Marca 1-1-7.
La Fundación Knight tiene como fin la promoción de las ideas e iniciativas que fomenten el periodismo de calidad, la innovación en los medios de comunicación y la extensión más cabal de la participación de los ciudadanos. Esta acción se desarrolla constantemente desde 1940, bajo la firme convicción de que la democracia crece sana cuando el pueblo se encuentra debidamente informado y comprometido con ésta.
Nos hallamos en una época en que contamos con numerosos medios para relacionarnos plenamente con nuestros vecinos e instituciones, y ser partícipes de todos los aspectos de la vida urbana. Sin embargo, aún nos queda bastante trecho por recorrer. No compartimos suficientemente lo que sabemos para hacer mejor el lugar en que vivimos o en el que viven los demás, y no terminamos de hacer viable y accesible la ingente información de la que disponemos para que esta redunde en hechos útiles y relevantes.
La Fundación Knight acaba de lanzar su convocatoria anual para animar propuestas que potencien y consoliden la gestión tecnológica de datos oficiales en los niveles locales, estatales (regionales) y nacionales, tanto en los Estados Unidos como en el resto del mundo, con el objetivo de que nuestros lugares se constituyan en espacios excelentes.
Ya se tienen 886 proyectos optando a participar de los 5 millones de dólares que dotan el concurso. Destacamos una muestra entre aquellas que ofrecen mayores expectativas de desarrollo:
1. School Select (Elegir colegio). Permite comparar de modo personalizado los servicios y calidad docente de los distintos colegios públicos de una ciudad, con arreglo al orden de prioridades de una familia.
2. A Show of Hands (Un espectáculo de manos). Hace posible que las personas con algún tipo de limitación participen remotamente en sesiones de órganos institucionales o de colectivos (que obviamente están siendo retransmitidas), e incluso hacer uso del voto.
3. Why Don't We Own This? (¿Por qué no es de todos?). A través de esta aplicación accedemos e interactuamos en relación con la información oficial relativa al dominio (titularidad) del espacio urbano, y las funciones a las que está vinculado, poniendo de manifiesto su potencial de cara a usos públicos.
4. Possible City (Ciudad posible). Mediante esta plataforma en red se comparte información sobre espacios o edificios vacantes en la ciudad, así como debatir y aportar opciones a su reutilización.
5. Traffic crash data browser and map (Buscador georreferenciado de siniestros). Realiza un seguimiento técnico de la siniestralidad en el tráfico urbano, resolviendo proyecciones al año 2022, a fin de orientar las inversiones en mejoras de la seguridad y educación vial.
6. eCitizens (eCiudadanos). Habilita el acceso a la información sobre la gestión municipal en el nivel nacional, implementando alertas sobre determinados asuntos que se quieran seguir en particular.
7. Anywhere Ballot (La papeleta ubicua). Lisa y llanamente permite ejercer el derecho al voto (en todo tipo de escrutinio) por vía electrónica desde dondequiera que uno se encuentre, en cualquier soporte, de un modo directo y seguro, con la capacidad añadida de poder seguirse al instante el desarrollo del recuento.
Considerando que la mayor parte de los proyectos seleccionados se traducirán en apps a instalar en el común de los smartphones, puede considerarse garantizado el objetivo de despliegue, participación y cooperación en comunidad.
Claro que para ello hemos de desenvolvernos en entornos civilizados, con una razonable dosis de inteligencia y educación aplicados a la democracia. Fundamentalmente porque careceríamos de una parte relevante de los datos que precisamos. En otras palabras: necesitamos transparencia.
Desde hace más de un año se viene elaborando (o algo así) el Proyecto de Ley de transparencia, acceso a la información pública y buen gobierno, que en estos momentos yace en la Comisión Constitucional de Enmiendas del Congreso de los Diputados. Con ello se sigue la inveterada tradición de presumir de un logro que no hace más que acusar la pertinaz negligencia de ciertos responsables institucionales.
En efecto, según Access Info Europe, España es el único país de Europa con más de un millón de habitantes (junto con Chipre y Luxemburgo) que no cuenta con una ley de acceso a la información pública, subrayando el hecho de que en este Proyecto de Ley no se reconoce el derecho a la información como un derecho fundamental de los ciudadanos. La Oficina para las Instituciones Democráticas y Derechos Humanos de la Organización para la Seguridad y Cooperación en Europa (OSCE), ha denunciado que este texto normativo no cumple con los principios y normas establecidos por los tribunales de derechos humanos u organizaciones intergubernamentales como el Consejo de Europa. Según el Global Right to Information Rating, España va a seguir muy lejos de situarse entre los países más transparentes. Tampoco salimos bien parados en el estado de Índices de Transparencia que elabora y publica Transparencia Internacional España (y eso que en este caso las instituciones pueden endulzar sus miserias a través del juego de las apariencias de sus páginas corporativas en la red).
Parece cosa del destino, o quizás se trate de nuestra naturaleza. Al apagón estadístico de 2002 (datos de fiscalidad, vivienda, comercio exterior y Seguridad Social), sucedió el de 2004 (precios de la vivienda, que entonces como que subían demasiado y no querían avasallar). Ahora nos hallamos ante los efectos del de 2012 (paro, mercado de trabajo), y ello sin reincidir en cuestiones como las señaladas en post anteriores (información de satélites cartográficos, meteorología).
Nuestra tecnología oficial presenta mayor querencia por otra clase de proyectos o aplicaciones: referencias de localización en el teléfono móvil para evitar zonas urbanas de “bajo poder adquisitivo”; gestión puntual de datos en el callejero donde la “colaboración ciudadana” te va señalando los controles anti-alcohol de la policía y así conducir más tranquilo regresando del botellón con toda la basca; o la tan alentadora como emotiva representación de una brillante gema en la pantallita, reaccionando al tacto con un firme y rotundo: “soy rico, y me lo merezco”.
De lo extravagante a lo cotidiano, el premio mayor debía otorgarse a todas las escalas de regidores territoriales (o sea: ediles, cargos autonómicos y ministeriales), que nos brindan performances de mortero donde antes componíamos baldosas, sellados de batido de chocolate (del malo) donde se cala la carretera, y pintorescos itinerarios para andar donde antes discurrían las vías del tren, mientras invierten en maravillosas apps y códigos QR que proveen al turista de una capa de realidad “ponderada” en el momento preciso de la visita, con la medida suficiente para mejorar su experiencia.
Dentro de no mucho encenderemos el telefonino y haremos que comemos.
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