La vida de Precious Jones, según Shappire
Hasta los 16 años, la vida de Claireece Precious Jones (la tremenda, aunque quizá no tan completamente singular, vida de Precious) se desarrollará en muy pocos espacios de Harlem, el anhelante barrio de Nueva York. Pero a medida que, al aproximarse el nacimiento de su segundo hijo y por un giro afortunado del destino, esta muchacha se abre a la vida, se abre también a la ciudad y amplía el territorio que visita. Se diría que hay una relación directa entre el encogimiento del alma y la contracción del espacio en que se vive. Nos lo relata Sapphire en Push (Barcelona, Anagrama, 1998), la novela en que se basa (con gran fidelidad) la conocida película Precious (Lee Daniels, 2009).
La vida en Beirut contada por Olga Rodríguez
El excelente libro de la periodista Olga Rodríguez, El hombre mojado no teme la lluvia. Voces de Oriente Medio (Barcelona, Debate, 2009), dedica un amplio capítulo al Líbano. Aparecen Najib, Fahed, Badie al-Habet, Sahar Khalid, Atha Sabak, Saná Sersawi, Horiya, Lara y Tony. Pero sobre todos ellos, la extraordinaria solidez y delicadeza de Lina Hassan, la palestina de 22 años natural de Chatila, uno de los cuatro campo de refugiados de Beirut. Según un viejo refrán iraquí, “el hombre mojado no teme la lluvia”, porque nada tiene que perder. Lina sí tiene que perder. Pero no parece que le tema a nada.
La ciudad desolada y sórdida de la juventud de Herta Müller
Herta Müller describe en La piel del zorro (Barcelona, Plaza y Janés, 1996) la ciudad donde vive Adina, la protagonista. Una permanente y minuciosa descripción de una ciudad terrible, que se adivina la misma que habitó en su juventud la autora, en los años 70 del pasado siglo. Recogemos algunas descripciones del mundo desolado, sórdido y abyecto que nos presenta la novela, donde sólo parecen tener algún sentido los ínfimos detalles.
La vida de El africano, en los recuerdos de J.M.G. Le Clézio
Le Clézio describe (El africano, Buenos Aires, Adriana Hidalgo ed., 2007) cuatro estancias en que se desarrollaron los más de veinte años que vivió su padre en África (Nigeria y Camerún). A sus ojos, lo más significativo era el impresionante gusto a libertad que le proporcionaba aquel paisaje. “Todo ese calor, ese ardor, ese estremecimiento”.
Riccetto y sus colegas a principios de los años 50, según Pasolini
Aunque allí (más o menos) vivían los principales protagonistas, los demás chavales del relato de Pasolini (Chavales del arroyo, Madrid, Nórdica, 2008; original italiano de 1955) procedían de otros barrios de Roma. De Ferrobedó, los Grattacieli y otras barriadas. En el libro aparecen más de 50 personajes que a finales de los años 40 y primeros 50 contaban con 14-18 años. Riccetto, Cacciotta, Begalone, Lenzetta, Alduccio, Mariuccio, Genesio, Borgo Antico, Marcello y muchos otros (casi todos chicos) viven su vida en los arrabales de una ciudad que podríamos calificar, al menos (como a casi todas casi siempre), de confusa. Recorramos con ellos ese territorio.
Chatwin en sus relatos
Citando a Picasso dejó escrito Bruce Chatwin: “Yo sólo quiero saber una cosa: ¿qué es el color?” Lo cierto es que los textos de su último libro (el último que dejó preparado antes de morir, titulado ¿Qué hago yo aquí?, Barcelona, El Aleph, 2003; original de 1988) están salpicados de múltiples referencias al color de las cosas. La peripecia vital de este escritor viajero, que recorrió el mundo y vivió (aceleradamente) experiencias insólitas, nos sugiere un modo muy peculiar de entender las ciudades: atravesándolas en un instante del pensamiento.
Joseph Roth en el ferrocarril suburbano de Berlín
Entre los artículos periodísticos de Joseph Roth que se recogen en sus Crónicas berlinesas (Barcelona, minúscula, 2006), se encuentra el titulado “Viaje junto a las casas”, que fue publicado inicialmente en el Berliner Börsen-Courier el 23 de abril de 1922. Comienza así: “La línea del ferrocarril suburbano pasa muy cerca de las casas, y los pasajeros –cuando es primavera y las paredes empiezan a revelar misterios, las ventanas a desvelar idilios y los patios traseros a desenterrar secretos- pueden disfrutar de la visión de muchas cosas extrañas e interesantes”. Ahora que tantas ciudades parecen optar por soterrar los trenes, no está de más recordar esta visión del escritor alemán.
Desvanecimiento del urbanismo en los personajes de e. e. Cummings
Siempre hemos pensado que uno de los ideales urbanísticos más interesantes es el de la pantalla blanca. Conseguir que la ciudad no sea relevante en la vida urbana, sino sólo al fondo de los hechos que en ella se den. Lograr su discreción completa frente a los acontecimientos que acoge. Actuar como en el cine actúa la pantalla respecto a las películas que en ella se proyectan. Pero en el lado opuesto de este ideal disciplinar se encuentran otras situaciones en las que el urbanismo es absolutamente irrelevante. E. e. Cummings nos recuerda alguna en La Habitación Enorme (Madrid, Espasa Calpe, 2004; original de 1922).
Los recuerdos de Abderrahmán Munif en Memoria de una ciudad. Una infancia en Ammán
No podemos más que "trazar un bosquejo de lo que un día fue la ciudad". Ni siquiera nos está permitido llegar más lejos aunque hablemos de lo que fue para cada uno de nosotros. Ammán para Munif, Valladolid en nuestro caso. Recuperar las ciudades de entonces, de hace varias décadas, es un imposible. "Las ciudades no son sólo aquellos espacios que nos hacen identificarlas, por prolija y diestra que sea su enumeración. No son sus aguas ni su tierra ni sus árboles (...). Las ciudades no son sólo sus gentes, pese a ser quienes las levantan, sostienen y dan esencia (...). Cualquier ciudad es todo eso a la vez y muchas cosas más que se entrelazan y funden hasta convertirse en algo distinto de los elementos que la integran. La ciudad es la vida múltiple y diversa; son sus rincones, su gente, sus árboles, el olor de la lluvia; es la tierra y el tiempo mismo que fluye. La ciudad es la forma en que la gente mira las cosas; es su manera de hablar y su reacción ante los acontecimientos; su modo de afrontarlos y superarlos. La ciudad son los sueños y los desengaños que pueblan la mente y el corazón; los sueños que se cumplieron y los que se truncaron para acabar dejando mil frustraciones y heridas. La ciudad son los instantes de alegría y las horas de tristeza. La ciudad es la forma de recibir a quien se ama y hacer frente al enemigo. La ciudad son las lágrimas con que se despide a quienes parten a su pesar -tal vez para siempre- y es la sonrisa con que se recibe a quien regresa".
Urbanismo depredador en la novela de Abderrahmán Munif
El libro de Munif Ciudades de sal (Barcelona, Belacqua, 2006), se sitúa en una serie de poblados beduinos de un imaginario país, entre los años 1933 y 1953, y alude a varios temas urbanísticos básicos: cómo los grandes promotores aplastan a los pequeños propietarios, cómo se transforman radicalmente los mejores paisajes en beneficio de las grandes explotaciones, cómo se crean nuevas ciudades de la noche a la mañana, y cómo en ellas, aún en nuestro siglo, se sigue discriminando sin vergüenza a la población por su origen y nivel de ingresos. Las ciudades que aparecen (en especial Harrán) son los verdaderos protagonistas colectivos de la historia. Pero nos interesa seguir los pasos de algunos personajes muy concretos (Wadha, Jazna), y ver cómo esas mismas transformaciones urbanas sumergen implacable y despiadadamente sus vidas en la tristeza.
El miedo en la selva de Amos Tutuola
El fascinante relato (y de alguna manera divertido) titulado Mi vida en la Maleza de los Fantasmas, del nigeriano Amos Tutuola (Madrid, Siruela, 2008; original de 1954), puede ayudar a hacernos una idea del encaje de la ciudad occidental en la mentalidad africana, donde el miedo está presente como insomne y diaria pesadilla. Un miedo que tiene su lugar propio, su casa, en la impenetrable espesura de la selva.
De cómo la ciudad se dibuja en los textos de Alejo Carpentier
El título del libro habla por sí solo: El amor a la ciudad (Madrid, Alfaguara, 1996). En realidad es el título de un artículo que publicó Carpentier en el periódico habanero Tiempo el 10 de diciembre de 1940, y que se recoge íntegro en el libro que comentamos. Porque se trata de una compilación de artículos, conferencias, pequeños ensayos y crónicas que fue escribiendo nuestro autor entre 1925 (con 21 años, cuando estudiaba arquitectura en La Habana, o acababa de dejarlo por el periodismo) y 1973 (con 69 años, ocupando un cargo diplomático en la embajada de Cuba en París). Pero no sólo el título es atractivo y valioso. En sus páginas van apareciendo, entre muchas más cosas, algunas imágenes de ese "amor de mis amores" habanero, profundamente vívidas y expresivas. Porque La Habana es la ciudad andada y desandada intermitentemente a lo largo de toda una vida, que la literatura colorista de Carpentier nos entrega afectuosamente en este libro.
Ry y la historia de Madame Bovary
Ana Frank veía un castaño desde su ventana, según contaba en su diario. Cuando, ya muy viejo y enfermo, y para evitar el peligro de su caída incontrolada, el Ayuntamiento de Amsterdam pretendió talarlo, se organizó una monumental campaña para conservarlo, haciendo todos los esfuerzos técnicos y económicos que fuesen necesarios. Y ganaron, tanto en la opinión pública como en los tribunales. No es algo aislado. Una ola sentimental, vinculada al movimiento turístico, recorre el mundo; y un aluvión de acontecimientos, historias, leyendas o novelas renacen entre las casas y las calles de nuestras ciudades. De los patitos de Boston a los mercados medievales de tantos lugares; de las imágenes de Gardel, Evita y Maradona en los balcones del Boca de Buenos Aires a las monumentales exposiciones sobre el desembarco en Normandía del Memorial de Caen. De la ruta del hereje de Valladolid a la identidad urbana vinculada a los muros de Lucca. Pocos lugares quedan, si es que alguno hay, al margen de esta avalancha de nuevos recuerdos. Comentaremos un caso más. Pero singular: porque casi no hay ciudad, y el acontecimiento es mayúsculo. Llena todo el espacio urbano y él solo reclama la visita. Se trata de una población encantadora, activa, viva, muy atractiva por sí sola. Pero Madame Bovary lo inunda y de algún modo arruina. El espacio pasa de ser ámbito residencial a sala temática de un gran museo o parque de atracciones. ¿Cuál es el límite?
Los vagabundos ni se crean ni se destruyen: sólo cambian de lugar. Todo el mundo lo sabe. Cuando molestan en algún sitio, basta con hacerles la vida imposible, y se acaban mudando (de lugar). Dependiendo de la conducta del personal responsable, de su elegancia, de su seny, las fórmulas serán igualmente finas, distinguidas y delicadas.
El juego de una canción infantil
Entre las decenas de canciones que nos dejó escritas Vinícius de Moraes encontramos esta delicia: A casa. La letra original dice así: “Era uma casa muito engraçada / Não tinha teto, não tinha nada / Ninguém podia entrar nela, não / Porque na casa não tinha chão / Ninguém podia dormir na rede / Porque na casa não tinha parede / Ninguém podia fazer pipi / Porque penico não tinha ali / Mas era feita com muito esmero / na rua dos bobos numero zero”. Su traducción al castellano podría ser, más o menos, así: “Era una casa disparatada / No tenía techo, ni tenía nada. / Nadie podía pasar adentro / porque la casa no tenía suelo. / Ni se podía dormir en ella / porque tampoco tenía paredes. / Nadie podía hacer pipí / pues ni retrete tenían allí. / Estaba hecha con mucho esmero / en la calle de Los Bobos, número cero”. Una magnífica versión de lo que debe tener una vivienda... ¿boba?
La infancia de Amos Oz
El libro de Amos Oz titulado Una historia de amor y oscuridad (Siruela, 2004), de base autobiográfica, es un texto intensamente vivo: placentero y agradable, pero a la vez inquietante y duro. Como la vida misma. Grato y muy ameno, con un permanente sentido del humor y cariño hacia todos los personajes que nos los hace, con sus pequeñas historias, entrañables. Pero a la vez duro por la forma en que sobrevuela esos pequeños relatos la historia de los judíos; y sobre todo, por las críticas igualmente implacables hacia aquellos mismos personajes. Cariño y dureza a partes iguales, y para todos. Pero el juicio final sobre aquellos años (un auténtico “juicio final”, que se lee en el capítulo 58, desde “el deterioro que rodeaba a la vida de mis padres...” en adelante) es demoledor. Tremendo. En cualquier caso, siempre está el autor jugando con sentencias ambivalentes como ésta, que pone en boca de su abuelo Naftalí: “De eso se trata: un poco de perversidad y el hombre es un infierno para el hombre. Un poco de generosidad y el hombre es un paraíso para el hombre”. Ya decimos: vivo y vital.
Apuntes de la vida diaria de la vallisoletana María Azucena Ferreruela
En un precioso artículo de El Norte de Castilla (27 de marzo de 2007), titulado "Princesa de la miseria", Jorge Sanz relataba su conversación con una mujer sorprendente. No vamos a resumir lo que contaba María Azucena al atónito periodista: mucho mejor leer el reportaje original. Pero sí recordaremos sus condiciones de vida.
Débilmente, bajo el agobio de la noche, a través del silencio de la ciudad
Esa frase: "débilmente, bajo el agobio de la noche" (densa, viva, sugerente) es del Ulises de Joyce. Y la ciudad (siempre densa, fértil, evocadora) es Dublín: la vida imaginaria de Dublín. Cuando escribimos "La ciudad en el espejo" (Revista de Occidente, nº 275; abril de 2004) denunciábamos la distancia que hay entre la proverbial riqueza de la ciudad y la secular pobreza del urbanismo. "A mitad de camino entre la naturaleza y el artificio, la ciudad condensa multitud de actitudes diversas que al acumularse en determinadas direcciones multiplican sus efectos, dejando huella. Por eso se ha apuntado que quizá ninguna ciudad pueda ser explicada como un relato: ya que de toda ella «se puede dejar constancia» (ahora es Blanchot quien habla), más que como una novela habría que verla como si de un diario se tratase. El interés de sus pequeños relatos, como en los diarios, «reside en su insignificancia. Ésa es su ley».
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