52. Mundos mágicos
Reconozcámoslo: para nosotros la ciudad es un mundo mágico. Cada ciudad un cosmos, un universo; y su condición, también la de la magia. Ya lo decía Alexander: la ciudad no es un árbol. Hemos de darle la razón: es una rama dorada.
29. Lo proscrito, los peligros
La Rosse Buurt de Ámsterdam es seguramente la más conocida, pero casi todas las ciudades tienen sus zonas rojas. ¿Qué se busca en ellas? Posiblemente lo de siempre, en cualquier parte: Somebody to love. “Su simple fama llena nuestra calle”, escribió Silvia Plath en su “Canción putesca”. En todas las ciudades, decíamos, se encuentra alguna zona roja. En Bogotá, por ejemplo, el barrio de Santa Fe. En Tel Aviv el Shapira. El Kabukicho, de Tokio, se vincula a la mafia japonesa de los Yakuza. Pero el barrio rojo mayor del continente asiático es el Kamathiputra de Mumbai. Otros son de pequeño tamaño, aunque muy significativos, como el Patpong de Bangkok. También está el Hira Mandi, en Lahore, y mucho más cerca, el de San Matías en Granada. Y no deberíamos olvidar los enclaves que se dispersan a lo largo de las carreteras. En todas las ciudades se pueden encontrar los lugares del “mercado del amor” (Brecht). Cigarrillos, noches y amaneceres, maquillaje, prostitución, burdeles. “Seres agrestes para quienes el amor tiene todos los nombres del peligro” (Luis Antonio de Villena). Y envolviéndolo todo el color rojo. Rojo de los barrios rojos: “Los tacones rojos de una puta vestida de rojo / por el pasillo de un hotel de alfombras rojas” (Benítez Reyes).
34. La segunda residencia
Darwin tenía razón y descendemos del mono. Concretamente, del prefijo mono. Hemos pasado del monoteísmo al politeísmo (adorar simultáneamente a varios dioses); de la monogamia a la poligamia (adorar simultáneamente a varias mujeres o varios hombres, según corresponda); del monoglota al políglota; de la piel a la polipiel; del monosílabo (sí, no) al polisílabo (afirmativo, negativo); del monovalente al polivalente; del monótono al politono (adorar simultáneamente a varios cantantes de moda, y bajar sus melodías al móvil). Simultáneamente y varios: los términos de la evolución. Ahora estamos trabajando en el paso de la monorresidencia a la poli o multirresidencia. Es decir: residir simultáneamente en varias viviendas.
41. El centro
Nos gustan los centros densos y cuajados de las ciudades como nos gusta este vals de Shostakóvich. Es la misma música lo que se oye desde el interior de la obra del compositor (y árbitro de fútbol) peterburgués y en el recorrido de esos centros urbanos atractivos, compactos, profundos, dorados. Complacen, eso sí, a condición de que no los analices. Porque de hacerlo se multiplican las contradicciones, las confusiones, el trastorno. Fusiones de lo culto y lo popular, burlas de la alegría forzada, prodigios de polisemia y enigma, la confusión es múltiple en sus biografías (del compositor, de los centros históricos), y la pretensión de análisis nos desasosiega.
20. El hospital
Nos acercamos al hospital. “Olores de medicinas en el aire / que pesan, se enamoran y mezclan / con los escapes de automóviles que huyen” (Séferis). En estos edificios se da la concentración más importante de recursos de salud, conocimientos profesionales y equipo médico. Pero también, probablemente, de dolor. Allí se encuentran los “enfermos tiernamente guardados” (Rubén Bonifaz), bien atendidos para que no se quiebren sus débiles “sueños bien algodonados” (Goya Gutiérrez, “Ciudad hospitalaria”). A pesar de ello, no deja de ser una “anticasa”. Un lugar, el “aeródromo de los hospitales”, donde se lleva a los enfermos “para que no pierdan su vuelo” (Enrique Lihn). ¿Habrá algo que decir?
9. La casa
“Sólo por su luz la casa es humana” (Bachelard, en La poética del espacio, México, FCE, 1965). Un poeta nos dice: “Veré vuestras casas como luciérnagas en el hueco de las colinas”. Otro considera a las casas que brillan en la noche “estrellas de hierba”. Uno más sugiere que la lámpara de una casa es una “estrella prisionera prendida en el hielo del instante”. Estas citas, recogidas por Bachelard, son expresivas. Las estrellas del cielo vienen, por medio de las casas, a habitar la tierra. En nuestro suelo nacen y brillan las estrellas. Y también se apagan.
16. El monumento
Los monumentos son como los domingos. Se levantan para poner en valor las cercanías, los sábados, los viernes. Si hemos entendido correctamente los versos de Luis Antonio de Villena (en “Los monasterios más ocultos”), sirven en primer término para poder gozar profundamente de todo lo demás. Así las catedrales y las venecias, lo mismo que el desierto y la música de Wagner. “La perfección está justo antes de la perfección. / Igual que el placer y la dicha brotan, maravillosos, / la víspera del festivo. / Pues nunca vemos, amigo, lo que no está profundamente oculto”.
45. La puerta
La puerta nos abre al mundo. “El estado de apertura es la `primavera´ de la puerta. Cada puerta que se abre revela no sólo un nuevo mundo y nuevas posibilidades, sino el mundo mismo de la puerta en su integridad, y la posibilidad de acceso” (Marco Biraghi, Porta multifrons. Forma, immagine, simbolo, Palermo, Sellerio ed., 1992). Nos protege de las miradas: “Que se cierre esa puerta / por donde campos, sol y rosas quieren vernos” (Pellicer). Y de los malos sueños (“Veo tu puerta cerrada (…) para librarte de los sueños malos” (Hugo Gutiérrez). Mas también nos limita: “¿Por qué fue que las hicimos / para ser sus prisioneras?” (Gabriela Mistral). Y siempre la puerta juega con nosotros. “En la noche / la puerta se echa encima de sí misma / y cierra tan ciega y claramente, / que nos sentimos ya, tú y yo, en campo abierto” (Pellicer, de nuevo, en “La puerta”). En cualquier caso, nos conviene. Pues “por esa puerta ha de volver un día” (Amado Nervo).
23. La fábrica
No nos referimos, desde luego, al edificio donde trabajó el poeta catalán desde los 14 años; a lo que queda de las instalaciones de la textil La Blava, junto al Ter, en la comarca catalana de Osona (que, por cierto, ha sido recientemente comprada por el Ayuntamiento de Roda de Ter). Al encabezar el post con ese título, “Lo que queda de la fábrica de Martí i Pol”, queremos aludir a sus poemas, a lo que se mantiene de ese peculiar espacio de trabajo que late en sus dos libros de un mismo y contundente título: La fàbrica (el primero de 1959, el segundo de 1971).
40. El nuevo espacio
Jaime Sabines le decía: “Es probable que no piense en ti durante mucho tiempo”; pero “ya ves; ¿quién podría quererte menos que yo, amor mío?” (en “Te quiero a las diez”). También es fácil que al diseñar un área urbana nueva no estemos atentos demasiado tiempo a la poética del lugar. Dedicamos la atención a las cuestiones técnicas, sociales, económicas, ecológicas, funcionales. Mas también, en medio del proceso, en ocasiones, nos ocupamos de esas otras “cosas” que despiertan “unas misteriosas sensaciones, que yo llamo poéticas, porque no hay otra palabra para nombrarlas” (Onetti). Y aunque intermite, también lo es, en esos momentos, a raudales. ¿Quién podría buscarte, poética urbana, ciudad nuestra, menos que nosotros?
14. Los juegos
Un barrio donde no quepa el juego es espacio fallido. ¿Se piensa, al hacer urbanismo, en que la gente ha de poder jugar con espontaneidad, sorpresa, libertad y cierta desmesura, en el espacio abierto de la gran ciudad? “El afán de juego es tan general como el hambre o la sed. Y en circunstancias, no menos apremiante” (F. J. J. Buytendijk, El juego y su significado, Madrid, Revista de Occidente, 1935). Por supuesto es así para niños y jóvenes. Pero también, aunque de otra manera, para cualquier persona ya de cierta edad. “¿No es el juego la auténtica vida y no entramos en un estado de imperfección y de incapacidad de perfección cuando dejamos de jugar?” (Paul Moor, El juego en la educación, Barcelona, Herder, 1981).
31. El aeroplano, el tren, el barco
Trasatlánticos, expresos o aeroplanos llegan (imponentes, siempre) al aeropuerto, a la estación, al puerto. Siguen llegando, son las mismas especies, aunque ahora luzcan otros nombres. Se nos aparece el avión entre las nubes, el barco sobre el agua (desde el horizonte), el tren a través de los campos (de la lejanía), acompañado de algunas líneas de árboles. Acceden desde un paisaje abierto que parece separar nuestra ciudad de otras gentes y lugares. Pero quizá no deba verse así: “El mar, la tierra, el cielo, que parece / que tanto nos separan, / con su espaciosa soledad nos cercan / como si nos juntaran” (Bergamín).
43. La ruina
En la ciudad se dan la mano los logros y las ruinas. Los primeros se celebran, pero a las últimas la legislación no quiere ni verlas, e impone su pronta demolición: limpieza de ruinas, de escombros, de restos de toda decadencia. Y sin embargo, no está mal su compañía en ciertos días. Hoy, por ejemplo.
38. El barrio
Un barrio es esto. Exactamente lo que se ve en el vídeo. Sí: es una calle; pero refleja un barrio. Gente mirando y gente moviéndose, de aquí para allá; tranvías, coches, bicicletas, caballos, carros; casas, viviendas, comercios, oficinas; vida urbana, animación; el cielo al fondo, y sobre todo calle, mucha calle. Sensación de unidad. Sí: es una línea, pero parece una plaza redonda. Como el de Flores para Oswaldo Rossler, el barrio es un mundo saturado, entero. Más mundo y más completo que la ciudad misma. “Nunca más volví a hallar un mundo más completo”, dejó escrito el poeta.
30. La instalación, las máquinas
En esa ciudad pondremos a la vista todo. Tubos, cables, todos los mecanismos y todas las máquinas que podamos exponer serán expuestas. Primero, porque nos gustan los mecanos. Pero también por evidenciar su funcionamiento. Podríamos decir que lo queremos hacer por transparencia. E incluso por funcionalidad. Algunas piezas y algunos fragmentos tendrán que ir necesariamente bajo tierra, pero siempre que sea posible los expondremos a la luz. Que lo invisible sea lo que tiene que ser invisible, y no precisamente tuberías. No podemos evitar la asociación entre enterrar y enterramiento, esa derivación tan elemental, tan fuerte: no podemos ignorarla.
33. El hotel
Al llegar, se nos presenta el hotel, por mísero que sea, como si fuésemos los grandes triunfadores que recorren el mundo. Únicos e inolvidables. Todo en él apunta, por mísero que sea, a un lujo casi siempre imposible. Pero enseguida, al poco de subir a la habitación, y por confortable o incluso suntuoso que sea, asoma la soledad, el silencio, la incomunicación. El aburrimiento. Los hoteles son siempre duros y aburridos, aquejados de “tristeza nómada” (López Velarde). ¿Qué haremos con los hoteles en nuestra ciudad?
4. La encrucijada, la esquina
En el proyecto del edificio se miman las esquinas. Pero en el plano urbanístico se ignoran: surgen solas, como la mala hierba. Son sólo la consecuencia de pensar en las calles y en las casas, lo que resulte de hacer estas calles y esas casas. Y sin embargo acaban teniendo un enorme vigor y un alma propia. “En toda esquina vigila el sueño / y es tu recuerdo la única pena / que humilla la altivez de las aceras” (Norah Lange).
22. La oficina
Centenares de millones de personas llegan cada día a la oficina. Y en ella están, cada día, aproximadamente un tercio de su tiempo de vida. Pero es muy poco lo que se habla de este espacio. Mario Benedetti escribió, hace ya más de 50 años, unos Poemas de la oficina (Madrid, Visor, 1998; or. de 1956), referidos al ambiente de los despachos y centros administrativos montevideanos de entonces. Montevideanos y de los 50, pero en muchos aspectos aquella tristeza tibia y gris aún perdura, es reconocible y creemos que ampliamente extendida. A partir de esos poemas, apuntaremos tres breves aspectos de la oficina que en la ciudad que proponemos deberíamos, de alguna forma, cuidar.
7. El parque
El jardín son flores, el parque es arboleda. Abierta, pública, de todos: no existe el parque privado. Una arboleda generosa y húmeda, como el mar y la playa, que adopta mil formas diferentes. Un ámbito lujoso, pero de un signo peculiar: “Todo aquí es quietud, mesura, lujo, voluptuosidad” (Barquet). A la vez quietud y voluptuosidad; juntos, sin contradecirse, mesura y lujo. Como Venecia. Cada cual tiene su propio parque, y así para nosotros hay uno por encima de todos los demás.
8. El jardín
En las ciudades hay jardines, y muchos son jardines de delicia. Pero en la ciudad como su nombre serán también estos lugares (¿lo son ya?) “hervor de pájaros”.
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