La ciudad, vista por dos psicólogos sociales
“La ciudad ha sido y es un entorno ambiguo” que produce a la vez anomia y socialidad entre una enorme densidad de intercambios de todo tipo. Las experiencias urbanas de sus habitantes pueden ser enriquecedoras, pero también nocivas. La ciudad puede vivirse dramática o provechosamente, en función de que se acepte o rechace la diversidad, la socialidad múltiple y la responsabilidad social. “Desde nuestro punto de vista –dicen Eduardo Apodaka y Mikel Villareal en su ponencia al congreso sobre La ciudad contemporánea (Bilbao, 10-11 de septiembre de 2009), titulada “Los retos psicosociales de la ciudad”-, una ciudad será sostenible (psicosocialmente) en la medida en que garantice a la población la libre combinación de socialidad intensa y extensa, reconocimiento y anonimato, sincronías intragrupales y policronías intergrupales, retiro habitual y estimulación novedosa, identidad y pluralidad, estabilidad y movilidad socio-espacial y acción colectiva en el diseño de la ciudad y retiro idiótico. En definitiva una combinación de habitación y tránsito”.
“En la actualidad –dicen los autores, a quienes citamos largamente en esta entrada, resumen de su ponencia- hay que denunciar la tendencia a imponer monológicamente las segundas características” de los pares enunciados en el párrafo anterior. Veámoslo con algo más de detalle. Para empezar, fijémonos en el significado que tiene para los autores la expresión “sostenibilidad psicosocial”. “¿Qué es lo que queremos sostenible? Es decir ¿qué queremos que perdure en el tiempo y en el espacio?” (subrayado nuestro, MS). Pretendemos que se perpetúe un entorno bien diseñado, “que sirva para la vida humana y lo haga en un proceso indefinido de arreglos y ajustes, no estrictamente de crecimiento”. La actual ideología de la ciudad nos la presenta como “el espacio de la libertad, del encuentro de diferentes, de las relaciones plurales y de las oportunidades para la felicidad. Como marca, la ciudad-mundo”. Pero la ciudad es, sin duda, algo más complejo, de múltiples caras y resultados contradictorios. Para Apodaka y Villareal el concepto de sostenibilidad psicosocial “tiene poco que ver con la armonía, la paz-tranquila o el orden total”, debiendo entenderse más bien “como un programa político, una acción colectiva y un escenario psicosocial para la vida intersubjetiva y personal”. Visto así, “¿en qué estriba, desde un punto de vista psicosocial, la habitabilidad sostenible de la ciudad?” Para responder repasan “los supuestos excesos de la ciudad, sus patologías”, pues sospechan que en ellos, paradójicamente, pudieran estar las claves de la sostenibilidad pretendida.
1. Socialidad intensa y extensa. Sabemos que en la ciudad es posible combinar una socialidad densa, de barrios y familias, con otras formas menos vinculantes, opcionales, parciales, pasajeras, contractuales, eventuales, etc. Es posible convivir densamente la propia calle y optar simultáneamente por relaciones establecidas lejos de la residencia propia. Relaciones urdidas a base de encuentros en días y momentos acordados para objetivos determinados, a cuya realización el habitante se puede desplazar por la ciudad como un desconocido (“la ciudad de los extraños“), entre gentes que conforman un paisaje humano menos agobiante, menos controlador, menos importante. Simplemente paisaje.
2. Anonimato y reconocimiento. En la ciudad se combinan dos demandas típicas de la psico-ideología moderna: el anonimato y el reconocimiento. “Por un lado, es posible permanecer en el anonimato en grandes espacios y tiempos ciudadanos; pero por otro, sin gran esfuerzo, podemos refugiarnos en espacio-tiempos de reconocimiento”. Tenemos libertad en el viejo sentido de movilidad sin barreras y en el nuevo de elección entre opciones. En algunas ciudades, no obstante, la movilidad y el anonimato se pierden porque la ciudad está fragmentada, seccionada y acotada en zonas excluidas mutuamente.
3. Diferencias y policronías sociales. En la ciudad son posibles tanto el anonimato como el nombre propio, porque se conjugan tiempos sociales diferentes. La ciudad industrial o comercial fueron el principio de estas policronías sociales. Imperaba la sincronía, dando lugar y tiempo a una forma de vida ciudadana dominante que, con todo, daba cabida también a formas de vida minoritarias. Hoy esas formas minoritarias han ganado terreno y horario: las sirenas de los turnos fabriles que marcaban las horas de la ciudad industrial hace tiempo que se dejaron de oír. Hay horarios, no un Horario. Y así, cuanto mayor es una ciudad, mayor es también la probabilidad de encontrar de todo en todo momento. Interesa, no obstante, que la ciudad no pierda por completo un horario general de referencia, horizonte temporal de los horarios particulares.
4. Novedad y pluralidad. Las ciudades son estresantes e hiperestimuladoras (“demasiado arousal para el sujeto psicosomático”), pero también ámbitos de infra-estimulación. En su papel estimulante y estimuladora cuenta con habitantes bien adaptados: los urbanitas de Simmel, que acogen con entusiasmo cualquier novedad. Pero también ofrece la ciudad lugares de descanso. “En la combinación de estimulación y retiro la ciudad no tiene competidor”.
5. Acceso a bienes y servicios. La ciudad oferta servicios, bienes y oportunidades. Entre ellos, entornos residenciales de calidad, en contacto con la naturaleza. Pero no es fácil conseguir un acceso adecuado y generalizado a tales bienes. Las enormes barriadas de infravivienda que rodean a muchas de las grandes ciudades no ofrecen calidad urbana. Y las áreas residenciales exteriores de las ciudades opulentas, precisan de una densa red de transporte privado que atenta contra el medio ambiente urbano.
6. Exceso de movilidad, hiperactivación nerviosa. La movilidad no es sólo espacial. La movilidad es el acceso a bienes, servicios y oportunidades, y es sostenible en la medida en que se puede hacer por uno mismo, sin apenas mediaciones. Tanto en el espacio extenso, territorial, como en el espacio psíquico (cognitivo-emocional) y social el derecho a la movilidad se asegura cuando en un radio peatonal los de “a pie” encuentran posibilidades de moverse y cambiar. Más que de derecho a la movilidad quizá deberíamos hablar de derecho al acceso, a la accesibilidad.
7. Conflictos y antagonismo sociopolíticos. Las ciudades son lugares de encuentro de antagonistas polémicos que discuten sobre el bien común, sin pretender cerrar la discusión ni resolver los antagonismos en una síntesis totalizadora. Lo cual debe entenderse como algo positivo para quien desde lo particular es capaz de formular demandas universales en un horizonte siempre abierto a nuevas polémicas y nuevos antagonistas. En la post-ciudad, sin embargo, reinan cada vez más los expertos en buenas formas. Frente a ellos, “la ciudad animada por la acción y la práctica colectiva y personal en los asuntos públicos, y la ciudad presentada y practicada no sólo en las vinculaciones simbólicas, sino también en la determinación, la definición, la toma y resolución de las decisiones públicas”.
Volvamos ahora al principio, que probablemente entenderemos algo mejor: Una ciudad –decíamos- será sostenible (psicosocialmente) en la medida en que garantice a la población la libre combinación (esto es lo fundamental) de socialidad intensa y extensa, reconocimiento y anonimato, sincronías intragrupales y policronías intergrupales, retiro habitual y estimulación novedosa, identidad y pluralidad, estabilidad y movilidad socio-espacial y acción colectiva en el diseño de la ciudad y retiro idiótico. En definitiva, una libre combinación de habitación y tránsito, donde cada uno de sus habitantes podrá situarse en cada momento.
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