Contornos
Se anuncia agrimensor en un afiche de 1850 en las calles de Concord, Massachusetts: "TRABAJOS DE TOPOGRAFÍA. De todo tipo, siguiendo las mejores técnicas; ofreciendo los datos más fiables, de manera que los límites de las fincas sean cabalmente descritos en los testamentos; reconocimiento y planificación de actividades de forestación; replanteo de carreteras, etc., etc. Se aportan los planos precisos de las fincas, incluyendo las edificaciones con independencia de su tamaño (incorporando escala en pies) a los efectos de su integración en el Diario de la Finca, todo ello con la definición suficiente como para que sea posible trabajar la tierra al ocaso de los días de invierno. Se garantiza la exactitud de las mediciones, dándose las referencias del replanteo a fin de habilitar futuras comprobaciones. Acudir a Henry D. Thoreau (sello y firma)".
Para Thoreau, la exploración y registro de los elementos del paisaje encarnaba un hecho metafísico. Cuando determinó que la mayor profundidad del estanque de Walden se alcanzaba a los 102 pies, desmintiendo la leyenda que lo tenía por insondable, consagró la fidelidad a la naturaleza desde un punto de vista ético. Formábamos parte de un mundo que podía descubrirse, en el que sus misterios se disponían para entender, no para sobrecoger.
Un poco antes, en el verano de 1846, Thoreau se había enfrentado al recaudador local a causa de su negativa a que los impuestos tuvieran como objeto financiar la guerra con Méjico y, en definitiva, las prácticas esclavistas del gobierno. Tras una noche en la cárcel trazó los argumentos de su “Desobediencia Civil”, que extractamos de la traducción de Hernando Jiménez sobre la copia en inglés realizada por Sameer Parekh, Proyecto Gutenberg.
“Una antigua costumbre del pueblo, cuando el deudor pobre salía de la cárcel, era ir a saludarlo, mirándolo por entre los dedos, que representaban los barrotes de la cárcel; “¿Cómo le va?”. Mis vecinos no me dieron ese saludo; sólo me miraban y luego se miraban, como si yo hubiera vuelto de un largo viaje. A mí me tomaron prisionero mientras iba donde el zapatero a recoger un zapato remontado. Cuando me soltaron por la mañana procedí a terminar el mandado y después de ponerme el zapato me uní a un grupo de recogedores de arándano, que se mostraron impacientes por ponerse bajo mi conducción. El caballo pronto fue bien cargado y en media hora estuvimos en medio de un campo de arándanos en lo alto de una colina, a dos millas de distancia, y el Estado ya no se veía por ninguna parte. “
“Sé que muchas personas no piensan como yo, pero aquellos cuyas vidas, por obra de su profesión, están dedicadas al estudio de materias afines no me satisfacen casi en nada. Estadistas y legisladores, que están siempre de acuerdo dentro de la institución, nunca la ven clara y desnuda. Hablan de la sociedad en movimiento, pero no tienen lugar de descanso sin ella. Pueden ser hombres de cierta experiencia y discernimiento, y sin duda han inventado sistemas ingeniosos y útiles, que les agradecemos, pero todo su ingenio y utilidad reposa en límites estrechos. Olvidan que el mundo no está gobernado por los programas y la ventaja personal. “
“No ha aparecido en América el genio legislador. Son raros en la historia del mundo. Hay oradores, políticos, y hombres elocuentes por miles; pero aún no ha abierto la boca el que tiene que formular las preguntas más molestas. Nos gusta la elocuencia en sí misma y no por la verdad que contenga o por cualquier acto heroico que inspire. Nuestros legisladores no han aprendido todavía el valor comparativo del libre cambio y la libertad, la unión y la rectitud hacia la nación. No tienen genio ni talento para hacerse preguntas humildes sobre impuestos y finanzas, comercio, manufactura y agricultura. Si se nos dejara sólo a la ingeniosa oratoria de nuestros legisladores del Congreso para guiarnos, sin la corrección de la experiencia niveladora y las quejas efectivas del pueblo, América no podría mantener su rango entre las naciones.
La autoridad del gobierno –porque yo gustosamente obedeceré a aquellos que pueden actuar mejor que yo, y en muchas cosas hasta a aquellos que ni saben ni pueden actuar tan bien– es una autoridad impura: porque para ser estrictamente justa tiene que ser aprobada por el gobernado. No puede tener derecho absoluto sobre mi persona y propiedad sino en cuanto yo se lo conceda. El paso de la monarquía absoluta a una limitada, de la monarquía limitada a la democracia, es el progreso hacia el verdadero respeto al individuo. Hasta el filósofo chino fue lo suficientemente sabio para ver en el individuo la base del imperio. ¿Es la democracia que conocemos la última mejora posible de gobierno? ¿No es posible adelantar un paso en el reconocimiento y la organización de los derechos del hombre? Jamás existirá un Estado realmente libre e iluminado hasta cuando ese Estado reconozca al individuo como un poder más alto e independiente, del cual se deriva su propio poder y autoridad y lo trate de acuerdo a ello. Me complace imaginar un Estado que finalmente pueda darse el lujo de ser justo con todos, y que trate al individuo con respeto; más aún, que no llegue a pensar que es inconsistente con su propia tranquilidad si unos cuantos viven separados de él, no mezclándose con él, sin abrazarlo, pero cumpliendo con su obligación de vecinos y compañeros. Un Estado que produjera este fruto y lo entregase tan pronto estuviese maduro abriría el camino para otro Estado, aún más perfecto y glorioso, que yo he soñado también, pero que aún no he visto por ninguna parte.”
O sea, ahora que toca: votar, participar y ser representados. Pero nunca delegar la voluntad. Nunca.
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