Huracán. Ricard Castells.
Es probable que podamos reconocer aquí una de las grandes fuerzas de la naturaleza, la misma que convierte el orden en desorden, la juventud en vejez, la que apaga la vida con la muerte…¿Por qué lo hiciste? ¿Te dabas cuenta de que estabas cometiendo un delito?...Las respuestas a estas dos preguntas, o bien a otras similares, son muy semejantes entre sí…todas vienen a decir esencialmente lo mismo: lo hice porque me lo mandaron; otros (mis superiores) han cometido actos peores que los míos; dada la educación que he recibido y el ambiente en que he vivido no podía hacer otra cosa; si no lo hubiera hecho yo, lo habría hecho otro en mi lugar, con más brutalidad.
¿Qué queríais que hiciésemos? ¿Cómo podíais pretender de nosotros un comportamiento distinto del que hemos tenido y del de todos aquellos que eran como nosotros? Hemos sido ejecutores diligentes, y por nuestra diligencia hemos sido elogiados y ascendidos. Las decisiones no las hemos tomado nosotros, porque en el régimen en el que hemos crecido no se permitían decisiones autónomas: son otros quienes han decidido por nosotros, y no podía ser de otra manera porque se nos había amputado la capacidad de decidir. No sólo teníamos prohibido decidir sino que habíamos llegado a estar imposibilitados para hacerlo. Por eso no somos responsables y no podemos ser castigados.
De la Trilogía de Auschwitz: Los hundidos y los salvados. Primo Levi. Traducción de Pilar Gómez Bedate. El Aleph Editores.
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