Detalles del post: La ciudad en los andenes (y II).

28.09.11


La ciudad en los andenes (y II).
Permalink por Poto @ 19:09:37 en Naufragio general del mundo urbano -> Bitácora: Náufragos

Alcatifa.

Un lugar. En su origen vaguada entre sierra y promontorio, erigiéndose sobre este último el asentamiento primero. Quedó lecho para un arroyo, con ribera angosta pero suficiente para bregar, abierta a la penillanura. Tras los romanos, la primera forma estable de ciudad la sentaron los almohades, tirando acequias para que las márgenes fueran cubiertas por un vergel de huertas servido con pesqueras, fuentes, aceñas, lavaderos, albercas y molinos en paisaje de cítricos, aromáticas y verduras, y al paso de los caminos unas zarzamoras.

[Mas:]

Se mantuvieron uso y fisonomía hasta finales del siglo XX, de manera que los reconocimientos y modelos territoriales que se plasmaron en el planeamiento urbanístico determinaron la protección de dicho espacio. Con los dos miles nos dio un aire, y de repente alcanzamos el pensamiento estratégico: a alguien se le ocurrió que la ciudad había que redefinirla (literalmente: reforzar su autoestima) a partir del eje fluvial (ya no arroyo, ni huerta) haciendo de él todo esto:

- Un foco de animación.
- Un nodo de integración de perspectivas de fusión y sinergia (sic).
- Un corredor de oferta turística, social y cultural para que la inspiración, el recreo, la cultura y la educación lleguen a la calle.
- Un lugar de interacción entre generaciones.
- Un área de celebración de seminarios, congresos, concursos, con museos al aire libre, y observatorios naturales, apoyado por instalaciones hosteleras en las que se ofrecerían productos de la huerta (la que fuera, porque de ésta difícilmente iba a quedar nada).
- Un centro vivo de recuperación de gremios y oficios.
- Un cinturón de usos mixtos en el que vendría a compatibilizarse el residencial, al que se podría acceder con vehículos siempre respetuosos con el medio ambiente.

Para que estas cosas nos deslumbren, es necesario que se pinten y propaguen muchas veces, que se constituyan consorcios y fundaciones públicas que a su vez (ante la eventualidad de que el personal no ande muy entusiasmado) concite una fuerza irresistible a través del correspondiente documento urbanístico, cuyo desarrollo corresponderá a un promotor privado que se encargará del trabajo sucio mientras las instituciones se disponen a gastar un montón de dinero tan de todos como ajeno. Mejor cuanto más traumática la transformación.

Así, se cerró el perímetro de la Unidad de Actuación Urbanizadora: de la calificación de Verde de huertas pasamos a la de Verde de moqueta, es decir, Sistema General urbanizado, vinculado a un magnifico solar público en posición central de la ciudad, flanqueado por dotaciones que (lógicamente) precisaban de un bizcocho residencial a cada luz posible, no fuera a ser que se desequilibrara la proporción entre vivienda y equipamiento. La aritmética urbanística de lo “gratis” y “todo incluido” nos enseñó, otra vez, que para que te cedan uno tienes que poner dos, y esperar a que fermenten.

Y ahí los tenemos a todos: un afanoso agente urbanizador, aturdido de tanto batir palmas, una administración sobradísima y un cúmulo de pequeños propietarios integrados de oficio a la causa, en virtud del diabólico criterio de “estás dentro mientras no me demuestres lo contrario”.

Tales propietarios no querían más que lo que tenían, y así lo sostuvieron sin moverse del carril de las alegaciones, para luego acceder a la vía de la impugnación sistemática de cuantos acuerdos recayeron sobre la cosa. Pero los documentos se fueron aprobando sin desmayo, bajo el embeleso propio de un hato de misacantanos, sabedores de que en bonanza la penitencia endulza el desafuero.

Y entonces se presentó la crisis, precintando, como escribió Lobo Antunes, ciprés tras ciprés hasta llegar a la carretera.

Unos cuatro años después de la última llamada, tenemos:

a. De los promotores primitivos no quedó ninguno, sólo las correspondientes divisiones inmobiliarias de los bancos, victoriosas tras los procesos de ejecución hipotecaria, acompañados en la verbena por los administradores concursales. Entre unos y otros se apretaron los pequeños titulares de los huertos.

b. Pese a haberse agotado todos los plazos legales y comprometidos para iniciar la fase de ejecución y completarla, nada se ha realizado. Las entidades financieras que ahora lideran el proceso mantienen viva la llama, simulando una normalidad que justifique un valor inmobiliario agotado y cierta intención de urbanización cuyo único propósito es el de ejercer de respiración asistida de aquél. Fingen, claro, ya que de otro modo trascendería la realidad patrimonial del sistema, y entonces saldrían corriendo, y a lo mejor nosotros (tan torpes) también.

c. La Administración Actuante no interviene, temerosa de la presión de los bancos (deudora a su vez de éstos), evidenciando su falta de arresto para declarar los incumplimientos y resolver el procedimiento seguido. Renuncia, así, a asumir sus potestades en orden a rescatar las atribuciones delegadas en el urbanizador, y de paso ignorar la devolución de las contribuciones a los gastos de urbanización (especialmente las de los pequeños propietarios), y la compensación de los perjuicios vía la ejecución de los avales prestados. Ello sin mencionar la restitución administrativa del ámbito a su estado original.

d. No contento con ello el Ayuntamiento, en su calidad de entusiasta cotitular del proceso, remata sus adjudicaciones con unos excesos adquiridos a precios de entonces, cuyo abono es necesario para responder de los derechos de los pequeños propietarios. A esta carga hay que añadir la de urbanización, incrementada en la misma medida, igualmente imposible de atender. Entre otras razones porque la administración urbanística municipal no está coordinada con la Intervención General, de manera que este tipo de deudas ni siquiera se contabilizan. Quizás por eso el Ayuntamiento siguió estimando viable la actuación, no hallando motivos para (de nuevo) declarar incumplimientos o cosa parecida.

e. Los pequeños propietarios, dado que aquí no ha pasado nada, han seguido recibiendo con regularidad los requerimientos de cuota. Estas cuotas responden de los gastos de administración interna de los urbanizadores, así como de los honorarios de los facultativos encargados del pulmón artificial, y los avales que garantizan el proceso (incluso su incumplimiento). Es decir, se pagan la mojiganga para ejercer de figurantes.

f. Los pequeños propietarios se dirigieron en su día a la Administración Actuante para hacerle ver la gravedad del incumplimiento del agente urbanizador, recordando que asume la función de llevar a cabo una responsabilidad pública, a estas alturas severamente defraudada. Nada.

g. Los pequeños propietarios, tras instar todo lo anterior, demandaron la aplicación de las sanciones legales que procedieran a causa del incumplimiento, la reserva de la acción civil, interponiendo el correspondiente procedimiento de responsabilidad patrimonial. Nada.

h. Los pequeños propietarios siguen sin disponer cabalmente de sus huertas, antaño servidas con pesqueras, fuentes, aceñas, lavaderos, albercas y molinos, en paisaje de cítricos, aromáticas y verduras, y al paso de los caminos unas zarzamoras.

i. Los pequeños propietarios poseen una participación de algo que ya no puede ser, y que en realidad carece de valor, más bien un débito en el desganado firmamento capitalista. No obstante, en lo fiscal (todas las alcabalas posibles, menos la propia) se trata de gente próspera y acaudalada.

j. Hoy todavía, el Ayuntamiento hace que se pasea entre los guapos con la ilusionada jaculatoria de que esta zona se convierta en un corredor de oferta turística, social y cultural para que la inspiración, el recreo, la cultura y la educación lleguen a la calle. Y todo lo demás. Es lo que se llama gobierno promotor, el que sigue destilando el tiempo que le ofrecen las cifras y letras (y los monos) de los documentos aprobados. Corolario de técnica urbanística: las cajas de los planes no llevan a nadie dentro.

k. En la misma localidad hay varias iniciativas en una situación similar. No es la única. En España, entre pisos vacíos, terminados sin registrar, y paralizados en construcción, existe una oferta de unos seis millones de unidades, sin contar con la de los desarrollos urbanizados o en suspenso. La demanda social para los próximos diez años apenas requiere un 10% de semejante parque, que ni siquiera está proyectado para satisfacer tal demanda, porque se trata de género en venta, no hogares. Pero estamos cayendo en la trampa: proyectar la población es racionalizar el sistema, concederle sentido y capacidad de respuesta sin plazo. Es mentira. La gente somos ahora, y lo que ordena nuestros derechos nos está esclavizando, arrojándonos a la miseria.

Hacer las cosas bien genera puestos de trabajo. Deshacer las cosas mal realizadas genera puestos de trabajo, y vida. Es lo justo.

Y, como alguna vez se ha dicho, es corrupto que la Administración Pública se valga de medios privados para sus fines. Mucho más lo es que encima se halle embargada por aquéllos, siendo nosotros la prenda.

Seguir fingiendo nos condenará.

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