Un desastre en ocho aforismos
Emil Mihai Cioran (1911-1995) es una de esas personas que, de tanto acercarse al abismo, durante tanto tiempo, llega a bostezar sobre él: “Soy víctima de mis propias ideas. Como todo lo que he hecho era atacar a la literatura, atacar la vida, atacar a Dios, ¿por qué habría de escribir algo hilado en esas condiciones?”. Y de hecho toda su obra está deshilvanada. Sin sometimiento alguno al rigor intelectual, “siempre me he considerado un irresponsable. Para mí escribir es decir lo que quiero, sin perjuicio de contradecirme, eso no tiene la menor importancia”. En efecto: pasen y vean, la fiesta del desastre ha comenzado.
La técnica no es complicada. “Como usted comprenderá, escribir aforismos es muy sencillo: vas a las cenas, una señora dice una tontería, eso te inspira una reflexión, vuelves a casa, la escribes. O bien, en plena noche, tienes una inspiración, un inicio de fórmula, a las tres de la mañana escribes dicha fórmula y al final se convierte en un libro. No es serio. No se podría ser profesor de una facultad con aforismos”. Pero sí es posible –añadimos nosotros- escribir un blog a base de aforismos. Vayamos, pues, con algunas sentencias.
1. Nada como la ingenuidad: “Si pudiera enseñarse geografía a la paloma mensajera, de pronto su vuelo inconsciente, que va derecho a la meta, resultaría imposible” (de Desgarradura). Y sin embargo la civilización está hecha de rodeos. “Pascal escribió diecisiete veces ciertas Provinciales”, recuerda Cioran; y ciertamente el acto de escribir consciente, de valorar la manera de decir las cosas, “forma parte en verdad de la civilización”. ¿No se nutre también la arquitectura de rodeos?
2. El vacío es la única verdad: “Sólo la percepción del vacío permite triunfar sobre la muerte, pues, si todo carece de realidad, ¿por qué habría de tenerla la muerte?” Coincidiendo con Chateaubriand, el tedio (ese tiempo que no corre) “es la percepción de lo existente. Por el tedio de ven las cosas, se las percibe y se las siente vivir”. Quizá sea esa especie de horror vacui del tiempo (aunque también del espacio) que hoy nos parece vivir, donde todos los momentos deben cuajarse de acontecimientos, el que nos impida ver las cosas en profundidad.
3. La historia siempre nos ofrece una lectura negativa, un proceso en el que finalmente “nos desvivimos”. Pues ¿qué sentido tiene la evolución? “¿Para qué haber hecho catedrales? Mire París, que hizo catedrales: ahora tiene la torre de Montparnasse. Hacer la torre de Montparnasse después de haber hecho catedrales: ¿podemos decir que la historia tiene un sentido?”. Para Cioran la historia es siempre “la negación de la moral. Si se profundiza en la historia, si se reflexiona sobre ella, resulta estrictamente imposible no ser pesimista. Un historiador optimista es una contradicción en los términos”.
4. No sólo las ideologías, sino simplemente las ideas son siempre peligrosas. Pues la degeneración del pensamiento, de cualquier pensamiento, es, para Cioran, inevitable. ¿Qué es la ideología?, se pregunta: “la conjunción de la idea y la pasión. De ahí viene la intolerancia, porque la idea en sí misma no sería peligrosa, pero, en cuanto va acompañada de un poco de histeria, se acabó”. Pero se trata de algo inevitable, en cuanto se tiene una idea. “En cuanto concibes algo, te apegas a ello. En cuanto tienes una idea, te alegras de tenerla. Es la vertiente mundana y esnob de las ideas”. De hecho, todos los filósofos que conoció en su vida (nos cuenta en Conversaciones) “eran personas profundamente apasionadas, impulsivas y execrables”. Se podría esperar de ellos cierta neutralidad hacia las ideas, pero nunca se da el caso. Y si quienes “deberían estar separados de la pasión caen en ella”, ¿cómo no vamos a hacerlo los demás?
5. Todo lo que hacemos se nos vuelve en contra: “Otro día vino a verme un filósofo. Nunca me entiendo con él, porque lo ve todo de color de rosa. Al salir de aquí, continuamos la conversación en la calle. Nos dirigimos hacia el cruce del Odeón y me dijo: `Mira, en el fondo la frase de Marx de que no hay problema que no pueda resolverse…´. Y en aquel momento vimos un inmenso embotellamiento. Todo estaba bloqueado. Dije: `Mira, hombre. ¡Mira este espectáculo! El hombre creó el coche para ser independiente y libre. Ese es el sentido del coche y mira en qué ha acabado´. Y todo lo que el hombre hace acaba así. Todo acaba bloqueado. Eso es la humanidad, el aspecto trágico de la historia”.
6. El poder es el mal. “He conocido gente que ha llegado a tener poder y es algo terrible. ¡Algo tan malo como un escritor que llega a hacerse célebre!”. Para Cioran quien lleva uniforme cambia radicalmente, y “alcanzar el poder es llevar un uniforme invisible de forma permanente. Me pregunto –continúa- ¿por qué un hombre normal, aparentemente normal, acepta el poder, vivir preocupado de la mañana a la noche, etc.? Sin duda, porque dominar es un placer, un vicio”. Y concluye: “Desear el poder es la gran maldición de la humanidad”.
7. La música y la poesía son “dos aberraciones sublimes”. La poesía “expresa la esencia de lo que no podemos poseer: su significación última: la imposibilidad de toda actualidad”. Le sucede como a la música, que “sólo la comprenden aquellos a quines es indispensable”. Y en cada una de ellas no hay término medio: “debe volverte loco; si no, no es nada”. Mientras las frecuentas “no te arriesgas al vacío interior”. Hay “algo esencial que te colma (…). El tiempo queda eliminado, te ves proyectado fuera del devenir”. Por eso (ya lo recordamos en otra ocasión) para Cioran “Bach es la única cosa que te da la impresión de que el universo no es un fracaso”.
8. Los cementerios deberían ser muy accesibles. Pues pasear por ellos “es mucho mejor que ir a un médico”. Cuando estaba con alguien que pasaba por momentos de angustia o desesperación, Cioran les daba siempre este consejo: “Vete veinte minutos a un cementerio y verás como, aunque tu pena no se disipará, desde luego, casi la superarás”. Reconoce que “no parece demasiado serio, pero es relativamente eficaz”. La única forma de superar “esa clase de vacío es tener conciencia de la nada; de lo contrario, la vida no es soportable. Pero, si tienes conciencia de la nada, todo lo que te ocurre conserva sus proporciones normales y no adquiere las proporciones dementes que caracterizan la exageración de la desesperación”. El cementerio, pues, como equipamiento de salud. Especialmente para aquéllos que “no han tenido la suerte de morir jóvenes” ni de ser “contemporáneos del diluvio”.
Creo que necesito tomar algo.
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