Un comentario del último libro de Sofsky
Lo mejor, sin duda, es el epílogo. La última publicación en castellano de Wolfang Sofsky, Defensa de lo privado (Valencia, Pre-textos, 2009) es un libro muy interesante. Trata sobre multitud de asuntos; desarrollados unos con mayor poder de convicción que otros, pero en todo caso sin perder el hilo, una argumentación que expone de forma muy clara en torno al valor de la privacidad y sus amenazas. Resulta convincente. No obstante, donde alcanza más vuelo, más intensidad y vigor, no es en ninguno de los capítulos del cuerpo del libro, sino en el apéndice final donde se traduce el epílogo a la edición alemana de bolsillo. Veamos un resumen de las tres ideas principales que recorren el libro, de evidentes implicaciones urbanísticas.
La primera: que la privacidad es el fundamento de la libertad.
El enunciado con que se inicia el epílogo es esencial: “Todo ciudadano tiene algo que ocultar. Dónde se encuentra y con quién conversa, qué pasiones lo arrastran y qué enfermedades lo postran, con quién se divierte y de qué aficiones disfruta; nada de eso está destinado a ojos y oídos ajenos”. Más adelante, el autor vuelve a insistir: “Quien crea que no tiene nada que ocultar, ha renunciado ya a su libertad y se niega a dirigir por sí mismo el rumbo de su vida”. Porque la cuestión de que se trata al hablar de libertad es “el modo en que los ciudadanos pueden encauzar su vida a su manera, sin injerencias indeseadas de terceros”.
Por supuesto, sin angelismo. Pues esa libertad de la que hablamos no garantiza ni la bondad ni la salvación universal. Los crímenes –dice Sofsky- “prosperan tanto en el ámbito privado como en el público. La libertad que no puede ser mal usada no es libertad”. Además, “la valla delimitadora de lo privado no es lugar de pacífica armonía. En una sociedad libre no es la hermandad ebria de alegría lo que predomina. La libertad de uno empieza donde acaba la de otro”. No es de extrañar que forme “parte del carácter paradójico de la libertad negativa el hecho de que debe ser siempre de nuevo conquistada” en ese territorio inestable.
Lo privado es complejo. Debe tenerse en cuenta que la actual conspiración contra lo privado no afecta sólo a la protección técnica de datos, sino que “se extiende al conjunto del comportamiento social, a la asignación deliberada de confianzas y desconfianzas, de discursos y silencios, de escenificaciones y mascaradas. Una sociedad abierta no se distingue únicamente por el hecho de que todos puedan tener noticias de todos. La apertura social significa que cada individuo tiene la posibilidad de elegir en quién confía y en quién no”.
La segunda idea: que hoy vivimos un intensísimo ataque a la privacidad.
“Bajo las banderas de la seguridad y la previsión social se van restringiendo más y más los espacios libres”. Hasta hace un par de décadas existía un importante movimiento de resistencia ante esa expansión del control social, pero hoy parece casi desvanecido. “La destrucción de lo privado se encuentra, desde hace años, en su apogeo. Cada vez es menor la indignación ante la usurpación de datos, vigilancia secreta de personas y comunicaciones, búsqueda policiaca extensiva o controles de seguridad generalizados. Apenas si significa ya algo más que un breve sobresalto desde el profundo sueño de la comodidad colectiva”. Preferimos fiarnos “de manera incondicional de las promesas de las autoridades”, de sus advertencias, por ejemplo, sobre abstractos y genéricos peligros terroristas.
Atacan la privacidad los estados y los mercados, las empresas públicas y las privadas. Los estados, por su afán de poder y control. Los mercados, para anticiparse a la demanda. Se dedican a recoger todas las informaciones posibles de cada uno de nosotros. Desde nuestras conversaciones hasta nuestros gustos. Y desde ambas instancias se ataca así nuestra libertad. Es curioso: los dos, estado y mercado, contradicen con tales prácticas el sentido para el que se dice haberlos fundado. El papel del estado es proteger la libertad. El papel del mercado es actuar en un entorno de libertad. “El mercado libre, en el que la gente compara sin trabas las ofertas y elige (…) contradice el ideal de una economía que quiere mantener su entorno estable y calcular el futuro”. Las empresas anhelan realizar “un perfil personal para cada consumidor” para adelantarse a sus demandas.
Pero si el sobrecontrol afecta a la libertad, quebranta también la espontaneidad. “Cuando toda negligencia, toda falta, todo descuido queda registrado, se desvanece la espontaneidad de la acción cualquier quehacer es comprobado y juzgado. Nada escapa a la observación. El pasado sofoca el presente y nadie tiene la osadía del futuro, porque nadie puede asumir la responsabilidad de todas sus preferencias, de todos sus descuidos, de todas sus insuficiencias”. Es más: si no se borran sistemáticamente algunos datos –continúa Sofsky- y se hacen desaparecer algunas huellas a plazos regulares, las personas “quedarán encerradas en el calabozo de la historia”.
La tercera: que la defensa del ámbito privado no podemos esperarla ni del estado ni del mercado.
Contribuye a este avance del control “la torpeza y pusilanimidad de los ciudadanos”. Apenas los subordinados renuncian a la resistencia, “el poder cristaliza en dominio”. Pues “no son las normas y las instituciones las que constituyen el armazón del poder social y político, sino el conformismo de la gente”
Algunos intelectuales “consideran la privacidad como algo anticuado, pequeñoburgués, reaccionario incluso”. O con frecuencia la confunden con la idea de participación. Pero no es lo mismo. En el ensamblado del poder político, el espacio público no es parte del poder del Estado sino la parte contraria. “Su tarea más señalada no es la documentación del espíritu de la época ni la exposición de la doctrina estatal oficial, sino el control del poder. Los medios públicos deben descubrir los planes secretos, desenmascarar las fórmulas hueras de las proclamaciones oficiales y criticar las decisiones de los gobiernos, las autoridades, los parlamentos, los tribunales, las empresas y las asociaciones. En el caso ideal, estos medios pueden disipar incluso la niebla de las ideologías políticas”.
El libro trata, como dijimos, de muchos otros temas. Habla del conformismo, el culto al individualismo, el elitismo, la diversidad social, la comunidad, el paternalismo, la piel (“antes que la inviolabilidad de la persona está la intangibilidad de su piel. Aquí se sitúa el centro neurálgico de todo lo privado (…). Nada teme más el hombre que los ataques por la espalda. Apenas siente sobre su hombro la presión de una mano pesada, lo recorre un escalofrío…”), las convenciones de la esfera personal, la cortesía, la cárcel, la propia imagen, la monogamia, la familia, la muerte digna, el suicidio, los secretos, el pudor, la obligación de la salud, los clones, la donación de órganos, los ámbitos privados, la inviolabilidad del domicilio, videocámaras y aparatos de escucha, el amor y la amistad, los registros, la propiedad, los impuestos (“en la vida humana sólo hay dos cosas seguras: la muerte y los impuestos”), el chantaje, las habladurías, la censura, la propaganda, el lenguaje políticamente correcto, la religión, la esclavitud interior. Habla de todos estos temas y de muchos otros. Pero en torno a ese grupo de ideas que hemos expuesto anteriormente, donde convergen.
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