnífico curriculum. La principal razón de esa incapacidad radica en la enorme diversidad de variantes que se dan dentro de cada uno de esos sistemas a analizar. “¿Cómo puede aplicarse legítimamente cualquier generalización a clases que reúnen a alumnos de todos los niveles en Hull o Hackney y a Eton o Winchester? ¿Qué relación hay, si es que hay alguna, entre la escuela de un barrio bajo siciliano y un renombrado liceo de Pisa?” Es preciso desconfiar, desde luego, de la necesidad de comparar por comparar: “El conjunto de audiencias federales sobre las crisis en nuestras escuelas son inumerables. ¡Qué nobles árboles han sido convertidos en pulpa para suministrar este interminable torrente de basura oficiosa!”. En efecto: cuidado con las comparaciones.
2º. En Occidente vivimos, hace ya mucho tiempo, el debate entre “las dos culturas”. Steiner aporta un aspecto esencial: “La diferencia fundamental entre las humanidades y las ciencias es la flecha del tiempo. Casi por definición, las ciencias y la tecnología se mueven hacia delante. El mañana es más rico, abarca más que el hoy. El lunes próximo dispondremos de nuevos conocimientos (…). En la mayoría de sus empresas, el humanista occidental mira siempre hacia atrás. Estudia, enseña y comenta las filosofías, las literaturas, la música, las bellas artes y la historia del pasado. Celebra los aniversarios de Bach o el año de Mozart. Tiene su hogar en los archivos, en lo monumental, en el museo. Las humanidades se esfuerzan por ir en busca del tiempo perdido, por revivirlo”. Es urgente equilibrar en nuestros estudios sobre la ciudad ambas componentes. No basta, para definir las obras a realizar, los planes a aplicar, la buena comprensión de lo que la ciudad es o fue o podrá ser: también hay que enfatizar los aspectos técnicos. Y no sólo porque posibilitan su construcción, sino por su condición de futuro. Como imagen, de alguna forma, del futuro urbano.
3º. Es preciso superar “el desdén por la vida intelectual y esa desconfianza de la eminencia que son característicos del consumo de masas en el capitalismo tardío”. Pero “el meollo de la cuestión (es) la alfabetización fundamental, la base conceptual común para hombres y mujeres de hoy y de mañana”. Lo cual no tiene por qué ser tan complicado: “El estalinismo organizó formidables niveles de alfabetización, de capacidades aritméticas, del aprendizaje de lenguas, elevando los salarios y el rango social de los profesores. Nada de esto requiere brujería”. Como se ha dicho más arriba, Steiner sugiere un programa de estudios sumamente interesante, que expone, además, de forma muy convincente; y que estaría fundado en los cuatro ejes antedichos: “una base que guarde correspondencia con las fuerzas latentes de la imaginación”. Y en él, como se ha dicho, estaría la arquitectura.
La arquitectura como ciencia, como arte y como técnica. Como “música congelada” donde se integran aspectos como armonía, proporciones, variación temática, geometría y álgebra, etc. Pero también, y sobre todo, como parte constitutiva de la ciudad. “La música está presente en la fundación de las ciudades”. Porque importa conocer “la economía y la planificación social, el transporte, la urbanización y la ecología en sus horizontes más urgentes y abarcadores. Iniciarse en las funciones de la arquitectura en la vida contemporánea supone tropezarse con dilemas cardinales que conciernen a la situación de nuestras ciudades, a qué ideales podemos albergar todavía en materia de justicia social y asistencia sanitaria”. Si se pretende que la arquitectura y el urbanismo constituyan un componente fundamental de la enseñanza básica, habrá que esforzarse también por que la enseñanza superior de esta materia, de este campo de conocimientos (la construcción consciente del entorno), supere de una vez el habitual reduccionismo intelectual con que se trata. Las fachadas pueden cantar, desde luego. Y las ciudades con más motivo. Pero ¿alguien puede defender que en las ciudades esté también "presente la música" desde la perspectiva de la enseñanza?
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