No hace tanto, dedicábamos algo de tiempo al negocio intelectual. Ejercicios tales como encajar Fallingwater en una parcela de 325 m2 (hubo quien consiguió firmarlo). Fue cuando se consiguió traer el campo a la ciudad, o algo así, si atendemos a la de trifulcas que se suscitaron en estrados por la insuficiente dimensión de las plazas de garaje: el todoterreno, lisa y llanamente, no cabía. Menos mal, el legislador reaccionó con diligencia y reconstruyó (tras el correspondiente derribo) nuestro roñoso sistema normativo para adecuarlo a un nivel tecnológico al que, decían, éramos acreedores. Y si no, que se lo pregunten a los bancos.
Las cosas han cambiado, pero ¿por qué renunciar? La muestra “Ensanche: Pump-up Architecture”, que hasta el 3 de noviembre acoge el Círculo de Bellas Artes de Madrid, está dedicada a un programa informático: “Ensanche Ammplio”, capaz de elaborar planos directores de desarrollo y transformación urbana para barrios enteros, a partir de la ampliación de la vivienda de cada uno de los vecinos (cosas de la aviesa fractalidad). Basta con acercarse y facilitar los datos relativos a la localización y disposición actual de las dependencias de la vivienda. El ordenador se encarga, él solito, de todo lo demás.
Ángel Borrego, comisario de la exposición y creador del proyecto, es doctor arquitecto por la ETSA de Madrid, ostenta una maestría por la Universidad de Princeton y ejerció de profesor en dicha Universidad, además del Pratt Institute de Nueva York y la Universidad de Alicante. En la actualidad se halla integrado en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Madrid. Es fundador y director de OSS, oficina cuyo fin es el estudio del espacio urbano contemporáneo y sus implicaciones económicas, sociales y culturales.
El autor nos explica, a través de los medios de comunicación, el algoritmo que permite semejante prodigio, así como los principios que lo orientan: consiste en añadir aproximadamente la mitad de la superficie original a cada edificio, de modo que la calle –"demasiado ancha para nuestras necesidades actuales"- se estrecharía y quedaría limitada al uso peatonal. Mientras, el tráfico pasaría a ser subterráneo. Los bajos, si son comerciales, quedarían cubiertos por una zona de soportales y, de ser habitables, pasarían a la azotea. Una “unidad habitacional” de 60 m2 alcanzaría, a través de este procedimiento, los 120 m².
Ángel Borrego advierte que sólo es aplicable para los barrios diseñados en los años 50, 60 y 70. Aquellos que según él, tal y como sucede hoy en China, se crearon para dar cabida a una población que llegó a duplicarse en esas décadas. Señala el aspecto reivindicativo de la experiencia: "nuestro hogar pertenece a mucha gente –a los colegios de arquitectos, a la ley de propiedad horizontal, a los planes urbanísticos, etc.- y la arquitectura se ha regulado tanto que es una especie de religión". Se trata, en consecuencia, de poner este instrumento a disposición del ciudadano para que cobren conciencia y planteen iniciativas a la Administración Pública.
Sin abandonar el contexto de performance (algo en mi interior niega cualquier otra opción) me sumerjo en el proceso. Recuerdo el secreto del autómata de Kempelen, solo que aquí no hay dónde esconder hombrecitos. Entonces el milagro: de la planta del barrio se esfuman las calles, quedando las trazas de fachada. El prestidigitador identifica los intersticios (en el dibujo parece citoplasma) y progresa con la raya gorda en toda la altura, podando el cielo. Me llama la atención que el sol no se represente hasta que surgen los cuerpos volados. Queda todo como estupendamente urbano. Desconozco si valdrá para lo de la ciudad hojaldre, pero desde luego sí que podemos hablar del ensanche de galletas (idea para OSS: meta cookie).
¿Simulación o ilusionismo de instigación? No hay que detenerse en exceso para advertir que todo el proyecto se manifiesta bajo una condición esencialmente física, material. Su ritual es el propio de los muñidores de reclasificación, que aun pasan por urbanistas y gestores en los medios y la propia Administración. Pero la escena y sus propósitos nada guardan de ironía. Esto va en serio: trata de conducir los comportamientos en orden a lograr un nuevo párrafo al inagotable discurso de la antropología urbana.
Pasen y vean
No citamos nombres, porque se van conociendo experiencias similares en distintos puntos de la nación. Se diría que la exhibición en el Círculo de Bellas Artes ha venido a confluir en una coyuntura tan fecunda como ingeniosa. Hace escasamente una semana la prensa informaba que cierta Comunidad Autónoma renovará un grupo de viviendas sociales, para obtener unas nuevas del doble de superficie. La actuación se enmarca en una serie de medidas adoptadas por el Ejecutivo regional a través de su empresa pública. Afectará en principio a los conjuntos de más de 50 años. Durante las obras los vecinos serán realojados en pisos de alquiler.
Aquí el prodigio hemos de atribuirlo a la generosidad de los patios originales, que resultarán ocupados (porque para eso estarían) para habilitar el nuevo programa. El coste previsto es de 57.000 euros por vivienda, de los que 24.000 euros corren a cargo de la Administración Regional. La cantidad restante la abonarán los vecinos mediante un crédito hipotecario. La práctica totalidad de los moradores son mayores pensionistas, que están a la espera de consultar con sus hijos para dar su consentimiento a la actuación.
Las determinaciones del Plan General en tramitación mantienen los tipos (y con ellos, obviamente, los patios), que se deben a la Obra Sindical del Hogar. En el área correspondiente se plantea una serie de medidas cuyo fin es el de estabilizar la intensidad edificatoria existente en un entorno próximo al 1 m2/m2. La iniciativa de la que hablamos somete este espacio a los 3 m2/m2. Cifras y letras.
Pero ahora no procuramos hablar de ilegalidades en un país donde los anhelos de un Consejero no se distinguen con facilidad de lo que se publica en los Diarios Oficiales. Es que esos vecinos querían y necesitaban otras cosas, y ahora van y les quitan el cielo, la luz, la lluvia, el sol, la noche, el rocío, la sombra, el viento, los temples del calor y el frío, la fragancia de la tierra. Esos elementos de vida, preciosamente descritos en tantas páginas de esta bitácora. ¿Podrán tener más compañía, estar mejor asistidos? ¿Le hallarán sentido al nuevo espacio? ¿Cuánto echarán de menos lo que ahora les van a confiscar?
Así que tan solo se trata de un pretexto para construir rincones de ficción, algo para luego tirar, salvo esa hipoteca y la diversión pagada de la promotora pública, mientras el ayuntamiento expresa genuflexo su gratitud por la nueva inversión. Volvemos a lo de antes: ¿simulación o ilusionismo? ¿Ellos o nosotros?
No es democracia, porque no hay derecho. Y no es decente.
No.
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