Plaza

Rasar.

Arrojada la semilla a la tierra preparada, encomendamos la cosecha al señor del trigo y la guadaña, hijo del cielo y la tierra. Desatamos las cintas de lana que ciñen sus pies de marfil en el templo (dice Macrobio que libres para brotar como el germen que se abre a la luz en el décimo mes), y pedimos a su diosa consorte que vele por la abundancia, y que nuestro trabajo sea de provecho, porque sagradas son estas labores. Realizamos las ofrendas y nos encomendamos a la ciudad y sus protectores.

[Mas:]

Vestimos la synthesis, la túnica ligera y cómoda al aire de la piel que se deja frotar como a sorbos, fácil de disponer, ella sola en todos como el pileum, su fieltro bajo nuestra cabeza rapada, por hoy de esclavos libres. En la familia elegimos nuestro señor del desgobierno. Ejercemos de amos, que nos dan del vino bueno, y en el banquete disfrutamos como iguales. Cancelada toda solemnidad, nos entendemos en la broma, la francachela y el juego.

Visitamos a los amigos y nos complacemos en ofrecerles presentes (velas y figuritas, que quien puede acompaña con versos de Marcial). Nos dedicamos de un modo especial los unos a los otros y compartimos lo mejor de nuestros bienes, antes que a la tierra se vuelvan.

Todos somos otros, libres para imaginar la ciudad en llamas, el Senado secuestrado, los emperadores dejados, derribado el ánimo de toda vanidad.

Llegado el solsticio de Capricornio, nace la estrella que consagra la promesa de luz y fertilidad. Los días habrán de crecer. Cambia el año y los magistrados epónimos se ponen su ilustre y severa toga purpúrea.

Volvemos o no………………ad pileum vocare.